Sin Jesús la celebración de la Navidad carece de sentido.
Aunque haya quienes se empecinen en calificar a la Navidad como un acontecimiento que va más allá de lo religioso, que califica como hecho social, con encuentros, saludos, buenas intenciones y gestos de buena voluntad, si no se pone a Cristo, a su Santa Madre y a San José, en el centro de todo, todo es vacuo, finito, pobre.
La Navidad es el momento del año más importante para un cristiano, habida cuenta de que se valora el nacimiento de Jesús, hijo de Dios, nacido del vientre de la Virgen María en la lejana Belén, dando un nuevo origen a la historia.
Un acontecimiento tan importante que sabemos cuántos años nos separan de él con sólo ver en qué año vivimos.
Pero, lamentablemente, hay demasiada gente buscando vaciar de sentido a la Navidad poniendo un montón de cosas inservibles adelante, para ocultarla, desdibujarla, para que nadie se dé cuenta de qué se trata realmente.
Esa estrategia tiene por “socio” a un personaje ficticio y con fines siniestros: Papá Noel.
El obeso, canoso y jocoso individuo, proveniente de un paisaje nevado y del que llegaría manejando un trineo, ha ido ganando terreno y haciendo lo que esté a su alcance para que nadie piense en Jesús, en María, en José, y mucho menos en el camino que ofrece Dios a toda la humanidad.
Para lograr sus objetivos, la activa participación de personas -ya sea confundidas o confabuladas- desde la función pública, desde los volátiles y perversos medios de comunicación más consumidos, desde el empresariado e incluso desde instituciones de bien público, hacen culto de pinos, copos de nieve, gorros rojos, etc., cultivando el descarte del noble y santo pesebre.
Saludos anodinos, vacíos de cristiandad, comenzarán a llegar pronto por las redes sociales, que recogerán respuestas amigables de gente que no se animará a responder que es el Niño Jesús el que llega y no unos renos acarreando mentiras, que ni los arbolitos, ni las bolas de colores tienen algo que ver con la Navidad verdadera.
En la tele y en muchos otros lugares, no habrá pesebre y cualquier referencia al cristianismo será deliberadamente evitada.
La alegría de la Navidad está en Cristo, no en ese hombre pasado de kilos con su “Jo, Jo, Jo”.
No importa si el origen de Papá Noel es, en realidad, el bueno de Nicolás, que fue obispo y es santo. No cuenta. Es como querer darle otro significado a la bandera multicolor de los homosexuales.
Nada queda en el personaje de rojo y blanco de San Nicolás (de Myra o de Bari), el obispo turco del siglo IV que combatió el paganismo (¡qué paradoja!) y el arrianismo (que niega la divinidad de Cristo), que salvó a 3 niñas de la prostitución, en cuyo honor se construyeron más de 2.000 templos, y que es patrono de Rusia, Grecia y Turquía.
Al promovido Papá Noel no le importa Jesús ni quiere ser asociado a Él. Papá Noel sólo desea que lo saluden a él, que se quieran sacar fotos con él, que lo pongan en los saludos y se disfracen con sus ropas. Sin dudas es un ladrón, un usurpador, un okupa.
La ponderación de Papá Noel no es fruto de la casualidad. Responde a toda una estrategia de sacar a Dios, al verdadero, del medio, a empobrecer a la sociedad, a hacerla maleable, frágil, seguidora de lo efímero.
A muchos, les encanta arrodillarse ante el cambalache de horóscopos, energías, cartas mágicas, piedritas y colores con supuestos poderes, sumados a los falsos “santos” populares de cabotaje (Gauchito Gil, Difunta Correa, cuando no algún malogrado cantante). Y a otros les da todo mas o menos lo mismo y se hacen la señal de la cruz ante la imagen de la Santísima Virgen, al tiempo que se cuelgan cintitas rojas contra la envidia y le rinden honores a Papá Noel...
La Navidad debe ser recuperada y para ello corresponde desechar todo elemento que refiera a Papá Noel y evitar que los niños consuman sus mensajes vacíos de Cristo.
No será un trabajo sencillo ni con resultados rápidos, pero corresponde hacerlo: No es lo mismo vivir cada día con Jesús que celebrar unos días con la falsa Navidad de Papá Noel, cada vez más difícil de sostener y carente de “efecto residual”.
Bueno sería también, y es posible, que revaloricemos a los Reyes Magos por encima del pobre Papá Noel, inflado de tanta gaseosa.
Valga ver que los Reyes tienen siempre cerca al Niño Dios, los vemos cruzando el desierto en su búsqueda, los recordamos venerando al pequeño Jesús en su humilde pesebre, los miramos entregando oro, incienso y mirra para honrar el milagro.
La Navidad no es algo "lindo"para que disfruten los chicos. La Navidad es algo muy valioso y es para todos: Jesús trae sentido, esperanza, trascendencia.
Y el mundo que vemos en muchos aspectos "patas para arriba" es fruto del abandono del mensaje de Jesús: honrar a Dios, amar al prójimo, defender al desposeído, perdonar, ser honesto y esforzado, trabajar por la justicia.