EE.UU. tiene como presidente a un hombre que se dice católico (el primero desde John F. Kennedy), que va a misa (en Wilmington y el Washington DC) y, sin embargo, tiene una agenda de gobierno abiertamente partidaria de la eliminación de niños antes de nacer.
Este hombre, que comulga regularmente, al igual que Barack Obama liberó los fondos públicos para financiar con dinero del Estado las campañas abortistas tanto dentro como fuera de su país. Un acto de hipocresía que debe ser interpretado como una afrenta deliberada hacia la fe de millones de ciudadanos de los EE.UU.
Pero es claro que el comportamiento de Biden es posible porque hay sacerdotes y obispos que le permiten recibir el sacramento de la comunión en misa.
William Koenig, nuevo obispo de la diócesis de Wilmingon, Delaware, donde vive Biden, dijo que con gusto hablaría con el presidente sobre sus puntos de vista acerca del aborto, pero no aclaró si le permitirá seguir recibiendo la comunión, como hacía su predecesor Francis Malooly.
Del mismo modo -aunque por lo que se sabe no va a misa ni comulga habitualmente- el presidente designado de la Argentina Alberto Fernández comulgó el 31 de Enero de 2020 junto a su concubina en la misa que celebró Mñor. Marcelo Sánchez Sorondo, Obispo Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano.
Era imposible que Sánchez Sorondo desconociera los dichos de campaña de Fernández sobre su interés en imponer el "derecho" a matar niños antes del nacimiento y, sin embargo, en las grutas de la Basílicia de San Pedro colaboró con la deliberada ofensa a Cristo. Y no debería haber pasado desapercibido para el Papa que minutos antes de reunirse con él, el abortista había comulgado.
En EE.UU. las contradicciones están en el mismo nivel. Mientras una parte de la jerarquía de la Iglesia rechaza que se le de la comunión a políticos adherentes, promotores o financistas del aborto, a otra parte no le parece tan grave. Y por eso se hará en Junio una votación en la Conferencia Episcopal con vistas a un documento sobre el tema.
En realidad, no debería existir ningún debate. La promoción o financiación del aborto desde el Estado es tan grave como la práctica misma ya que directa o indirectamente se está interviniendo en la destrucción de un ser humano indefenso e inocente.
Difícil encontrar muchos puntos de comparación entre ambos países, salvo porque en este momento tanto el hipócrita de Biden como Fernández, cada uno con su gabinete, están íntimamente ligados a la locura del aborto y la perversa ideología de género.
A ambos no les parece mal matar niños antes de nacer (incluso uno autorizó ya la comercialización de sus restos) y los dos están empeñados en atacar a la familia, a la fe y a la naturaleza humana.
"Dignidad para recibir la Sagrada Comunión"
Así se tituló la carta enviada en 2004 por el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Joseph Ratzinger, a los obispos de los EE.UU. sobre la gravedad de apoyar el pecado del aborto.
"Cuando la cooperación formal de una persona es manifiesta (entendida, en el caso de un político católico, como hacer campaña y votar sistemáticamente por leyes permisivas de aborto y eutanasia), su párroco debería reunirse con él, instruirlo respecto de las enseñanzas de la Iglesia, informándole que no debe presentarse a la Sagrada Comunión hasta que lleve a término la situación objetiva de pecado, y advirtiéndole que de otra manera se le negará la Eucaristía", dice el texto.
Un católico sería "culpable de cooperación formal en el mal e indigno para presentarse" a la Eucaristía, "si deliberadamente votara a favor de un candidato precisamente por la postura permisiva del candidato respecto del aborto y/o la eutanasia".
Cuando un fiel católico ya ha sido instruido sobre la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto, pero aún mantiene su postura pública "con obstinada persistencia" y se presenta a recibir la Comunión, "el ministro de la Sagrada Comunión debe rechazar distribuirla".
"Esta decisión, propiamente hablando, no es una sanción o una pena. Tampoco es que el ministro de la Sagrada Comunión está realizando un juicio sobre la culpa subjetiva de la persona, sino que está reaccionando a la indignidad pública de la persona para recibir la Sagrada Comunión debido a una situación objetiva de pecado", precisa el texto.
La encíclica Evangelium vitae describe en el numeral 73 que "el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia".
"En el caso de una ley intrínsecamente injusta, como una ley que permite el aborto o la eutanasia, NUNCA ES LÍCITO POR TANTO OBEDECERLA, o participar en una campaña de propaganda a favor de tal ley o votar por ella", agrega.
Los cristianos tienen "una grave obligación de conciencia de no cooperar formalmente en prácticas que, aún permitidas por la legislación civil, son contrarias a la ley de Dios".
[Fuente: The Washingon Post / Aciprensa / La Nación]