El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos. La vigilia celebrada en la noche del sábado en muchas parroquias y transmitida por redes sociales a consecuencia del confinamiento obligatorio permitió vivir el mensaje de Cristo que nos libera de la muerte eterna.
San Pablo dijo "Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe" (I Corintios 15,14) y es así verdaderamente. Cristo nació de su Santísima Madre que aceptó libremente la invitación de Dios, vivió unos pocos años en este mundo y su muerte y resurrección confirman que no hay imposibles para quienes son fieles al Señor.
Cuando se celebra la Resurrección de Cristo se está celebrando también la propia liberación, ya que se celebra la derrota del pecado y de la muerte. Si Jesús está vivo y junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?
Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles a Cristo, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.
Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios.
Pero, como Jesús sí resucitó y estuvo 40 días entre los suyos, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.
Luego de haber vivido estos días tan importantes para un hombre de fe como el Jueves (con el gran signo del lavado de los pies de los apóstoles y la instauración de la Eucaristía), el Viernes (con la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo) y el Sábado (con su especial clima de dolor y alegría anticipada por la promesa que se cumplirá), los cristianos fieles al Señor pueden vivir en adelante con la seguridad de que sus vidas tienen sentido.