En la mañana de este Jueves Santo -18 de Abril- el obispo de la diócesis de San Isidro, monseñor Oscar Vicente Ojea, presidió la celebración eucarística en la que se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos para los enfermos y lo que se van a bautizar.
El crisma (del latín "unción") es la materia sacramental con la que son ungidas las personas al ser bautizadas, son signados los que reciben la confirmación y son ordenados los obispos y sacerdotes, entre otras funciones.
El Santo Crisma representa al mismo Espíritu Santo y debe ser aceite de oliva perfumado.
En la homilía el obispo Ojea señaló que "La unción se realiza para diversas finalidades, pero siempre se dirige a la totalidad de la persona envolviendo todo el ser y al mismo tiempo es símbolo de gozo y alegría. Es envolvente como el perfume, penetrante como el aceite que impregna la piedra y queda en ella para siempre y se expande por la totalidad del cuerpo sin dejar lugar ni espacio sin ungir."
"Hoy en esta Misa Crismal, todos: obispos, sacerdotes, consagradas y consagrados juntos con todo el laicado, le pedimos al Padre que renueve en nuestros corazones la unción del Espíritu que hemos recibido en el bautismo. La misma unción con que ungió a su Hijo amado y que Él nos comunicó abundantemente con sus santas manos."
"La unción se derrama para curar, para consagrar y para enviar."
"En primer lugar la unción cura y sana. ¡Cuánto necesitamos del alivio y del consuelo de la unción para que se derrame sobre nuestros pecados y los de toda la Iglesia hermanándonos y sin dejar ningún resquicio para el desamor, para nuestros odios y rencores!"
"La unción también consagra, es decir, nos sumerge en una intimidad singular con el misterio de Dios que nos revela nuestro verdadero nombre para poder salir de nosotros mismos con una identidad propia. La unción nos conduce siempre a un encuentro con Jesús que nos hace nacer de nuevo a nuestra más profunda de verdad."
"La unción nos envía, nos llena de coraje para que podamos ser Iglesia en salida. “Yo soy una misión en esta tierra y para eso estoy en este mundo' (E.Gaudium 173)".
"Que en esta Eucaristía podamos renovar la unción del Espíritu que nos cura y nos sana por dentro, la unción que nos hace pertenecer más hondamente a Jesús en la consagración ya que Él respeta y ama como nadie nuestra singularidad y que renueve nuestro gozo de ser enviados", expresó el prelado.