Misa por el Capitán Aldo Garrido a 10 años de su muerte
En la misa habitual de las 19:00 en la Catedral de San Isidro, este lunes 18 de Febrero se rezó especialmente por el recordado policía Aldo Garrido, al haberse cumplido una década de su lamentable deceso.
Estuvieron presentes en la celebración eucarística oficiada por el obispo Oscar Ojea, la viuda Marta Barberis, el intendente Gustavo Posse, el presidente del Concejo Deliberante, Dr. Andrés Rolón, el fiscal Carlos Stornelli (que era ministro de Seguridad bonaerense cuando asesinaron a Garrido), comerciantes, representantes de las fuerzas de seguridad y miembros de entidades intermedias.
La imagen del templo, a 10 años y un día del episodio que sorprendió a la comunidad, refleja que, si bien la llama del recuerdo está presente en miles de vecinos, ya no provoca la participación de aquellos días. Algo menos de 100 personas sumadas a las que asisten a misa en días de semana están muy lejos de la multitud que colmó la catedral y las calles a mediados de Febrero de 2009.
Luego de la lectura que recordó la conocida tragedia de Caín matando a su hermano Abel, su huída y su actitud de desprecio ("¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?"), el obispo mencionó que él aún no había llegado a la diócesis (comenzó su ministerio como coadjutor en Diciembre de 2009) cuando supo por los medios de comunicación de la conmoción que provocó la muerte de Garrido.
En su reflexión, el prelado destacó la diferencia que existe entre la violencia y el amor en cuanto a las reacciones que provocan. Mientras la violencia insta a una respuesta inmediata, el amor trabaja despacio para lograr sus efectos. Señaló, además, la indiferencia, la dureza del corazón de Caín, quien intenta desligar toda responsabilidad para con la integridad de su hermano.
Sin dudas, muchas de las cosas que se viven en la Argentina tienen relación con esta actitud de Caín, de pretender eliminar la culpa desechando el vínculo, relativizando los lazos, destruyendo una pieza fundamental de la dinámica social: el interés por el otro. Es por eso que algunos hechos de honestidad, de entrega y de sacrificio, de compromiso y de coherencia, parecen cada vez más excepcionales. Un policía, un médico o un docente que cumple con lo que juró defender, que se esfuerza más allá de sus conveniencias personales, le sugieren a muchos que son poco comunes, aunque no sea realmente así.
Al concluir la celebración, el obispo Ojea bendijo una placa y un diploma que luego miembros de la policía le entregaron a Marta Barberis quien, emocionada, agradeció el homenaje y el recuerdo.
Aldo Garrido se desempeñó durante 32 años al servicio del centro comercial sanisidense hasta que intentó evitar un robo perpetrado por una pareja de delincuentes en un local de ropa y recibió un disparó que lo hirió de muerte. Los asesinos fueron condenados a cadena perpetua.
