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Sin Jesús, la Navidad es una fiesta vacía
   
La celebración de la Navidad incluye símbolos, música, gestos e intenciones que todos, en mayor o menor medida, reconocen.

La Navidad no es otra cosa que el momento del año más importante para un cristiano, habida cuenta de que se valora el nacimiento de Jesús, hijo de Dios, crecido en el vientre de su Santa Madre, en la lejana Belén, dando un nuevo origen a la historia. Tan importante fue que sabemos cuánto tiempo pasó con sólo ven en qué año vivimos.

Pero para una parte importante del mundo la Navidad está vaciada de contenidos, con la activa participación de los medios de comunicación, tan volátiles, superficiales y atentos a los negocios a como dé lugar. Por estos días, valga el ejemplo, un canal de televisión muestra a su staff colgando cintitas de un árbol que ni siquiera es un pino. Ni pesebre, ni pino, ni estrella, ni nada. Cualquier referencia al cristianismo es deliberadamente evitada.

Fuera de este caso es, a través de los medios (la televisión y el cine en primer lugar), como se desvirtúa el sentido de la Navidad convirtiéndola en una referencia constante a ambientes nevados, a renos y a un personaje que nunca remite al sentido real del acontecimiento.

Porque, hay que decirlo, la Navidad no es un hecho social, aunque nos agrupemos para celebrarla. La Navidad es un acontecimiento estrictamente religioso que remite al nacimiento del Hijo de Dios, a la Virgen María, a San José y al Reino celestial. Es por eso que es sinónimo de alegría, porque creemos en que Dios se puso a nuestro lado para mostrarnos el camino a seguir para salvarnos. ¿No es suficiente motivo?

"Si quitamos a Jesús, ¿qué queda de la Navidad? Una fiesta vacía", acaba de señalar el Papa en la bendición de las imágenes de Jesús que la gente lleva tradicionalmente cada año a la plaza San Pedro.

Ubicar en el centro de estos días al obeso regalador de obsequios, vestido de gaseosa, transportado en trineo tirado por renos desde ficticias latitudes cubiertas de nieve, es, al menos, un mal negocio.

Papá Noel no remite a Jesús ni le interesa que lo asocien con Él. Papá Noel trae un mensaje de bondad tan serio como el que daría el Pato Donald.

Con el relativismo omnipresente sumado a la escasa formación en distintos campos, la sociedad promueve, acepta y disfruta del cartón pintado, de la superficialidad que invita a considerar que todo... da igual. Por eso nadie reacciona o rechaza que le digan que la Navidad "va más allá del hecho religioso". Si alguien estuviera mínimamente instruido se daría cuenta que eso es erróneo, cuando no ofensivo.

Todos saben (al menos reiteradamente se ha publicado) que el nombre Papá Noel deriva de "Papá Navidad" y que Santa Claus es el nombre al que se llegó desde el germánico Sankt Nikolaus. Como sea todo nace en San Nicolás (de Myra o de Bari), un obispo turco del siglo IV que combatió los cultos paganos y el arrianismo (que niega la divinidad de Cristo), que salvó a 3 niñas de la prostitución, en cuyo honor se construyeron más de 2.000 templos, y que es patrono de Rusia, Grecia y Turquía.

Pero para los medios de comunicación –grandes dueños de nuestra agenda de comentarios y temas de conversación- la Navidad en la Argentina se viste de rojo y blanco, copos de nieve y trineos, casi nunca de pesebre, Niños Dios y Sagrada Familia.

Dios no forma parte de lo cotidiano para los medios masivos de prensa, ni en la mención expresa ni en el seguimiento de sus enseñanzas básicas. En el cambalache diario de la televisión, la web y la radio entran en el mismo nivel de "seriedad" el horóscopo, las cartas astrales, el reiki y las "energías", y si aparece la valoración sobre la tarea de la Iglesia sólo está en el abordaje de temas sociales (pobreza, principalmente), nunca sobre aspectos pastorales.

La triste caricatura de San Nicolás, el jocoso Santa Claus/Papá Noel es parte del empobrecimiento de la espiritualidad, más cercano en estos tiempos a la vacua emotividad que a la profundidad de la Fe y el cimiento de la vida.

Recuperar la Navidad, la auténtica, la nuestra, la que revela el misterio, la que da sentido, la que estremece y proyecta, es misión de un buen cristiano. Suponer que Dios hará el milagro de un mundo mejor sin nuestra participación no es, como se podría suponer, adjudicarle el poder (que sí lo tiene) de cambiarlo todo cuándo y cómo se le plazca. Es, sin dudas, no entender aún que Él hace el milagro cuando nosotros, tan falibles, tan escasos, tan limitados, ponemos en sus manos los cinco panes y dos pescados de nuestra pobre humanidad.

Bueno sería también, y es posible, que volvamos a recuperar a los Reyes Magos por encima del pobre obeso Papá Noel, inflado de tanta gaseosa. Valga ver que los Reyes tienen siempre cerca al Niño Dios, los vemos cruzando el desierto en su búsqueda, los recordamos venerando al pequeño Jesús en su humilde pesebre, los miramos entregando oro, incienso y mirra para honrar el milagro.

En cambio, Papá Noel no anuncia nada, no nos lleva a algo trascendente. Tan sólo parece que en algún misterioso sitio nevado fabrica juguetes y viaja una vez al año por el mundo para meterse por estrechas chimeneas. Una fantasía que es cada día más difícil de sostener y que rápidamente se muere sin dejar efecto residual.

Valga decir, que esta consideración no tiene por finalidad atacar la fantasía, la ilusión. Es que de nada sirve ubicar en el centro de la escena a Papá Noel cuando no es él el centro, sino Jesús, Dios mismo que elige tomar la frágil condición humana y acercarnos el milagro de la salvación.



Finalmente, es de mencionar que la dilución del mensaje cristiano también se ve en tarjetas y mensajes de saludo. Si alguien no cree, no tiene la fortuna de tener la cosmovisión de un cristiano, es una cosa. Pero si se tiene la convicción de un hombre de Fe, de que Jesús es el hijo de Dios y de que con Él la vida tiene un sentido pleno ¿cómo saludar entonces con un mensaje anodino, lavado, desprovisto de un perfil evangelizador? Es otra de las consecuencias de este proceso de descristianización de la Navidad: Algunos –tal vez más de la cuenta- suponen que “para no herir la sensibilidad de los que no creen” deben evitar mencionar sus propias convicciones. Nada más errado.

La Navidad no es algo “lindo”, “bonito”, para que disfruten los chicos. La Navidad es algo valioso y es para todos. Y el mundo que vemos en muchos aspectos "patas para arriba" está así por dejar de lado el mensaje de Jesús: amar al prójimo, defender al desposeído, aprender a perdonar, honrar a Dios, ser honesto y esforzado, trabajar por la justicia.

Revitalizar la Navidad, ponerla en su lugar, dotarla de lo que le pertenece y liberarla de lo que le es ajeno es misión de cada hombre y cada mujer que reconoce en Jesús el centro de su existencia.


-> Alberto Mora

 
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