El obispado de San Isidro informó que la Santa Sede declaró, el 16 de Noviembre, la dimisión de Cristian Gramlich (58 años de edad y más de 30 de sacerdote) "quedando privado de todo ejercicio del ministerio sacerdotal".
El comunicado señala que en Marzo de 2012, el nuevo obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, recibió información "referida a comportamientos graves e indebidos" del Padre Cristian Gramlich, párroco de Santa Rita (Darragueira 630, Boulogne) y director pastoral del colegio "Juan XXIII" [Francisco Beiró 230, Boulogne].
Si bien las víctimas no quisieron iniciar una investigación judicial (sus motivos tendrán), el obispado de San Isidro se puso "a disposición de los denunciantes y, cumpliendo con las normas de la Santa Sede, se iniciaron los procedimientos previstos por la Iglesia para examinar esas conductas", dice el comunicado.
Mientras se desarrollaba la investigación, Ojea apartó de sus labores a Gramlich y, en Mayo de 2013, a partir de nuevos antecedentes, se le permitió celebrar la Eucaristía y otros sacramentos, aunque impidiéndole confesar, realizar tareas pastorales con niños o adolescentes, y residir en la diócesis.
En 2014 el presbítero Cristian Gramlich comenzó a realizar algunos servicios ministeriales en la diócesis de San Martín y actualmente se desconoce su paradero.
Frente a esta medida de dimisión por parte de la Santa Sede, el colegio "Juan XXIII" también emitió un mensaje en el que invitó a rezar por la "sanación de nuestra comunidad y de todos los involucrados y heridos". "Esta noticia nos entristece y conmueve profundamente como comunidad educativa y parroquial. También nos fortalece en la esperanza y nos renueva la confianza en la Iglesia, servidora de la verdad y la justicia", indicaron.
Gramlich cumplió funciones en el colegio "Carmen Arriola de Marín" donde también habrían ocurrido abusos y, a pesar de ello, en 2004 fue trasladado por obispo Jorge Casaretto como director pastoral del colegio "Juan XXIII" y párroco de Santa Rita, en Boulogne, donde se acumularon las conductas indebidas.
El daño
Estremece pensar en cualquier caso de abuso que sufra una persona. Y mucho más un niño.
Consterna descubrir que quien somete a su antojo más bajo es una persona en quien, naturalmente, se deposita confianza como un docente, un amigo o un sacerdote.
El abuso, como está claramente demostrado, provoca daños de diversa magnitud: crisis emocionales, adicciones, imposibilidad de relacionarse, violencia, trastornos sexuales, etc.
Pero corresponde también tener en cuenta todo el daño que provoca en la familia y en la comunidad.
Cristian Gramlich, según trasciende, era señalado por situaciones de abuso en los años en que cumplió funciones sacerdotales en el colegio Carmen Arriola de Marín. Sin embargo, aunque pudieran ser infundadas las acusaciones, correspondía exagerar en la prudencia y no ubicarlo en tareas pastorales con niños y jóvenes en otro colegio a menos de 10 km. y, encima, como párroco de una comunidad numerosa como lo es Santa Rita.
Fuera del caso de Gramlich, con casi 32 años de sacerdote y la mitad con casos de abusos que recién ahora lo dejan fuera del ejercicio de su ministerio, también hay otros casos que hacen gran daño a la feligresía.
Sacerdotes que desobedecen a la Iglesia de distintas formas, que se arrogan el derecho de cambiar a su antojo la liturgia, que ocultan su condición dejando de usar indumentaria sacerdotal, que priorizan posturas políticas partidarias por encima de su consagración, que no son atentos, receptivos y considerados con los fieles, que son capaces de entregarse al coqueteo de feligresas o que se permiten detonar su compromiso libremente asumido acostándose con alguna, dañan, boicotean, agreden lo más noble que juraron libremente defender.
Un sacerdote que no es ejemplo de coherencia, que se excede en comida, bebida o tabaco, que es vulgar en su expresión, también hace daño, tal vez lentamente, en la comunidad que espera de él mucho más.
Las vocaciones sacerdotales no abundan y las muchas instituciones educativas con orientación religiosa en San Isidro no provocan que las iglesias se colmen de jóvenes, mas bien todo lo contrario.
La cantidad de sacerdotes formados en San Isidro que claudicaron a los 10 o 15 años de ejercicio no son pocos. En algunos casos, incluso, estúpidos anuncios públicos de que abandonaban el compromiso asumido por una mujer, provocaron más decepción.
Ofrecer a niños y jóvenes (y también a adultos) modelos de bajo vuelo, con escasa exigencia y limitado esfuerzo, centrado más en la asistencia social que en la fortaleza espiritual, es un acto de torpeza o impericia equiparable a una bomba de tiempo que sólo puede producir estragos.
Beccar Varela, Di Nucci, Loza, Varano, Grehan, Sanjurjo, por mencionar algunos, no son hombres que se levantaron un día y arremetieron contra lo que le habían prometido a Dios mismo. Fueron a de poco. Una libre interpretación, una desobediencia, la soledad, el cansancio y, sobre todo, una mala formación que debió tener una mirada adulta e íntegra. Seguramente hubiera sido mejor hacerlos desistir de la ordenación, antes de que la Iglesia, los fieles y la comunidad en su conjunto paguen las consecuencias.
Comunicado de prensa del obispado de San Isidro
En el mes de marzo del año 2012 Monseñor Oscar Ojea recibió información referida a comportamientos graves e indebidos del sacerdote Cristian Gramlich. Inmediatamente se puso a disposición de los denunciantes y cumpliendo con las normas de la Santa Sede se iniciaron los procedimientos previstos por la Iglesia para examinar esas conductas.
Cabe mencionar que en ese momento el Obispo juzgó prudente retirar de su oficio de Párroco de la Parroquia Santa Rita, Boulogne, al mencionado presbítero.
Tanto en ese momento, como ahora y cumpliendo las normas para estos casos, se protege la identidad de los denunciantes y el contenido de sus declaraciones.
El 16 de noviembre de este año el Obispado de San Isidro comunicó que la Santa Sede ha decretado la dimisión (pérdida del estado clerical) del presbítero Cristian Gramlich, quedando privado de todo ejercicio del ministerio sacerdotal.
En nombre de la comunidad diocesana de San Isidro, y de modo especial de sus Obispos y sacerdotes, expresamos el pedido de perdón a quienes han sido afectados por estas conductas.
Renovamos nuestra oración por los involucrados y heridos en esta situación y hacemos propio el deseo del papa Francisco en el que expresa: "Cuidémonos los unos a los otros, cuídense entre ustedes".
Estas situaciones y las heridas que conllevan nos conmueven profundamente. Por eso renovamos el deseo de asumir la verdad, pedir perdón y reparar, ya que estos actos son contrarios a la Palabra de Dios y a la misión evangelizadora de la Iglesia.
Compartimos el dolor de las personas afectadas, y expresamos nuestro deseo de promover una cultura del cuidado de los niños y de los jóvenes.
Pbro. Máximo Jurcinovic
Vocero del Obispado de San Isidro