Queridos hermanos, nuestra diócesis de San Isidro tiene el privilegio de tener este santo, laico, hombre de familia, hombre de trabajo, hombre de oración.
Hoy quisiera tomar solamente un aspecto de la vida de San Isidro, que es su vida familiar. Él amó entrañablemente a su mujer y a su hijo; trabajaba para ellos; rezaba por ellos, entregó su vida por ellos.
Nosotros nos estamos preparando como Iglesia, para celebrar en el mes de octubre el Sínodo de la Familia. Esta reunión, de muchísimos obispos del mundo tratarán de iluminar y redescubrir la belleza de la vida familiar, y al mismo tiempo de acompañar como Iglesia los problemas y dificultades de cada familia.
Muchas veces dije que si nosotros sumáramos los dolores del mundo como cualitativamente, el dolor de las separaciones; el dolor que significa comenzar una vida, una historia, y tener que cortarla; el dolor para el vínculo mismo y también para los chicos es inmenso. La Iglesia tiene que estar presente, tiene que acompañar, tiene que escuchar, tiene que ser misericordiosa.
San Isidro, que vivió su experiencia de vida familiar como santo laico, junto a Santa María de la Cabeza, puede ayudarnos con su intercesión, con su oración delante de Dios, para que nosotros podamos redescubrir la realidad de nuestras familias. Familias de distinto tipo, cada una con su historia, pero familias que necesitan ser escuchadas, comprendidas, acompañadas.
La familia es una escuela de vida, una escuela de humanismo, no hay otro modo de amar allí, no hay otro modo de aprender a amar; no podemos aprender a amar fuera de estas relaciones primeras, de estas relaciones profundas que quedan grabadas en el alma y que son como una ventana después para las relaciones sociales que tendremos. Entonces el cuidado, el acompañamiento y la escucha, de los problemas, de las dificultades de las familias es un llamado importantísimo que siente la Iglesia en este momento, y que el Papa ha querido traducir, convocando primero a un Sínodo Extraordinario y ahora el Sínodo Ordinario de la Familia donde se plantearán problemas muy importantes, que hacen a la relación entre la Iglesia y la vida familiar.
Le pedimos a San Isidro, que ilumine a nuestros obispos, que ilumine a todo el pueblo de Dios para poder llevar adelante una pastoral familiar que pueda iluminar y acompañar la vida de cada una de nuestras familias y acercarlas al Señor Jesús.
¡Qué Dios los bendiga! ¡Qué tengan una hermosa fiesta de San Isidro! Este año yo no los voy a poder acompañar porque voy a estar en Roma; lo va a hacer el obispo auxiliar, monseñor Martín Fassi, y voy a estar muy presente espiritualmente junto a ustedes en ese día, ya que si Dios quiere, en ese día, el mismo 15, tendré un encuentro con el Santo Padre. ¡Qué Dios los bendiga!.
Monseñor Oscar Vicente Ojea
Obispo de la diócesis de San Isidro