El obispo diocesano, monseñor Oscar Ojea, consideró que la fiesta patronal coincidió con un momento clave del seminario, por el traslado de la casa de formación, que bendijo días atrás en un encuentro fraterno con los sacerdotes formadores y los seminaristas.

Monseñor Ojea reconoció que la nueva residencia es mucho más pequeña que la anterior, adaptada también a la cantidad de vocaciones, mucho menor que hace más de 50 años, y pensada para favorecer la vida comunitaria y el traslado hacia el seminario metropolitano de Buenos Aires.

El obispo de San Isidro deseó que esta fiesta sirva para que, confiados en la oración a San Agustín, los seminaristas crezcan en fuerza reflexiva y el Señor ilumine a los futuros sacerdotes para guiar al pueblo de Dios en el actual contexto cultural y social.

Monseñor Ojea invitó a la comunidad a rezar por el futuro ministerio de los seminaristas y por la comunidad diocesana. "Pidamos por todo este pueblo que necesita ansiosamente sacerdotes santos, sacerdotes según el corazón de Jesús, y pidamos a san Agustín que nos ilumine para que en este tiempo de cambio sea para una mayor fecundidad y para una mayor claridad en la formación de nuestros sacerdotes que se preparan para evangelizar al mundo de hoy y servirlo de todo corazón".

"Encomendemos a nuestros seminaristas –pidió el prelado-. Son pocos pero son buenos. Y están llamados a ser más. A cada joven, a cada corazón, que experimente este llamado, renuevo la invitación de Jesús junto a las orillas del lago de Galilea".