Reflexión del obispo Ojea ante la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII
El domingo 27, segundo domingo de Pascua, día de la Divina Misericordia, el Santo Padre canonizará a Juan Pablo II y a Juan XXIII, beatos.
Que hermoso que es para muchos de nosotros que hemos conocido a los dos Papas.
El recuerdo que tengo de Juan XXIII es el de un hombre mayor, anciano, que fue elegido como Papa de transición, pero que tuvo esa intuición de convocar al Concilio Vaticano II, diciendo "estamos en la primavera de la iglesia, tenemos que escucharnos, tenemos que mirar el mundo con una mirada diferente para poder acercarnos a él para poder convertirlo al Señor Jesús".
Este Papa de la gran intuición, este Papa de corazón grande, tan querido especialmente por los italianos, este Papa humilde, sencillo, santo, hasta sus formas de piedad eran extremadamente sencillas.
El santo padre lo va a elevar a los altares. Que su presencia de hombre sabio, de hombre que acompañó a la iglesia en tiempos muy difíciles, de hombre que supo estar solo, hombre de cambio, hombre de visión, que su presencia desde el cielo nos ayude, nos acompañe y nos estimule a trabajar con alegría en la evangelización en la iglesia.
A Juan Pablo lo hemos conocido más. Lo hemos conocido como un hombre coherente, un hombre que aquello que decía lo vivía. Cómo veíamos en él esta autenticidad. Este hombre que salía a todos los pueblos besando su tierra, buscando en los viajes, en primer lugar afirmar la dignidad humana. Juan Pablo fue el Papa de la dignidad humana. Ese tema es recurrente en todas sus predicaciones. La dignidad del hombre elevado por Jesús, el valor del ser humano amado por Jesús, aquél por el cual Jesús entrega su vida.
Juan Pablo, además, fue el Papa de los jóvenes, él se sentía realmente joven. Papa de pasado deportista. Papa que amaba la naturaleza. Papa que tuvo una extraordinaria experiencia pastoral en Cracovia y que quiso trasladar esta experiencia pastoral también con los jóvenes a todos nosotros. El entusiasmo por la predicación del Evangelio.
Yo querría resaltar en este nuevo santo que vamos a tener canonizado por el Papa Francisco, quería poner de relieve esta coherencia de vida.
Él podía estar en la oración más profunda y salir inmediatamente al diálogo con el hermano, a la predicación.
"Todo tuyo" era su lema, dedicado a la Santísima Virgen. Sin duda que la Virgen lo tuvo de la mano durante toda su vida y que él nos seguirá teniendo desde el cielo de la mano para poder seguir caminando en la esperanza.
Santos, Juan Pablo II y San Juan XXIII, te pedimos por nosotros, te pedimos por nuestras familias, te pedimos por la iglesia para que sea rejuvenecida de verdad, para que pueda cumplir con esta misión de predicar el Evangelio con valentía, con esa valentía que tuvieron ustedes, que no les tembló, especialmente a Juan Pablo, no le tembló el corazón cuando tuvo la valentía de pedir perdón, en el año 2.000, en nombre de la iglesia, por todas sus faltas cometidas a lo largo de la historia. El Papa que no tuvo miedo cuando recibió su balazo y padeció ese tiempo en el policlínico Gemelli, pudiendo regalarnos esa carta hermosísima sobre el dolor salvador.
Que nos contagien estos Papas a no tener miedo, a ser valientes, a poder entregar nuestra vida por Jesús y a poder entregar la frescura de su Evangelio a todos los hermanos.
Santos Juan XXIII y San Juan Pablo II, bendice a todo tu pueblo y bendice especialmente a nuestra diócesis de San Isidro.
+ Monseñor Oscar V. Ojea Obispo de la diócesis de San Isidro