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¿Qué es un diácono?
   
El diaconado es una institución divino–apostólica, no meramente eclesiástica, o sea, existe el orden del diaconado en la Iglesia por voluntad de Jesucristo y diáconos por institución apostólica, como enseña el Concilio Vaticano II: "El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbíteros y diáconos".


En muchos lugares del Nuevo Testamento se habla de los diáconos, por ejemplo:

  • De su institución por los apóstoles: Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron:«No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra». Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármena y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos (He 6,1–6);
  • Testimonia San Pablo a los filipenses: "Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los epíscopos y diáconos" (Flp 1,1);
  • Cualidades que deben tener: "los diáconos deben ser dignos, sin doblez, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; que guarden el Misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se les someterá a prueba y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos" (1Tim 3,8–10);
  • Además se puede ver la función diaconal ya diferenciada en Ro 12,6–9: "Pero teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el servicio, en el servicio; la enseñanza, enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez, el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad. Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien..."

Es sobre la base de estos y otros textos, tanto de la Sagrada Escritura cuanto de la Tradición, que el Concilio de Trento definió como dogma de fe la existencia del diaconado.


¿Quién puede ser un diácono permanente?

Dado que quien se incorpora al diaconado pasa a ser un ministro, es decir, un clérigo, por el hecho de recibir el orden sagrado, las personas que lo reciben deben tener una preparación de tres años para recibirlo.

Esta preparación, como lo establece el Derecho Canónico en el canon número 236, deberá ser de tal manera que ayude a los diáconos a cultivar su vida espiritual y ayudarles a cumplir dignamente los oficios propios de ese orden. La forma concreta en que se verificará dicha preparación quedará establecida por cada uno de los obispos en sus diócesis.

Pueden ser diáconos permanentes todos aquellos varones bautizados que han recibido la debida preparación. Si son célibes, deberán permanecer célibes y si son casados permanecerán como tales. Si enviudan, no pueden volverse a casar, salvo una dispensa expresa, ya que como clérigos atentan inválidamente el matrimonio quienes han recibido las órdenes sagradas. (Canon 1087 del Código de Derecho Canónico).

Por lo tanto el diácono no es simplemente una persona de ayuda al párroco o al sacerdote. Comporta todo un servicio al pueblo de Dios. De ahí la preparación espiritual, humana, teológica y filosófica que deba tener previo al ejercicio de su ministerio.


El sacramento del orden sagrado

Enseña la fe católica que el sacramento del orden es uno solo pero, al mismo tiempo, que hay tres órdenes sacramentales instituidos por Jesucristo. ¿Cómo se armoniza esta pluralidad de órdenes con la unidad del sacramento del orden? El episcopado, el presbiterado y el diaconado son partes potenciales del sacramento del orden, o sea, que participan, según grados diferentes, de la perfección del sacramento del orden, de tal manera que la perfección se encuentra plenamente en una de sus partes –el episcopado–, y limitadamente en las otras, y en cuanto se acercan a la primera.

Por eso el sacramento del orden, no obstante su pluralidad –episcopado, presbiterado, diaconado– conserva su unidad.

Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: "Los diáconos participan de una manera especial en la misión y en la gracia de Cristo. El sacramento del Orden los marcó con un sello (‘carácter’) que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo que se hizo ‘diácono’, es decir, el servidor de todos".

Decía San Ignacio de Antioquía: "Los diáconos son los imitadores de Cristo porque ellos son los servidores del obispo, como Cristo es el servidor de Dios Padre", por eso agrega: "A los diáconos ha sido confiada la ‘diaconía’ de Cristo". Como dice un autor: "El diaconado es propiamente, en las diversas esferas de su ministerio, la forma sirviente del sacerdocio". No obstante por el carácter sagrado del diaconado, o denominación extrínseca, se habla, algunas veces, de que «están constituidos en un tercer sacerdocio".


Tareas del diácono

En el "motu proprio" Sacrum diaconatus ordinem (18 de Junio de 1967) señala Pablo VI los oficios de los diáconos y los servicios propios en las obras de predicación, de caridad y de apostolado: "Es propio del diácono...

  • asistir al obispo y al presbítero dentro de las acciones litúrgicas, en las cosas que le atribuyen las rúbricas;
  • administrar solemnemente el bautismo;
  • custodiar la Eucaristía, distribuirla a sí mismo y a los demás, llevarla como viático a los moribundos y dar la bendición eucarística;
  • cuando no hay sacerdote, asistir y bendecir, por delegación del obispo o párroco, a los matrimonios que se celebran;
  • administrar los sacramentales y presidir los ritos de funeral y sepelio;
  • leer a los fieles la Biblia e instruir al pueblo y exhortarlo;
  • presidir los oficios y oraciones del culto cuando no está presente el sacerdote;
  • dirigir las celebraciones de la Palabra;
  • desempeñar los oficios de caridad y administración y las obras de servicio asistencial;
  • gobernar legítimamente, en nombre del párroco y del obispo, las comunidades alejadas;
  • fomentar y ayudar las obras apostólicas de los laicos".
 
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