"Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. Celebramos hoy la solemnidad de la Virgen Inmaculada, preservada de toda mancha de pecado original. Es una fiesta en la que reconocemos que María Santísima, la toda hermosa, ha sido desde el primer momento de su existencia envuelta por el amor del Padre, colmada por la gracia del Hijo y cubierta con la sombra del Espíritu Santo. Encomiendo a Ella, al tenerla como ejemplo de gracia y modelo de santidad, los anhelos y buenos deseos que infunde en nosotros este tiempo de Adviento".
Así se dirigió el sábado 8 de Diciembre el Papa en español a la multitud congregada en la Plaza de San Pedro para el Angelus. Antes de esas palabras en español y del rezo de la tradicional oración, Benedicto XVI exaltó las glorias de la Madre de Dios en uno de sus días litúrgicamente más destacados: "María es Inmaculada por un don gratuito de la gracia de Dios, que sin embargo encontró en ella una perfecta disponibilidad y colaboración".
En efecto, en María "la palabra de Dios encuentra escucha, recepción, respuesta, encuentra ese ´sí´ que le permite encarnarse y venir y habitar entre nosotros".
En ese sentido, "la luz que proviene de la figura de María nos ayuda también a comprender el verdadero sentido del pecado original. En María está plenamente viva y actuante la relación con Dios que el pecado destruye. En ella no hay oposición ninguna entre Dios y su ser: hay plena comunión, pleno entendimiento. Hay un ´sí´ recíproco, de Dios a ella y de ella a Dios. María está libre de pecado porque es toda de Dios, totalmente expropiada por Él, llena de Su gracia y de Su amor".
"En resumen -concluye el Papa- la doctrina de la Inmaculada Concepción de María expresa la certeza de fe de que las promesas de Dios se han realizado, de que su alianza no fella, sino que produce una raíz santa de la cual germina el Fruto bendito de todo el universo, Jesús, el Salvador".