Durante la Misa de inauguración del Año de la Fe, Benedicto XVI recordó el contexto histórico en el que Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II hace cincuenta años e invitó a los fieles a conocer mejor los documentos del Concilio para poder ir a las raíces de la fe y que la Nueva Evangelización no sea sólo un ideal sino que se apoye en una base sólida.
"Esta celebración se ha enriquecido con algunos signos específicos", dijo el Papa: "La procesión de entrada, que ha querido recordar la que de modo memorable hicieron los Padres conciliares cuando ingresaron solemnemente en esta Basílica; la entronización del Evangeliario, copia del que se utilizó durante el Concilio; y la entrega de los siete mensajes finales del Concilio y del Catecismo de la Iglesia Católica, que haré al final, antes de la bendición".
Pero no se trata, subrayó, de "meros recordatorios, sino que nos ofrecen también la perspectiva para ir más allá de la conmemoración. Nos invitan a entrar más profundamente en el movimiento espiritual que ha caracterizado el Vaticano II, para hacerlo nuestro y realizarlo en su verdadero sentido. Y este sentido ha sido y sigue siendo la fe en Cristo, la fe apostólica, animada por el impulso interior de comunicar a Cristo a todos y a cada uno de los hombres durante la peregrinación de la Iglesia por los caminos de la historia".
Éste fue el sentido que el Papa quiso dar a la ceremonia y misa inaugural del Año de la Fe, que coincide además en sus semanas iniciales con el Sínodo de la Nueva Evangelización.
El Papa, que fue perito conciliar durante el Vaticano II, evocó también su experiencia personal: "Durante el Concilio había una emocionante tensión con relación a la tarea común de hacer resplandecer la verdad y la belleza de la fe en nuestro tiempo, sin sacrificarla a las exigencias del presente ni encadenarla al pasado: en la fe resuena el presente eterno de Dios que trasciende el tiempo y que, sin embargo, solamente puede ser acogido por nosotros en el hoy irrepetible".
Y recordó su conocida "hermenéutica de la continuidad", que sitúa los textos del Concilio en armonía con la Tradición de la Iglesia: "La referencia a los documentos evita caer en los extremos de nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante, y permite acoger la novedad en la continuidad. El Concilio no ha propuesto nada nuevo en materia de fe, ni ha querido sustituir lo que era antiguo. Más bien, se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación".
Ésa es la razón del Año de la Fe, porque "si hoy la Iglesia propone un nuevo Año de la fe y la nueva evangelización, no es para conmemorar una efeméride, sino porque hay necesidad, todavía más que hace 50 años. Y la respuesta que hay que dar a esta necesidad es la misma que quisieron dar los Papas y los Padres del Concilio, y que está contenida en sus documentos".
Texto íntegro de la Homilía del Papa