En la catedral de Málaga (España), hasta el mes de Junio, puede verse un Cristo único, a tamaño natural, que no sigue la tradición artística de la imaginería española ni andaluza, sino los rasgos forenses que describe la Sábana Santa de Turín.
Las heridas desgarradoras del látigo romano de tres correas acabadas en bolas de plomo, las más de 50 heridas sangrantes en la cabeza, que sólo un casquete de espinos pudo causar, un cuerpo con una rigidez cadavérica muy pronunciada, antes de que se iniciase la putrefacción, una lanzada en el espacio entre la quinta y sexta costilla...
La Sábana Santa es elocuente para los forenses cuando se analiza con las herramientas modernas, pero la escultura que ha realizado Juan Manuel Miñarro es elocuente a simple vista. "Para realizarla me he olvidado de la tradición, del arte, me he centrado sólo en los datos forenses de la Sábana Santa combinados con los del Sudario de Oviedo", explica este profesor de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, cuya tesis doctoral se centra en la anatomía de los crucificados en la escultura.
"Tengo 58 años y hago imágenes religiosas desde que acabé la carrera, pero la Sábana Santa cuenta lo que los textos bíblicos o las tradiciones artísticas no detallan". Cuando Constantino prohibió las crucifixiones en el siglo IV, el mundo olvidó con qué técnica crucificaban los romanos. De hecho, los evangelios no detallan que se usasen clavos al describir la ejecución de Jesús: sólo el apóstol incrédulo, Tomás, los menciona cuando pide tocar las heridas. Los artistas durante siglos pintaron clavos en las manos. Pero la Sábana Santa y la arqueología coinciden: el clavo va en el antebrazo... como parecen sugerir también las monedas de oro bizantinas del año 685 que se recogen en la exposición.
En la Sábana Santa de Turín hay manchas de sangre, y también una imagen misteriosa, el anverso y el reverso de un hombre barbudo, sus manos cruzadas, sólo cuatro dedos por mano... igual que en las miniaturas del año 1150 del Códice Pray que se guarda en Budapest, como si el dibujante hubiese visto la Sábana a simple vista, antes de que desapareciese de Constantinopla en la Cuarta Cruzada, en 1204, para reaparecer en 1353 en Lyrey, Francia, en manos del caballero Geoffreyde Charny, heredero de cruzados franceses.
En 1988 se tomaron fragmentos de la Sábana Santa para datarlas por Carbono-14 en tres laboratorios distintos en Arizona, Oxford y Zúrich. Esta prueba la databa como una tela producida entre el año 1260 y 1390. ¿Cómo puede entonces inspirar monedas, retratos o miniaturas de varios siglos antes? El productor de la exposición de Málaga, Álvaro Blanco Cruz, señala dos posibles causas de que la prueba del Carbono 14 sea ineficaz: que se tomasen para la prueba remiendos posteriores o que la prueba no funcione por ser tejido contaminado por causas ambientales, incendios, etc...
Propiedades irrepetibles
Álvaro Blanco enumera las propiedades de la Sábana, "nueve características que nadie ha podido reproducir juntas". "Es extremadamente detallada, y el microscopio muestra los arañazos del látigo romano. La imagen no usa tintes ni pinturas. Tiene muchas resistencia a las altas temperaturas sin que se pierda la imagen. No se decolora. Es un negativo gigantesco sobre lino, que sólo se ve al invertir la imagen, varios siglos antes de inventar la fotografía. Tiene manchas de sangre, de tipo AB, igual que el Sudario de Oviedo. La imagen es tremendamente superficial, apenas penetra en la tela, no muestra direccionalidad como una pintura. Y con la tecnología moderna podemos ver en ella volumen en el rostro, el cuerpo, la nariz, las mejillas, etc."