Las gaitas escocesas y la voz de Susan Boyle frente a Benedicto XVI serán parte de los sonidos que quedarán en el recuerdo de la primera jornada de la visita del Papa a Gran Bretaña, en la que desde el primer instante hubo una imagen histórica: el recibimiento de Isabel II a un Papa de Roma, al que se tributa honores de Estado.
El domingo 19, en Birmingham, será la beatificación del cardenal John Henry Newman (1801-1890), teólogo y filósofo que en 1843 abandonó el anglicanismo y se ordenó sacerdote católico en 1847, y es una figura de gran importancia para la Iglesia.
La importancia del viaje viene reflejado por el despliegue de la BBC, que ha acreditado cerca de 400 profesionales, algo más que las 292 personas que envió a cubrir el Mundial de Sudáfrica y eso que en Inglaterra, como han bromeado algunos comentaristas, el fútbol es casi sagrado.
Hay quien atribuye ese despliegue al hecho de que el director general de la BBC, Mark Thompson, es católico practicante, aunque también es visto como un modo de compensar las críticas que con razón recibe la corporación pública de radiotelevisión de desatender el fenónemo religioso o incluso moverse por prejuicios anticristianos.
La cantante Susan Boyle, la católica escocesa que hace dos años saltó del completo anonimato a la fama global con su participación como en un concurso televisivo, será la encargada de dar la bienvenida al Papa a su llegada a Bellahouston Park de Glasgow, donde tendrá lugar una misa multitudinaria.
Debido a que la reina y su esposo cada año por estas fechas se encuentran siempre en Escocia (pasan de vacaciones el mes agosto en Balmoral y en septiembre protagonizan diversos actos en la región), el viaje del Papa comienza precisamente por el norte de la isla.
A la recepción oficial en Holyroodhouse no podrá acudir el "premier" David Cameron, que se encuentra de funeral por su padre. Cameron tendrá ocasión el sábado de saludar personalmente al Papa, quien ha expresado su intención de rezar por el padre del primer ministro.
"La autoridad de la Iglesia no fue suficientemente vigilante (...), no fue suficientemente rápida y firme para tomar las medidas necesarias", declaró el pontífice a los periodistas que lo acompañaban en el avión que lo llevó a la capital escocesa. "Estas revelaciones fueron para mí un golpe y una gran tristeza". Respondió así de entrada a los grupos laicos británicos que, en vísperas de su visita, lo criticaron por su falta de reacción ante las numerosas denuncias, especialmente en la vecina Irlanda, y llegaron a acusarlo de encubrir algunos casos.
"Hoy, el Reino Unido se esfuerza por ser una sociedad moderna y multicultural. En esta exigente empresa, espero que pueda mantener su respeto por los valores tradicionales y las expresiones culturales que formas más agresivas de secularidad hoy ya no valoran o incluso toleran", dijo.
"No dejemos que esto oscurezca el fundamento cristiano que apuntala sus libertades", agregó el Pontífice, que a lo largo de estos días debería insistir en el papel que las diferentes confesiones cristianas pueden desempeñar en una sociedad cada vez más secularizada.
La visita del Papa fue criticada en una carta publicada en el diario izquierdista "The Guardian" y avalada por unos cincuenta firmantes, entre ellos destacados adalides de la causa atea, homosexual o abortista, como Richard Dawkins, impulsor de las últimas campañas de anuncios contra la existencia de Dios. La carta rechaza que la Santa Sede tenga rango de país y el Papa sea jefe de Estado, por considerarlo "meramente una conveniente ficción para amplificar la influencia internacional del Vaticano".
Christopher Jamison, portavoz de la visita, restó importancia a esa acción e indicó que el mensaje grabado por el primer ministro y colgado en la web de Downing Street dando una "muy calurosa bienvenida" al Papa, destacando la "enorme contribución" de la Iglesia Católica a la sociedad británica, es una "excelente respuesta a esa carta".
La única visita anterior de un Papa, la de Juan Pablo II en 1982, fue pastoral y aunque en ella el Santo Padre pudo saludar a la Reina, esta vez quien es cabeza de la Iglesia de Inglaterra actúa de anfritriona. Esta es la primera visita de Estado de un Papa al Reino Unido desde que Enrique VIII rompió relaciones con Roma y el catolicismo en 1534, y creó la Iglesia anglicana, para poder divorciarse de Catalina de Aragón.