Al comentar las lecturas dominicales fuertemente vocacionales, el Papa Benedicto XVI invitó el domingo 7 de Febrero durante el Angelus a rezar por el aumento de las vocaciones sacerdotales, a la vez que invitó a los fieles a considerar seriamante el propio llamado vocacional.
El Papa recordó que Dios, de hombres pecadores y débiles, puede hacer intrépidos apóstoles y anunciadores de salvación.
“El encuentro auténtico con Dios lleva al hombre a reconocer la propia pobreza y limitación, el propio límite y el propio pecado. No obstante esta fragilidad, el Señor, rico de misericordia y de perdón, transforma la vida del hombre y lo llama a seguirlo”, dijo el Santo Padre al meditar sobre la llamada divina.
El Pontífice pasó revista a las experiencias de Isaías, Pedro y Pablo ante la llamada de Dios. “Isaías se encuentra frente al Señor y es sorprendido por un gran temor y el sentimiento profundo de la propia indignidad”.
Por su parte Simón Pedro “no se lanza al cuello de Jesús para manifestar la alegría de la pesca inesperada, sino que se tira al suelo en rodillas diciendo ‘Señor aléjate de mí que soy un pecador’. Entonces Jesús le dice: ‘No temas. De ahora en adelante serás pescador de hombres’, y a esto Pedro dejando todo lo sigue”.
“También Pablo –prosigue el Papa- recordando haber sido un perseguidor de la Iglesia, se profesa indigno de ser llamado apóstol, pero reconoce que la gracia de Dios ha realizado en él maravillas y no obstante los propios límites, le ha confiado la tarea y el honor de predicar el Evangelio”.
El Pontífice resaltó la humildad testimoniada en las tres experiencias invitando a “cuantos han recibido el don de la vocación divina a no concentrarse en los propios límites, sino a mantener la mirada fija en el Señor y en su sorprendente misericordia, para así convertir el corazón y continuar con alegría dejándolo todo por Él”.
“Dios hace de hombres pobres y débiles, pero con fe en Él, intrépidos apóstoles y anunciadores de la Salvación", recordó el Papa.
Finalmente Benedicto XVI exhortó a cuantos se descubren llamados por Dios al sacerdocio a “responderle con generosidad, sin confiar en las propias fuerzas, y abrirse a la acción de la gracia” y encomendó a la Virgen María las vocaciones sacerdotales.