Miles de fieles y peregrinos se dieron cita en el mediodía del domingo 5 de Julio en la Plaza de San Pedro, en medio del intenso calor, para rezar el Angelus Dominical con el Papa Benedicto XVI, quien al introducir la oración mariana, recordó que la sangre derramada por Cristo es la manifestación del amor fiel que Dios tiene por todos los hombres, y que como hace Él, al mal ha de responderse con amor infinito para vencerlo.
El Santo Padre recordó que en el pasado “el primer domingo de Julio se caracterizaba por la devoción a la Preciosísima Sangre de Cristo” y que “el tema de la sangre, vinculado al Cordero pascual, es de primaria importancia en la Sagrada Escritura”.
“Desde la flagelación, hasta el ser atravesado en el costado tras la muerte en la cruz, Cristo ha derramado toda su sangre, cual verdadero Cordero inmolado para la redención universal”, agregó el Pontífice.
Citando el libro del Génesis recordó que “la sangre de Abel, asesinado por el hermano Caín, grita a Dios desde la tierra”. “Lamentablemente –continuó– este grito no cesa, porque la sangre humana continúa derramándose por la violencia, la injusticia y el odio”.
“¿Cuándo aprenderán los hombres que la vida es sagrada y pertenece sólo a Dios? ¿Cuándo comprenderán que todos somos hermanos? Cristo no ha respondido al mal con el mal, sino con el bien, con su amor infinito. La sangre de Cristo es la prenda del amor fiel de Dios por la humanidad”, concluyó el Papa.
Seguidamente rezó el Angelus dominical, saludó en diversos idiomas e impartió su Bendición Apostólica.