Mientras todos sabemos que en la Argentina la mayoría de los grandes médicos, ingenieros, químicos, arquitectos, abogados, se formó en la educación pública, desde la primaria hasta la universidad, vemos con estupor en televisión y redes sociales casos incomprensibles de la irresponsabilidad de algunos docentes que, de otro modo, sólo podríamos imaginar en una noche de fiebre muy alta o luego de un golpe grande en la cabeza.
Una docente de Nogoyá diciendo varias veces que la bandera fue creada por San Martín, otra haciendo cuentas y errando en el resultado, la Televisión Pública mostrando docentes que escriben con faltas de ortografía, son sólo ejemplos de una decadencia que no empezó hace 10 años.
Algunos podrán decir que no todos los docentes son tan brutos e irresponsables, y tienen razón.
Si se suma a estas docentes que deberían abandonar su trabajo y dedicarse a otra cosa, el inconstitucional avance ideológico impuesto con la invención del género y la E.S.I., todo lleva a considerar que habría que sacar a los chicos inmediatamente de la escuela, si fuera posible.
¿Cómo es que pasamos de una educación pública de excelencia, con docentes con los mismos sueldos magros pero entregados con cuerpo y alma a sus alumnos y a su comunidad en todo el país, a esta situación de ruina?
El Estado, cuando no, se ha ocupado de permitir o de impulsar esta decadencia sistemática, fabricante de una sociedad inculta, desconocedora de su propia historia y de su propio país, carente de vocabulario y de verdadero interés en aprender.
La estadística decía hace poco que cerca del 50% de los que ingresaban al colegio secundario no lo termina. En ese mismo nivel el grado de deserción o de repitencia se nota ya en el primer y en el segundo año.
Las pruebas PRISA en 2019 mostraron que las cosas siguen estando mal en este campo. Más de la mitad de los alumnos de 15 años no comprende lo más básico de un texto y 7 de cada 10 aún no pueden resolver un cálculo sencillo.
En esa prueba la Argentina quedó en el puesto 63 sobre 77 países evaluados. Esa misma posición tuvo en lectura, en Ciencias estuvo peor (65) y en Matemática peor aún (71).
La entrega que viene haciendo desde hace años el Estado de computadoras o tabletas a las escuelas podrá ser buena en tanto acerca un elemento que, lamentablemente, muchas escuelas pueden carecer y las familias no pueden comprar. Pero, ¿son realmente un avance ante el profundo deterioro en la enseñanza de cuestiones más básicas e importantes? ¿Es parte de un negocio con proveedores de esos recursos? ¿Se considera que Internet es un camino anárquico, cuando no pernicioso, para un niño sin la presencia de mayores responsables?
¿Alguien se acuerda de las prendas de cultura general de Feliz Domingo? ¿Se imaginan un programa semanal hoy con estudiantes de los últimos años del secundario de escuelas públicas? Sería vergonzoso (si no achataran las exigencias en las preguntas...)
Hace 40 o 50 años ir a la escuela pública era garantía de saber y, popularmente, ir a una escuela privada generaba dudas sobre la capacidad del alumno.
Sin dudas, la escuela pública fabrica su propio rechazo. Cualquier familia hace todo el esfuerzo a su alcance para no tener que enviar a su hijo a la escuela del Estado. Sea por la seguridad de que no se suspendan las clases o por escaparle a la bajada de línea ideológica, muchos se sacrifican para que sus hijos vayan, por lo menos, a escuelas parroquiales, no por lo confesional, sino porque suelen ser las más accesibles de las privadas.
La decadencia de la educación lleva muchas décadas y, por el mismo motivo, no tiene una solución fácil ni rápida.
La sospecha de mucha gente es que este cuadro lamentable es parte de un oscuro proyecto gubernamental para tener ciudadanos sin capacidad para comprender, para rebelarse, para buscar explicaciones. Difícil saber si esto puede ser realmente así.
Pero hagamos algo para que alguna vez tengamos un gobierno que piense que la educación sirve para construir un país y no para destruirlo.
Alberto Mora