[2004] - Pronto el visionario Garay pone en marcha aquella idea de “abrir puertas a la tierra”, para lo cual contó con el apoyo económico de su esposa, doña Isabel de Becerra, quien debió vender sus joyas para pertrechar la expedición de “ochenta mancebos y bien nacidos en esta tierra…”, que respondieron al pregón que les ofrecía la oportunidad de compartir su sueño.
El 15 de abril de 1573 partieron de Asunción a bordo de un bergantín de gran tamaño, cinco embarcaciones menores y de numerosas canoas, acompañando a la carabela “San Cristóbal de Buena Ventura” que seguiría viaje a España. Siete meses después, el 15 de noviembre de 1573, en un lugar denominado Cayastá, fundó la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz (Santa Fe La Vieja), primer jalón que deja en su camino al Río de la Plata.
Por aquellos días, habiendo emprendido por tierra una expedición de reconocimiento, se encuentra fortuitamente con una partida que, a las órdenes de Jerónimo Luis de Cabrera, cumplía igual cometido. De esta manera tan casual se conocieron los dos conquistadores, quienes unirían posteriormente su sangre cuando sus hijos María Garay y Gonzalo Cabrera contrajeran matrimonio.
Tres años le demandó a Garay asentar esta población acosada por los naturales que defendían sus tierras, luego de lo cual debió trasladarse por espacio de 2 años al Perú, para concretar en su carácter de tutor las formalidades prematrimoniales para que su parienta, Juana Ortiz de Zárate, contrajera sagradas nupcias con el linajudo Juan Torres de Vera y Aragón.
Cumplida su obligación familiar, Garay regresa a Asunción en 1578 para seguir su derrotero colonizador, cuya próxima meta sería repoblar la desvastada Buenos Aires.
Embarcado en la “San Cristóbal de Buena Ventura”, echó anclas en el Riachuelo de los Navíos el 29 de mayo de 1580, día de la Santísima Trinidad. En los días sucesivos Juan de Garay, valorando la ubicación del Puerto de Santa María de los Buenos Aires, resuelve fundar nuevamente la ciudad, acto que lleva a cabo solemnemente el 11 de junio, cuando rodeado de “diez hombres españoles, cincuenta y cuatro hombres entre criollos y mestizos y una sola mujer”, la legendaria Ana Díaz, pronunció aquellas palabras que registrara el escribano “Yo, Juan de Garay, teniente de gobernador y capitán general y justicia mayor y alguacil mayor de todas estas provincias por el muy ilustre señor licenciado Juan de Torres de Vera y Aragón, del Consejo de Su Majestad… mando que se intitule la ciudad de la Trinidad…”
Con estas mágicas palabras fundó la ciudad que hoy tenemos bajo la denominación de su puerto: Buenos Aires.
La tropa que siguiera por tierra desde Santa Fe, costeando el Paraná fue la que tuvo el raro privilegio de gozar de la primera visión de la zona norte de la nueva ciudad, luego de vadear los arroyos y los ríos de los Arrecifes, el Luján y Las Conchas, siguiendo las sendas o “rastrilladas” de los guaraníes por los Pagos de los Montes Grandes, luego llamados de la Costa: Tigre, San Fernando, San Isidro y Vicente López.
Meses después, Juan de Garay hizo el reparto de tierras o “mercedes” en costa norte de la ciudad, comenzando desde las inmediaciones de lo que hoy es Plaza San Martín en Buenos Aires (zona de Retiro), para terminar un poco mas allá de lo que es San Isidro.
Garay se encuentra fascinado por las fértiles tierras que se extienden al borde del Río de la Plata, lo que lo anima también a lanzarse hacia el sur acompañado con 30 jinetes. Descubre a lo largo del camino emprendido que las aguas van perdiendo su dulzor y color de león, para tornarse saladas y llega, después de varias jornadas, a unas playas cuyas arenas eran bañadas por unas tumultuosas aguas azuladas. Maravillado ante el espectáculo exclamó: “Llamaré a esta ribera la muy galana costa”, pensando que mas adelante fundaría en ella otra ciudad. Otros lo hicieron por él, llamándola Mar del Plata.
Ya de regresado en Buenos Aires, arriba la flota que traía al flamante gobernador de Chile, Alonso de Sotomayor, a quien debía trasladar a Santa Fe para luego seguir hasta el destino de gobierno del recién llegado. Garay lo acompaña en el bergantín “Santiago”, y hacen escala en un paraje de la costa del Paraná para pasar la noche.
Debía estar soñando con los pueblos que se formarían en la gran Cuenca del Plata siguiendo su plan geopolítico, cuando de entre los matorrales surge la mano indígena que le quita la vida y con ella sus sueños de colonización. Otros lo seguirían.
-> Bernardo Lozier Almazán
Director del Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal.