[2006] - Entre los años 1614 y 1746 los jesuitas adquirieron diez de las suertes originales ubicadas en el Pago, incluyendo las de "cabezadas" o prolongaciones de las principales, que no estaban medidas ni amojonadas, situación que les creaba ingentes problemas con los vecinos porque, según denunciaban, los labradores cultivaban en terrenos que pertenecían a la Orden.
A mediados del siglo XVII se presentó el rector de la Compañía solicitando al Alcalde Ordinario don Cristóbal Ximénez la medición y el amojonamiento de "todas las tierras, así suertes como cabezadas que este Colegio tiene amojonadas, por pleitos que cada día hay entre los vecinos, si aran en sus tierras, o en las nuestras, que aunque hacia 28 o 30 años que se midieron algunas, no las amojonaron ni distinguieron suertes de cabezada".
La primera cesión de tierras a la Orden se debe a Hernandarias, quien dio en merced la chacra probablemente abandonada por el colonizador Pedro Fernández, con frente a la actual avenida Luis María Campos, próximo al arroyo Maldonado.
En total, los religiosos poseyeron 1.664 hectáreas, equivalentes a diez suertes originales, parte de ellas en zona de la actual Capital y el grueso en la provincia, superficie totalmente comprendida dentro del Monte Grande en la época de su adquisición.
El frente de esta enorme propiedad media unas 3000 varas y el casco estaba ubicado donde ahora se encuentra el Cementerio del Oeste, o de la Chacarita.
A mediados del siglo XVIII los jesuitas contaban con 210 bueyes, 100 caballos y 10 mulas, además de yeguas que utilizaban para pisar el barro para fabricar adobes. La producción de la chacra, "chácara" o "chacarita" incluía una cosecha de entre 20 y 30 fanegas de trigo, frutas, cereales y legumbres, además de fabricarse en ella los ladrillos que la orden utilizaba para sus construcciones.
Estos datos, provistos por el historiador (y jesuita) R.P. Guillermo Furlong se completan con el inventario de los transportes y herramientas de la Orden, compuestos por doce carretas, dos carretones, 18 azadas grandes, 28 medianas, 22 palas, 5 hachas grandes, 7 medianas, 2 picos y otros elementos de labranza y trabajo.
Los jesuitas también proveían de pabilos a la ciudad y en 1732 este producto crítico escaseo a punto que el Cabildo temió que la ciudad se quedara sin velas, por lo cual nombró una comisión de diputados para que resolvieran el peligro del apagón.
-> Pedro F. Kröpfl
Autor de "La metamorfosis de San Isidro - 2"