Aunque no fue hasta el 14 de Julio de 1816 que quedó oficializado el nombre de San Isidro, muchas cosas habían pasado en esta parte de la Argentina que no todos conocen. En tiempos de la conquista española, las poblaciones autóctonas en las tierras situadas en las márgenes del Río de la Plata eran los guaraníes y los querandíes.
Según la autorizada versión de los primeros cronistas que en el siglo XVI reconocieron estas tierras durante la épica gesta de su descubrimiento, los guaraníes provenían del norte y habitaban las islas y el curso del río Paraná hasta lo que hoy es San Isidro, y los querandíes de raza mediterránea ocupaban la zona norte y el sur del Riachuelo, por lo que fueron los imprevistos testigos del desembarco de don Pedro de Mendoza el 2 de febrero de 1536, cuando fundara la primera precaria población hispánica en el Río de la Plata, bajo la advocación de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire.
Los habitantes prehispánicos de San Isidro formaban parte de la Confederación de los pueblos guaraníes que tenían su centro político, administrativo y religioso en Lambaré, capital indígena en cuya cercanía Juan Salazar de Espinosa fundó el puerto y casa-fuerte de Nuestra Señora de la Asunción, el 15 de agosto de 1537.
Los guaraníes habían alcanzado el mayor nivel de civilización en esta parte de América, centrando su poderío en la región oriental del Paraguay, cuya vida socio-económica se fundamentaba en la actividad agrícola por lo que –al correr del tiempo- fueron ocupando las tierras fértiles ubicadas en las orillas de los grandes ríos e islas de nuestro litoral hasta alcanzar estas costas de San Isidro.
Aquí se establecieron atraídos por la gran fertilidad de estas tierras, formando un pueblo dedicado a la labranza de sus "roxas", como se llamaba a las chacras, donde se cultivaban maíz, batata, maní, poroto, zapallo, etc., utilizando rudimentarias herramientas de trabajo, como azadas y palas contraídas con madera.
Araban la tierra en forma muy primitiva abriendo surcos muy superficiales, razón por la cual se decía que "rozaban" la tierra, dando lugar a que los primeros peninsulares los denominaran "guaraníes de las roxas", por cuanto a las chacras que los indígenas poseían en la actual región de San Isidro se las llamaba "roxas" o rosas.
Encontramos algunos antecedentes del empleo de este término en testimonios de aquella época, como aquellas instrucciones impartidas por Juan de Ayolas, el 12 de febrero de 1537, para que se "procure siempre con los indios que siembren, mandando que nos hagan algunas rosas" para cosechar maíz.
También el teniente de gobernador Francisco Ruiz Galán ordenó "hacer ciertas rosas en las cuales se sembró maíz para que la gente comiese".
Aquella buena relación de los colonizadores españoles con ciertos grupos indígenas no duró mucho tiempo debido a la crueldad implantada por algunas autoridades. Recordemos que Hernando de Montalvo, tesorero del Río de la Plata, informaba que en Buenos Aires, "al principio de su fundación venían a servir más de seiscientos indios" los cuales "se retiraron atemorizados al observar con asombro cómo el teniente de gobernador Capitán Antonio de Torres Pineda mandaba a ahorcar a los caciques".
Su idioma era el guaraní, al que habían incorporado algunos vocablos pampas y quichuas, probablemente por los contactos comúnmente antagónicos mantenidos con los primeros y la relación comercial realizada mediante trueque de productos con los segundos.
Sus viviendas consistían en ranchos construidos con caña, paja, barro y sus techos los armaban con paja totora o juncos, sistema que en un principio debieron adoptar los primeros conquistadores por no disponer de mejores materiales.
Fuente: Bernardo Lozier Almazán