[2005] - 12 de octubre de 1863. Ese día fue para San Isidro algo más que un nuevo aniversario del descubrimiento de América. Fue una fiesta especial porque se inauguraba la línea ferroviaria a la capital. Adiós carretas, mensajerías y postas. Media hora de viaje para llegar al centro. ¡Increíble!. No más caminos de barro y pantanos para el viajero. Llegó el progreso y, de un día para el otro, San Isidro quedó conectado a la capital y al mundo.
El tren cargado de autoridades -ministros, senadores, diputados, funcionarios e invitados especiales- llegó a la estación local justo a las 10:46 hora, exactamente a los 26 minutos de haber salido de la estación Central de Buenos Aires.
El pueblo entero esperó el arribo, embanderado y limpio como nunca se lo vió. La comitiva visitante recorrió el centro al son de la banda de artillería traída para ponerle música al acontecimiento. Un día de gloria, declarado feriado.
A la 13:02 partió el tren de regreso, y desde aquel día el ferrocarril entró en la vida e historia de San Isidro.
Además del tremendo cambio que significó la instalación de la línea ferroviaria, hay anécdotas y episodios que también forman parte de su historia que vale la pena recordar para que se comprenda mejor cómo se luchaba contra la modesta tecnología del trencito.
Había una sola vía y con durmientes de pino que se desajustaban permanentemente (el pino es madera blanda) produciendo constantes descarrilamientos. La locomotora (había dos, una llamada "Belgrano" y la otra, "San Martín") apenas tenía fuerza para trepar la suave cuesta de Olivos y escupía tantas chispas a su paso que dos por tres incendiaba algún campo o los pastizales cercanos a las vías, a propósito de lo cual estaba prohibido sembrar a menos de 30 metros de los rieles. El tren siempre venía demorado y aquel récord de 26 minutos de viaje inaugural quedó pronto en el olvido porque lo usual era que el viaje a la capital no durara menos de una hora y media.
El ferrocarril también creaba grandes problemas cuando caían lluvias copiosas, porque su terraplén impedía el escurrimiento de las aguas, que inundaban las propiedades próximas a las vías. En 1868 los chacareros presentaron al juez de Paz un petitorio solicitando se resolviera el problema porque se les habían inundado no sólo las chacras, sino también el interior de las viviendas. El boleto del tren, de primera, a la capital, costaba 18 centavos.
Con el ferrocarril llegó también una mejora adicional referida a las comunicaciones: el telégrafo, instalado en la estación, en 1864.
[Fuente "La metamorfosis" de Pedro F. Kröpfl]