De la misma forma que los padres buscan el bienestar de sus hijos en muchos aspectos, existen enseñanzas que pueden acercarles felicidad cuando las circunstancias así lo reclamen.
Buscar el bien del prójimo implica correrse del propio lugar, dejar de estar en el centro, para considerar la necesidad material, emocional o espiritual del otro.
Este mensaje muchos padres lo dan pero, tal vez, en relación a la solidaridad de modo “convencional”. Una emergencia como una inundación, una colecta puntual, una colaboración eventual requieren aquello de acudir al necesitado.
Pero hay un aprendizaje que puede ser valioso tener para cuando se es adulto: ofrecerse para ser la familia adoptiva de un niño.
A la idea de la adopción muchos llegan pesadamente ante la imposibilidad de traer hijos al mundo de forma natural. Antes de eso, las parejas reciben muy fácilmente las propuestas científico-comerciales de los tratamientos de fertilización artificial.
Adoptar a un niño es haber aprendido que es él quien necesita mucho más y más urgentemente que nosotros. Es a él a quien hay que satisfacerle un derecho fundamental, es él, desde su vulnerabilidad, el que espera y merece ser amado y cuidado por un papá y una mamá.
Entonces, una notable expresión de la felicidad dirá presente cuando ese hombre y esa mujer, con casi la misma naturalidad que concibiendo, dan los pasos legales para adoptar, generosamente, sin medir edades o condiciones a quien cada día espera con ansias.
Seguramente algunos podrán conocer por experiencia propia o por alguna información que aparece en los medios sobre este tema, pero que sigue siendo poco si se piensa en lo valioso que es para un niño poder tener satisfecho su segundo derecho: crecer en una familia.
Respetado su derecho a la vida -algo de lo que se priva lamentablemente a muchos miles en la Argentina-, un niño debe estar al cuidado de una familia, la biológica o una sustituta por vía de la adopción.
Aunque la adopción ya no se oculta como antes y haya muchos que hablan más naturalmente de ello, sigue siendo escasa la convicción social de que en la adopción son los niños los que tienen derecho a crecer en familia y no los adultos los que tienen derecho a adoptar. La prioridad está en aquel que está privado de cuidados elementales y estables para su sano desarrollo.
La Dra. Damasia Méndez Trongé es abogada especialista en adopción y en la entrevista realizada por Alberto Mora en el programa “Cosas Posibles” (Radio Amadeus 91.1), señaló que existe un marco legal bastante bueno y reciente (del 2015) pero que los inconvenientes aparecen con la interpretación, la aplicación de la ley.
Hay dos tipos de adopción: adopción simple y plena. La plena es la que todo el mundo conoce que el hijo adoptado pasa a ser un hijo propio, y la simple en la que se mantiene el vínculo de origen, con la familia biológica.
La adopción simple es conveniente en algunos casos, pero no en todos, ya que la familia biológica puede ya no ser lo más sano para el niño.
La decisión de qué tipo de adopción se hará recae en el juez interviniente.
Los interesados en adoptar tienen en el sitio web oficial (argentina.gob.ar) mucha información, una guía, un consultorio jurídico, un programa de acompañamiento, tutoriales, etc. Se deben inscribir allí y luego presentarse en entrevistas donde se va definiendo las condiciones de la adopción: edad del niño, salud, hermanos.
Será luego el juez el que decidirá a qué expediente se dará prioridad para disponer del destino de los niños en situación de adoptabilidad (que un niño esté alojado hoy en un hogar no significa que pueda ser adoptado ya).
Consultada sobre si es más fácil para una persona sola o para un matrimonio llegar a concretar la adopción, la Dra. MéndezTrongé señaló que siempre en la Argentina pudo adoptar una persona sola (ahora a partir de los 25 años, antes era desde los 30). Fuera ese dato y por la experiencia profesional de la entrevistada “en Capital Federal por lo que yo conozco hacen mucha promoción o incluso hipervaloración de postulantes homosexuales. Pasa es hay como una ideología o un progresismo que muchos jueces o incluso dentro del RUAGA (Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos) o los registros y estos sistemas de evaluación son muy progres. Desde hace muchos años, desde hace más de 10 o 15 años cada vez están con una posición más pro homosexualidad, pero no es la ley, sino la manera en la que se interpreta.”
Con relación a la edad de los niños sigue sucediendo algo que es natural: esperar que el adoptado sea un bebé o un niño de poca edad.
La adopción es un proceso que requiere que tanto los adultos que desean adoptar, los niños en situación de adoptabilidad y los que entregan en adopción deben madurar la decisión y todo lo que ello implica.
Las dificultades que provocan el sistema o las interpretaciones del marco legal llevan a que un niño crezca institucionalizado, lo que favorece que surjan más inconvenientes para él en principio y para las familias que lo esperan.
Es preciso trabajar en la sociedad para desterrar la idea errónea de que adoptar es casi un delito o que implica abandono “cuando la mayoría de las veces no es así”. Los niños tienen su historia de vida e incluso tienen su historia genética que es preciso conocer en beneficio de todos.
“El problema hoy es el abandono por el Estado”, señaló Damasia Méndez Trongé citando que los informes y las decisiones de parte de la Justicia se extienden exageradamente en el tiempo y es lo que hace que pasen años para que un niño tenga una familia.
Además del trabajo de concientización de la sociedad sobre la importancia de priorizar la adopción por encima de los costosos tratamientos de fertilización, se impone el estímulo y la formación específica en el nivel universitario, además de la necesidad de actuar sobre los jueces para reducir la institucionalización e impulsar decisiones que le aseguren al niño el tener un papá y una mamá en el menor tiempo posible.
Finalmente, y no menos importante, es que debe ofrecerse a las mujeres con embarazos no deseados la oportunidad de la adopción directa. Según relató la Dra. Méndez Trongé, con la llegada de la legalización del aborto, se ofrece fácilmente eliminar al niño, sin mencionar que se puede aprovechar lo que el marco legal facilita: que el hijo que no se puede o no se quiere criar, viva y sea cuidado por una familia.