En estos tiempos, hablar de cortesía puede parecer ridículo para muchos que viven considerando como único camino válido arremeter por sus proyectos de vida sin mirar a los costados, sin considerar el Bien Común.
Pero sucede que ser cortés no significa utilizar recetas para mostrarse amable socialmente y nada más. Tampoco implica ser un pavote que elige ser relegado, desoído, que prefiere ceder y postergarse. La cortesía es la expresión exterior de una manera de ver las cosas: reglas básicas que son aprendidas en un entorno de amabilidad y respeto, algo que no se descubre en libros.
La verdadera cortesía muestra de qué está hecha la persona, qué virtudes lo acompañan, cuántas cosas tiene "hechas carne".
Una sociedad mejor se hace de cosas pequeñas que, en ciertas circunstancias, se potencian y se transforman en enormes. Quien es auténticamente cortés, amable, no lo es sólo en ocasiones protocolares o donde estaría mal portarse de otro modo. Alguien con verdaderos buenos modales transmite en cada acto su interés por el bienestar del prójimo y por vínculos sanos.
Los niños alimentados con la "lógica futbolera" de considerar que el propio equipo es superior aún equivocándose y haciendo las cosas mal, tendrán esa impronta de no tolerar a quien los supere, serán ventajeros, tendrán problemas para entender de qué se trata la honestidad y la excelencia. No la van a pasar bien en su vida de relación.
Cultivar la amabilidad no es decir frases bonitas y dar consejos oportunos (aunque eso pueda ayudar), sino vivir dialogando, escuchando con atención, invitando a mirar el panorama completo de lo que pasa, afirmándose en lo correcto aunque todos hagan lo contrario.
De acuerdo a qué se considera "divertido", qué es "piola" o qué es ser un "ganador", un adulto estará mostrando cómo comportarse a un niño y le irá moldeando una forma de ver la vida.
Si un adulto festeja una trampa para poder ganar, si las mentiras son algo cotidiano, si la simulación, el engaño y el menosprecio sin razón del otro, si la forma de hacer humor es siempre con groserías y agresiones ¿Cómo sorprenderse de que el niño cuando sea adolescente sea un mentiroso, agresivo o deshonesto?
Criar hijos no es fácil, no por los aspectos económicos, sino porque es una tarea que exige coherencia, no tiene horario ni ocasión especial: todos los días, se es padre, madre, abuelo o tío.
Cada adulto, le está enseñando a los niños, con su forma de actuar, de hablar, de comprometerse, cómo vivir en sociedad.
Los adultos ¿respetan las prioridades, los semáforos, el lugar para cruzar una avenida, ceden el asiento, saludan, son amables, son evidentemente honestos y rechazan la trampa? Los niños, casi con seguridad, se comportarán así cuando sean grandes.
Es verdad que hay malas personas que crecieron en hogares aparentemente sanos y bien llevados, pero tal vez hubo otros factores externos, no atendidos, que influyeron. No todo es tan matemático, pero vale ocuparse de todo lo que uno se da cuenta que es importante.
Las distintas formas de violencia, hacia uno mismo o hacia otros, surgen de groseros o sutiles caminos de maltrato o, incluso, sólo del desamor, de la falta de buenos gestos.
Del mismo modo, cuando se llena el vaso de cosas buenas, las malas no tienen cabida. De eso se trata.
Cuando los niños, además, se acostumbran a escuchar "por favor", "gracias" o "primero Ud." lo pondrán en práctica y se harán fuertes en un camino que es más saludable y menos estresante que vivir desconfiando, reaccionando, envidiando.
