Un grupo de jóvenes camina por la calle maquillados con colores pastel, orejas y cola de gato o trajes de superhéroes. No están disfrazados sino que son seguidores de una subcultura de estilo exótico: el estilo “otaku” del mundo anime.
Entre los adolescentes esta nueva moda parece avanzar sin freno y sin que los padres podamos terminar de entender. ¿En qué consiste este fenómeno? ¿Qué riesgos puede ocultar? Para responderlo entrevistamos a Manuela Caminal.
Manuela Caminal es madre y licenciada en psicología y está especializada en orientación a padres y adolescentes. Certificada en disciplina positiva, trabaja en APDES, colegios de familias, donde desarrolla y coordina los programas de bienvenida y acompañamiento de familias.
Para adentrarnos mejor al tema y comprender su impacto e influencia en los adolescentes contanos ¿De dónde surge el Anime?
El término “animé” proviene de Japón, país que tomó la palabra francesa "animé" (que significa animado) para darle nombre a sus dibujos animados en televisión. Una de las principales características de estos animados son sus gestos exagerados y su accionar muchas veces exacerbado, así como su extremada emotividad y movimiento.
Dentro del mundo animé hay diferentes géneros y tipos. Se han sumado los videojuegos, diferentes plataformas de difusión, como series y películas, objetos de colección y disfraces. En diferentes lugares del mundo su expansión ha sido muy rápida y se ha convertido en una afición más y en un negocio muy lucrativo.
Una moda muy atractiva para jóvenes y no tan jóvenes. Dentro de este mundo está el anime propiamente dicho que se consume principalmente en las pantallas y por otro lado el manga que son historietas o comics en papel. La diferencia entre ambos no es mucha. Las personas que pasan gran tiempo de su vida consumiendo este tipo de contenidos se los llama o se hacen llamar “Otakus” y su característica principal es su afición a estos contenidos. Si bien en su mayoría no son reconocidos visualmente como puede pasar con otra tribus urbanas, como los Emos, darks, punks, también existen los que su fanatismo los hace llamar “Hikikomoris” que significa en japonés “encerrado” por lo que su vida suele ser solitaria y con un único interés, consumir este tipo de contenidos.
¿Cuál es el impacto de este mundo en los adolescentes? ¿Qué podemos hacer como padres?
Lo primero es no juzgar a quienes miran o leen este tipo de contenido, pero sí considero importante y necesario conocer como padres los diferentes contenidos que hoy circulan y el impacto que pueden generar en nuestros hijos y jóvenes. Como sabemos la adolescencia tiene varias características, no todos la viven y atraviesan de la misma manera porque depende de varios factores, personalidad, carácter, temperamento, acompañamiento, red social y situaciones personales, pero todos podemos coincidir que es un momento de muchos cambios, a nivel físico, emocional y social. Con una mayor introspección, el medio y los amigos pasan a tener una mayor relevancia en sus decisiones, maneras de pensar. Aparece la pregunta ¿quién soy? En esta etapa muchas certezas se ponen en duda y nuevas inquietudes surgen.
Como padres, ¿cómo podemos acompañar mejor y saber en qué andan?
En esta etapa mamá y papá pasamos a ser menos solicitados, pero igual somos sumamente necesarios, de un modo distinto, pero debemos estar presentes y disponibles. La adolescencia es una etapa de grandes desafíos y oportunidades que nos invita como padres a conocer y acompañar de un modo diferente. Para esto es importante conocer sus amigos, generar espacios de encuentros en nuestras casas, escucharlos cuando nos quieren compartir algo, que se animen a contarnos lo que sea y sobre todo que se sientan muy queridos. Conocer lo que escuchan, miran y leen, estar al tanto de las nuevas modas y conocer su impacto en una etapa donde todo está más vulnerable y todo es cuestionable es muy importante y necesario. En todas las épocas el afuera y la sociedad han influido positiva o negativamente en los jóvenes, pero en estos tiempos nuestros hijos están recibiendo un bombardeo de información y contenido nunca antes visto, y como padres muchas veces llegamos tarde. Esto no significa acompañar desde el miedo o el control sino una invitación a ser más conscientes que nuestra responsabilidad como padres hoy es mayor. Hoy es más difícil madurar como adolescente, que hace 20 años, por lo tanto implica padres más comprometidos y maduros. A nuestros adolescentes de hoy les cuesta encontrar repertorios de comportamientos y actitudes normales que se supone tiene que alcanzar, porque muchas veces los propios padres también están confundidos como ellos. El impacto que hoy tenemos de las redes es muy alto y si además no sabemos lo que consumen, leen y escuchan será más difícil poder acompañarlos, comprenderlos y ayudarlos a ordenar ese mundo interno, muchas veces caótico y confundido.
¿Qué les atrae a los adolescentes el animé? Todos necesitamos pertenecer, sentirnos queridos, reconocidos. Está en nuestro ADN y estas pequeñas modas pueden, según características y personalidades, ser un refugio y escape a esta necesidad de pertenencia, de sentimientos de incomprensión y búsqueda sin medir las consecuencias.
¿Qué riesgos tiene el animé?
En general las historias de animé apelan a la emocionalidad, fantasía, surrealismo, amor, sexo, violencia. En algunos casos son historias oscuras y tristes. Aunque también aparecen algunos valores como la amistad. Sus personajes suelen ser impulsivos, manifestando sus emociones de un modo grotesco sin un contexto que ordene o encauce de una manera positiva y realista lo que vivencian diferentes personajes. Esto en el adolescente genera una gran identificación y es una invitación a adentrarse en la vida de estos personajes que no siempre tienen un final feliz. Gran parte de su contenido apela a la negación de la realidad, del dolor, fomentando la violencia, desobediencia, búsqueda de placeres, y sentimientos de incomprensión y soledad. Suele generar dependencia a sus personajes y si bien no todos tienen contenido sexual, en esta búsqueda dentro del mundo animé es muy fácil encontrarse animé con contenido sexual explícito abriendo la puerta al mundo de la pornografía.
¿A qué señales debemos estar atentos? ¿Cómo podemos ayudar?
No todos los niños y jóvenes responden igual ante un mismo contenido, pero no por esto podemos minimizar su impacto. Está lleno de testimonios de padres con hijos jóvenes que empezaron mirando algunos por simple diversión y que con el tiempo su impacto ha resultado más negativo que positivo. Muchos de los contenidos a los que nuestros hijos acceden hoy no es bueno y no va en sintonía con lo que creemos que es mejor para ellos, o van en contra de los valores que queremos transmitirles. Por eso es tan importante tener presente la individualidad y personalidad de cada hijo. En muchos casos, los jóvenes encuentran en este tipo de contenidos una identificación y escape ante su malestar o búsqueda, pero en lugar de darles una solución suman mayor confusión y hasta pueden conducir a la depresión en muchos casos, al aislamiento, la ansiedad, la impulsividad y a la dificultad para vincularse con pares. Es por esto que será de gran ayuda acompañar e acercarnos a sus intereses y aficiones, e intentar, junto con ellos, conocer mejor el por qué y el para qué de lo que miran o escuchan, que nos encuentren cercanos y disponibles y nosotros mostrarnos abiertos a querer comprender, para luego ayudar a ordenar y clarificar. Nuestro criterio cuenta y lo necesitan. No desde la imposición sino desde el diálogo, la pregunta, la escucha empática. En este caso con el animé saber que no son unos simples dibujos animados que entretienen, sino que tiene un contenido de mayor complejidad que puede generar confusión en una etapa clave en la vida de toda persona: la adolescencia. Es importante tener esta misma actitud ante cualquier otro tipo de contenido que vemos que le consume mucho tiempo de su día a nuestro hijo. La adolescencia en muchos casos es difícil para el adolescente y para los padres que debemos acompañar su alterada existencia. Sin embargo podemos considerarla también como la edad de las posibilidades, la gran ocasión para ayudarlos a construir una personalidad madura, desde lo emocional, social y ético.