La ideología de género viene por tus hijos y tu familia
Paso a paso, el fanatismo de los ideólogos de género va ocupando lugares y
presionando en ámbitos legislativos y de gobierno para imponer sus caprichos
contrarios a la naturaleza humana.
La fantasía de creer que ser hombre o
ser mujer es una "imposición" y que el ser humano nace
indefinido no resiste análisis. Y que la "experimentación" en
cuestiones sexuales no es malo -y que hasta que es aconsejable-, sólo cabe en
individuos con sus facultades mentales (o morales)
alteradas.
¿A quién se le ocurre que puede ser sano
obligar a un niño a vestirse de niña, o viceversa, y que
"juegue" a ser lo que jamás podrá ser, un individuo de otro
sexo? Esa invitación a la confusión y a considerar que se puede haber nacido
"en un cuerpo equivocado", es tan violento como forzarlos a que
odien a sus padres.
Que un niño debe crecer considerando el trabajo y la
mirada de otros, sus padres, sus hermanos, o que es preciso reconocer la natural
diferencia y complementariedad entre los sexos es bueno y,
posiblemente, deseche comportamientos inadecuados o desvalorizantes de otros
individuos.
Pero pretender un cambio de roles sexuales con
ropas, pelucas y movimientos,
no enriquece a los niños, sino que, en su inmadurez, puede
desestabilizarlos. Un varón o una niña deben crecer
comprendiendo que la naturaleza los ha dotado de cualidades específicas que no
son intercambiables. Como la ciencia ha demostrado, el cerebro
y el cuerpo en general se desarrollan con características que
son propias de cada sexo. Respetar, valorar e interactuar con
el sexo opuesto es reconocer las diferencias y convivir con ellas, no anularlas,
algo que es imposible por más cirugías, drogas
y maquillajes que se utilicen.
Es tan descabellado
considerar que se diga que hay más de 100 posibilidades de
"identidad" en torno al comportamiento sexual que hasta provoca
risa,... si no fuera amparado por organismos internacionales
con pretensiones de seriedad académica.
Si bien a mucha
gente aún le siguen provocando visceral rechazo las marchas de
"orgullo" con hombres y mujeres disfrazados y pintados conforme
su particular fantasía de ser lo que no son, a muchos también se le ha ido
acostumbrando el ojo y adormeciendo la inteligencia.
Es como señaló
claramente el Dr. Pedro Barcia en Marzo de
2011 en un encuentro organizado por la diputada Cynthia
Hotton (hoy cumpliendo funciones diplomáticas en la O.E.A), cuando se
avecinaba la aberración jurídica que se conoce como "matrimonio
igualitario". En aquella ocasión Barcia hizo un
paralelo entre lo que sucede con la sociedad con la forma en que los aborígenes
domesticaban a los caballos.
De a poco, superando el inicial rechazo al
contacto con el hombre, el caballo salvaje se va acostumbrando a su presencia,
luego a que lo toque y finalmente a que lo monte. Es cuestión
de tiempo y de constancia, algo que le ha permitido al lobby de género crecer
ante la inacción de la mayoría bienpensante y respetuosa de la
naturaleza.
De la misma forma que pasa con el caballo, muchos han bajado
la guardia... Ya no les parece raro ver a hombres disfrazados del sexo opuesto,
haciéndose llamar con nombre de mujer, portando un DNI que indica que
son lo que no son y siendo llamados "actriz".
Tampoco hay capacidad de reacción ante los muchos hombres y mujeres que
inundan los medios de comunicación (principalmente la televisión) mostrando sus
relaciones homosexuales. Todo da igual y no aceptarlo es motivo suficiente
para el escarnio mediático.
A tal punto se ha
naturalizado el concepto de género que a muchos les parece correcto que se haya
legislado de manera diferencial en torno al homicidio. La
aparición del invento legal del "femicidio" apunta a establecer
que es mucho peor matar a una mujer (o a alguien lo parezca…)
que matar a un hombre o a un anciano. (Nota: La
cuestión de género y el femicidio). Las penas que recibe un hombre
por matar o intentar matar a una mujer o a su entorno, son mayores que si una
mujer asesina o intenta asesinar a un hombre. Sin dudas, un
logro del fanatismo ideológico que sacrificó de un plumazo la igualdad ante la
ley.
Como distintas manifestaciones de la misma mirada egocéntrica, por
un lado hay quienes no quieren tener hijos. Eligen tener bienestar económico,
viajar, disfrutar y postergar la maternidad sea porque asumen que significa una
"atadura", porque consideran que los hijos son un gasto o por
un desmedido temor por el mundo en que se vive.
Otros, quieren tener el
derecho a matar a un hijo cuando "no fue buscado" y porque
implica un compromiso para el que piensan que no están preparados o,
simplemente, porque no es el momento.
Finalmente, hay otros que son
capaces de comprar un ser humano, llamarlo hijo y exhibirlo como un celular de
lujo de última generación. Así hemos ido viendo cómo se ha convencido a muchos
incautos de que comprar un niño en EE.UU. mediante la subrogación de vientre
(Ricardo Fort, Marley, Luciana
Salazar, Flavio Mendoza, etc.) no es moralmente
cuestionable (Nota: "La ola compradora de seres humanos no se
detiene"). Vemos con asombro cómo muchos seguidores de esos famosos
aplauden tal compra como una expresión de "amor", aunque varios de esos
niño-objeto se vean privados deliberadamente de crecer con su madre o su
padre.
La complejidad de este proceso de decadencia de la
sociedad alejada de todo orden natural tiene raíces muy lejanas y, posiblemente,
difíciles de comprender para muchos. Pero la humanidad es víctima de este
devenir que incluye, en mayor o menor medida, la aparición del
feminismo y la separación de las relaciones sexuales
del matrimonio y la procreación, el afán desmedido de bienes
materiales, el consumo de alucinógenos, el rechazo de
toda norma moral, el disfrute individual
sobredimensionado, el desprecio a todo compromiso con el
prójimo (padres, abuelos e hijos) y, en definitiva, una
mirada mezquina de la vida.
La reciente victoria provida
en el Senado de la Nación ante el intento de legalizar el derecho a
matar niños antes de nacer es un motivo de momentánea alegría. Un
proyecto similar seguramente volverá pronto al Congreso, aunque nada será igual
en esa batalla.
Ya no será sorpresa escuchar comentarios inverosímiles
como que un ministro de Salud no recuerde si hizo el juramento
hipocrático, o que hay miles de mujeres muertas por
abortos clandestinos, o que el objetivo es proteger a las mujeres
pobres.
Habrá mucha gente, millones como los que nos movilizamos
para defender la vida de la madre y el niño que estaremos atentos y activos para
seguir buscando medidas que protejan y no que ataquen, para
reclamar dureza con los delincuentes y contención para los
desposeídos, para enfrentar nuevamente con firmeza a la bestialidad de
las hordas promuerte.
Ya no le será tan fácil al movimiento
verde negar que tiene fortísimos vínculos económicos con
organismos internacionales o que su objetivo imponer a como dé lugar un injusto
derecho a desechar hijos (cuando así se le antoje) y no tanto proteger a la
mujer desvalida, abusada o pobre.
El aborto como forma de evitar el
compromiso con las propias acciones y sus consecuencias, la promoción de la
homosexualidad como rechazo a la naturaleza, la promiscuidad como consecuencia
de la incapacidad de tener vínculos profundos y estables, la pornografía como
recurso o estímulo "sano" en una pareja formal (Nota: "Miles de millones al servicio de una actividad que
transforma a las personas en objetos"), la eutanasia disfrazada de
acción humanitaria, la justificación de la pedofilia como expresión de "amor"
hacia los menores de edad (Nota: "Una ley a favor de los pedófilos"), las
políticas de reducción de daños en torno a las enfermedades de transmisión
sexual, son sólo parte de los objetivos de un movimiento que no reconoce límites
en su accionar.
El freno a tantos desatinos está, sin dudas, en
la familia, en el diálogo franco, en los
valores morales (no necesariamente religiosos), en la
comprensión y en el ejemplo. Permitir que el
cine, la televisión, la escuela, las propuestas culturales y hasta el ocasional
entorno de hijos, sobrinos y amigos, habiliten caminos tóxicos,
instalen juicios de valoración positiva de la antinatura,
cuestionen la autoridad paterna, son ataques a la sociedad en
su conjunto.
Nada es inocente ni bienintencionado en los
promotores de la ideología de género. Frenar con todos los recursos disponibles
su instalación y crecimiento es un desafío en marcha. Será una lucha larga y sin
descanso, ya que los enemigos de la familia y de la vida no bajarán los
brazos.
A los creyentes nos corresponde poner en manos de Dios nuestra
esperanza, y los que carecen de Fe pero que confían en un mundo que no busque su
autodestrucción, están invitados a defender el orden natural, la vida y la
familia.