La Iglesia Católica de España reaccionó el domingo 27 de Diciembre a la media sanción que obtuvo la ley de aborto impulsada por el gobierno socialista con una encendida y multitudinaria misa al aire libre, en la que también se condenó el avance del "ateísmo militante" en el país y en Europa.
Ante una numerosa concurrencia -son muy dispares las cifras de concurrentes-, que se reunieron en la madrileña Plaza de Lima, el arzobispo de la capital española, Antonio María Rouco Varela (73) reafirmó el compromiso de la Iglesia en rechazar la práctica del aborto, en disidencia con el acuerdo alcanzado entre un grupo de diputados identificados como católicos y el gobierno para apoyar la iniciativa oficial.
"Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente", afirmó en su homilía, que, a pesar de formar parte de una ceremonia religiosa tradicional, como lo es la misa de la Sagrada Familia, en esta ocasión fue interpretada por la mayoría de los medios españoles y grupos críticos de la Iglesia Católica como un acto de fuerte contenido político.
Rouco Varela, que en su discurso fue interrumpido en numerosas ocasiones por el aplauso de los fieles, señaló que hay que "reivindicar" el modelo de familia cristiana, definida por él como la que parte "del matrimonio de un hombre y una mujer", frente a "otros supuestos modelos que parecen adueñarse, en forma avasalladora y sin réplica alguna, de la mentalidad y de la cultura de nuestro tiempo".
Las palabras del cardenal, que también llamó a los políticos a "promover la centralidad y la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer", fueron respaldadas por un mensaje del papa Benedicto XVI transmitido mediante una pantalla gigante, en el que, en español, el Pontífice animó a los fieles a ver en la familia "el camino seguro para encontrar y conocer a Dios".
Relaciones tensas
Poco después de terminada la misa, la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felgtb) descalificó a través de un comunicado a monseñor Rouco Varela, al considerar que conspira contra "la riqueza de la diversidad familiar y la importancia de su reconocimiento y no discriminación".
El 17 de Diciembre, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley que garantiza el libre acceso al aborto hasta la semana 14 de gestación [Ver video]. Días antes de la votación, la Iglesia, que se opone firmemente a la medida, había convocado a una marcha a la que asistieron centenares de miles de católicos.
La instauración de la noción de "interrupción voluntaria del embarazo" en el derecho español tensó aún más la ya tirante relación entre el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero (49) y la jerarquía de la Iglesia Católica, que ya había alzado su voz en 2005, cuando se legalizó el matrimonio gay en España.
El Papa Benedicto XVI, desde el Vaticano, dirigió unas palabras en castellano por videoconferencia a los miles de personas que esperaban el comienzo de la misa en la plaza y en el paseo de la Castellana, y su imagen se proyectó en las pantallas gigantes por las que se retransmitió el acto. Uno de los mayores servicios que los cristianos pueden prestar a los hombres, dijo el Papa, es ofrecer el "testimonio sereno y firme de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, salvaguardándola y promoviéndola, pues ella es de suma importancia para el presente y el futuro de la humanidad".
Más tarde, en su homilía, Rouco Varela insistió en que el modelo de la familia cristiana es el que responde fielmente a la voluntad de Dios, y recalcó que "ese otro lenguaje de los diversos modelos de familia que parece adueñarse, avasallador y sin réplica alguna, de la mentalidad y de la cultura de nuestro tiempo no responde a la verdad natural". El cardenal citó una encíclica de Benedicto XVI para advertir a los estados de que están llamados a establecer políticas que promuevan la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, "célula primordial y vital de la sociedad". Su homilía estuvo salpicada de frases de condena al aborto, la anticoncepción y el divorcio, que, a su juicio, y en las condiciones actuales, es "asimilable al repudio".
La misa que conmemoró la festividad de la Sagrada Familia fue organizada, por tercer año consecutivo, por el Arzobispado de Madrid y el Camino Neocatecumenal, los populares "kikos". Su fundador, Kiko Argüello, saludó y cantó una canción a la Virgen desde el altar.
A pesar de la gélida mañana madrileña, fueron miles las personas que quisieron manifestar con su presencia su adhesión a los valores de la familia cristiana. Entre ellas y por primera vez había familias llegadas de países europeos como Polonia, Italia, Chequia y Hungría. Estuvieron presentes seis cardenales y ocho obispos, de Francia, Alemania, Holanda, Italia, Polonia, Austria y Portugal, 39 prelados españoles y el nuevo nuncio, Renzo Fratini. El portavoz del PP en el Parlamento europeo, Jaime Mayor Oreja, y el portavoz de Justicia del PP, Federico Trillo, acudieron a la misa, indicaron, en familia y a título personal.
Dijo "La Gaceta"
Si hay una palabra que han puesto de moda en la última década los mandarines del pensamiento único, ha sido sostenible. Los ecólatras reunidos a principios de mes en la farsa climática de Copenhague abogaban por un desarrollo sostenible, y recientemente Zapatero nos ha infligido un potpourri infumable de vacuidades empaquetadas con el nombre de Ley de Economía Sostenible.
Por eso resulta paradójico que este Gobierno se haya convertido en el enemigo objetivo del único factor que hace verdaderamente sostenibles las civilizaciones: la familia.
Casi todas las patologías y retos que afronta nuestra sociedad –desde la crisis a plazo fijo del Estado del Bienestar hasta los problemas asociados a la inmigración descontrolada y masiva– proceden del debilitamiento de esta institución, propiciado y alentado por unos poderes públicos que están serrando la rama sobre la que esta se apoya con unas políticas hostiles que rozan el furor familicida.
La crisis de la familia es una enfermedad endémica de nuestra civilización europea. El 67% de los hogares europeos no tiene niños; de los que tienen, la mitad sólo alberga a uno. Como consecuencia, la población envejece.
En 1980, los ancianos suponían sólo un 11% de la población portuguesa: hoy son casi el 18%. Un crecimiento enorme de la población anciana, seguido de cerca por la envejecida demografía española. En Europa, en 2004, el número de mayores de 65 años superó al de menores de 14 por primera vez en la historia. La edad media en Europa es de 40,3 años: en España, 40,2. Las predicciones del Instituto de Política Familiar a partir de los datos de Eurostat calculan que, al ritmo que vamos, en 2050 uno de cada tres europeos tendrá más de 65 años: en España casi el 36%, y también tendremos el menor porcentaje de niños de Europa. La tasa de nacimientos (1,38 por europea fértil en 2007) está muy lejos del 2,1 que requiere una demografía saneada.
Cualquier Gobierno con dos dedos de frente, ante estas pavorosas cifras y con independencia de su sesgo ideológico, se precipitaría a aprobar leyes que reforzaran la institución sin la que no habrá sociedad que gobernar. Lejos de eso, el gabinete insostenible de Zapatero arrecia con un combinado de leyes que equivalen a un verdadero "bombardeo de alfombra" sobre la maltrecha familia española. Desde una ley del aborto recién aprobada que multiplicará las cifras de esta silenciosa masacre multitudinaria a las soflamas antifamilia que transmiten los manuales de Educación para la Ciudadanía, pasando por la ausencia de ayudas (España es el país europeo que menos ayudas económicas concede a la familia, sobre maternidad o paternidad).
Son verdaderamente estos datos los que han traído a la Plaza de Lima de Madrid a cientos de miles de familias para participar en la Misa por la Familia del día 27 que se celebró ayer.
Las sociedades humanas no son tanto conjuntos de individuos como entramados de familias. Todos nacemos en ella; es ella la que nos crea. No el Estado. Es la familia la que nos sostiene y nos educa; donde aprendemos todo lo esencial y nos formamos como personas.
La institución de la familia es muy anterior al Estado y funciona como último refugio frente a la obsesión intervencionista de éste.
Por eso el poder odia a la familia, y por eso este Gobierno se ha propuesto destruirla, aunque con ello destruya la base misma de su poder.