Si bien se reciben múltiples consejos y advertencias sobre lo riesgoso de conducir sin cinturón de seguridad, sobre no respetar las señales viales, sobre no priorizar los derechos de paso, todos esos -y muchos otros- buenos mensajes están dirigidos a los conductores de vehículos, principalmente automóviles.
Pero el auge de los teléfonos celulares también se nota en los conductores y no solo de automóviles particulares, sino también en los choferes de remises y colectivos.
Hemos visto a muchos de estos "servidores públicos" conversando e incluso, utilizando mientras manejan el recurso de los mensajes de texto.
Como puede verse en la foto que acompaña estas líneas, los choferes de colectivos reciben mensajes, llaman y son llamados por teléfonos celulares arriesgando la integridad de los pasajeros.
He podido -siendo pasajero- llamarle la atención por lo riesgoso del procedimiento a choferes de dos líneas que recorren San Isidro (707, con sus infinitos recorridos y carteles, y 343) recibiendo como respuesta su total desagrado y desinterés.
Incluso en una de las ocasiones el chofer argumentó que tenía un hijo enfermo y por eso debía comunicarse, explicación insostenible ya que de haber sido cierta el camino era detenerse y hablar por celular, y no teclear mensajes mientras manejaba.
Si bien es cierto que la locura de hablar por celular mientras manejan, es importante detectarla para poder actuar, no menos cierto es que la mayoría de los colectivos tienen serias fallas de higiene y mantenimiento, y que sus choferes comenten una cantidad enorme y cotidiana de torpezas o infracciones para con los pasajeros, entre ellas: - No estacionan junto al cordón. - Arrancan sin cerrar las puertas. - Mantienen las puertas abiertas mientras manejan. - Frenan y aceleran sin importarles los problemas que les causan a quienes viajan. - No se ocupan de hacer cumplir las normas sobre asientos reservados para embarazadas y personas con discapacidad.
Para sumarle algo a este tema, diré que hace poco un chofer de un remise, que también era chofer de colectivos, me comentó que por ley las líneas de colectivos deben dar servicio las 24 horas, que no pueden dejar de funcionar por las noches. A esto no pude menos que decirle que al menos las empresas de San Isidro (333 y 707, con sus variantes), no circulan en horarios nocturnos después de las 22:30 o 23:00. Y me dijo que eso es ilegal, que por lo que él sabía las empresas que tienen cabecera en Villa Adelina si prestan servicio.
Un capítulo importante -que tal vez merezca otro artículo- es el que le corresponde al diseño de los colectivos. Los hay con el primer escalón tan alto que sólo puede ascender con relativa comodidad quien tenga por lo menos 1.85 metros, los hay con 4 escalones pequeñitos que contemplan a los que calzan 35, pero dejan afuera a los que calzan 41 facilitando un resbalón.
Están los que tienen butacas y espacios tan pequeños que si alguien tiene un metro setenta, sus rodillas tocan el respaldo del asiento anterior y si llega a tener un ligero exceso de peso un tercio de su humanidad queda afuera, o apretada junto a la ventanilla.
La incorporación de las máquinas expendedoras de boletos -un hecho con sus pros y sus contras- hizo que la estrechez de muchas unidades deviniera en un problema adicional de desplazamiento. Del funcionamiento de esas máquinas y de la dotación de monedas de las que debe disponer un usuario, mejor ni hablar.
Siempre pensé, y no creo estar equivocado, que los diseñadores de estas unidades de transporte no son usuarios. Si lo fueran no podrían hacer las cosas tan mal.
Acostumbrarse a sufrir
Pero hay un fenómeno realmente curioso que he podido observar desde hace tiempo: las mujeres, los ancianos, las embarazadas y madres con niños, han dejado de reaccionar frente a los desplantes de los choferes y del resto de los pasajeros. Parece que ya se resignaron a padecer...
Se ven hombres que no ceden el paso a mujeres y ancianos, niños y adolescentes que no se levantan para dar el asiento a quien lo necesita, mujeres que no se solidarizan con otras mujeres (esto es preocupantemente frecuente) y otras actitudes igualmente insensibles.
Parece que viajar en colectivos -y no sólo en San Isidro- es una de las humillaciones a las que los hombres y mujeres deben resignarse, mientras las empresas tienen todas las de ganar, con subsidios o con la presión que pueden ejercer impunemente.
Manejar como quien tranporta objetos inanimados, no observar las normas de tránsito, hablar por celular mientras manejan vehículos sucios, rotos y mal diseñados, eso es lo que hacen diariamente los choferes de colectivos que, la verdad sea dicha, muchas veces trabajan más horas de las que la prudencia podría indicar.