Su pregunta no molesta...
[2006] - A uno pueden detenerlo en la calle y preguntarle ("... es para una encuesta") sobre distintas cosas: Si tomó gaseosas en la última semana, si tiene servicio de medicina prepaga, a quién votaría en las próximas elecciones, con qué regularidad hace actividad deportiva, etc.
Y seguramente si le preguntaran: "¿Ud. haría algo que podría dañar a su hijo?", uno diría -con cierta sorpresa frente a semejante consulta- que "nunca en la vida", o algo así.
Y si repreguntara el encuestador o periodista: "¿Ud. fuma frente a sus hijos?, ¿Usa cinturón de seguridad cuando maneja?, ¿Maneja hablando por celular?, ¿Lleva a sus hijos en el asiento trasero, con cinturón o silla se seguridad?", muchos podrían -si lo piensan- modificar la respuesta anterior.
La verdad que somos portadores de incoherencias de diversa índole, y esta es una de las más frecuentes. En San Isidro y en cualquier parte vemos adultos hablando por teléfonos celulares mientras manejan -incluso se ven algunos conductores de colectivos y remiseros- arriesgando sus vidas y las de quienes llevan. Aunque habría que incluir en la lista de la gente a la que van a dañar a sus familiares y amigos.
Lo mismo ocurre con el tema del cigarrillo, tan extendido como cuestionado en estos tiempos. Muchos padres -y madres- argumentan que no pueden dejar de fumar, incluso algunos suponen que no podrían abandonar el vicio. Otros llegan a decir que "como es el único vicio que tienen" y "no le hacen mal a nadie" están habilitados a seguir con él. Pero ni cuentan el daño que le hacen a sus hijos con el humo reinante en su casa, ni el daño que le harán al padecer (ellos, los padres) las consecuencias de "su placer".
En cuanto al cinturón de seguridad y aunque hay, tímidamente un cambio, se siguen viendo miles de automovilistas que no lo usan. Las excusas son las de siempre: el apuro, la habilidad personal para manejar, el arrugue de la ropa, la incomodidad para el movimiento, etc. Tampoco estos hombres y mujeres piensan en el daño que pueden hacerse y el daño que, irremediablemente, le provocarán a su familia si al chocar mueren o reciben heridas de gravedad.
Por último está el tema de los niños y bebés que son llevados por sus madres sentadas en la butaca del acompañante. ¿Alguien les habrá dicho que ese tierno bebé o niño de brazos -que todavía tiene unos pocos kilos- se transforma en una masa tan pesada e inmanejable en un choque que sus brazos no servirán para retenerlo?. Incluso debe tenerse en cuenta que en esa situación hasta podría salir despedido por el parabrisas... Esto se soluciona incorporando la silla de seguridad, que se ubica en el asiento trasero.
Todos estos comportamientos no son excepcionales, son cotidianos, son observables en la vida de todos los días y protagonizados por gente de toda clase y color, instruidos, conocedores de las noticias, que de tanto en tanto reflejan las consecuencias de estas torpezas.
Habría que mencionar, para completar adecuadamente lo anterior, que no vemos en San Isidro u otros municipios de la zona norte, personal policial o del área de tránsito –ni siquiera en lugares de alta visualización de estos hechos- deteniendo o multando a aquellos que tienen estos imprudentes comportamientos. Esto no hace más que habilitar la continuidad del delito o del riesgo.
Pero también es cierto que si bien las multas y la retención de la licencia de conducir (o el impedimento de su renovación) podrían ser altamente ejemplificadoras si fueran implementadas, no existe camino mas certero y constructivo que comprender y hacer comprender en la propia familia y con los amigos la importancia de un cambio profundo en el comportamiento diario.
