[2006] - Ernesto Guevara de la Serna murió hace ya muchos años, sin embargo su recuerdo permanece vivo. Al menos la imagen parcial que entusiasma a jóvenes y no tan jóvenes.
Se lo presenta como la cúspide de la lucha por los ideales, como el tesonero muchacho que no permitió que le arrebataran sus pasiones, como el icono de la batalla que no cesa. Y no creo que estos aspectos sean falsos, ya que tuvo ideales, pasiones y peleó por ellos.
Pero la parcialidad de la visión no menciona las características de sus ideales, todos los hechos provocados por sus pasiones, ni las razones de sus batallas, que lo llevaron a la muerte.
Ernesto Guevara de la Serna fue parte de una estructura ideológica y militar que buscó imponer -como sea- un régimen político basado en el terror, en la limitación de las libertades individuales y en el sostenimiento de una realidad sin paz posible.
En zonas de Buenos Aires con gran afluencia de turistas, en ferias de artesanías, en tiendas con productos diversos para gente joven, es posible hallar productos con la imagen del guerrillero. Y, claro está, también en remeras en uso.
Daría la impresión de que exhibir ese rostro, casi siempre en su instantánea más famosa, diera en el clavo con la identificación que busca su usuario que, dicho sea de paso, colabora con una verdadera industria -capitalista- que utiliza la imagen de un comunista para obtener su rédito.
Más allá de este detalle de comercialización, no muy menor, lo cierto es que muchos han "comprado" aquel costado de los ideales que no se entregan, de la lucha, de darlo todo -incluso la vida de ser necesario- "por un mundo mejor y más justo", sin considerar que esta concepción ideológica que tantos estragos ha hecho en el mundo se impuso por hombres como este que nos ocupa.
Pero este costado sería aplicable también a otros, empezando por Cristo, siguiendo por el mahatma Gandhi, Martin Luther King, el padre Maximiliano Kolbe, la Madre Teresa, en otras tierras, Martín Miguel de Güemes, Manuel Belgrano, el Dr. Laureano Maradona, el Dr. Luis Agote y muchos otros investigadores, el capitán Pedro Giacchino, y muchos otros militares íntegros, además de muchísimos anónimos que en las distintas facetas de la vida, lo dieron y lo dan todo para que otros vivan mejor, más dignamente.
Ahora bien, si puede unirse en ese punto a estos hombres y mujeres con Ernesto “Che” Guevara de la Serna ¿Qué los diferencia? No pocas cosas.
En primer lugar los mencionados, con sus errores y puntos de vista, se vieron como instrumentos de un fin noble que no incluía asesinar para triunfar. Si bien hubo batallas que librar por un enemigo concreto que avasallaba, injusto y hasta cruel, ellos -y muchos que no llegaron al bronce- se ubicaron en donde debieron, no avivaron las llamas de la discordia y el rencor, sino que viendo el tablero donde estaban las piezas de su juego, movieron las necesarias en busca del bien común.
En cambio Ernesto Guevara de la Serna, proveniente de una acomodada familia que sembró en él la inquietud por el marxismo, permitió que esa concepción de la dinámica social le mutilara la visión de la realidad. Fue así que, con esa parcialidad, se entusiasmó junto a otros en la lucha de clases y la acción armada como método para lograr el poder.
En su devenir político y guerrillero Ernesto Guevara de la Serna se entrenó como un soldado con quienes ya habían librado otras batallas y, como él, adherido al comunismo más visceral.
Para este argentino que se consideraba cubano y latinoamericano al mismo tiempo, que integró activamente la dictadura de Fidel Castro en roles de gran importancia, que buscó imponer con tropas cubanas la misma ideología en otras tierras y que murió en una acción armada cuando ansiaba reproducir la experiencia de la isla en Bolivia, no podía haber paz.
La paz, como la entendemos las personas corrientes, esperanzadas, con sentido común y Fe, necesita de otras acciones. Ninguna persona en su sano juicio puede tomar como ejemplo de algo bueno a Ernesto Guevara de la Serna. Salvo que uno lo observe como cuál puede ser el futuro de alguien a quien se le infunde una dinámica de pensamiento que no tiene meseta posible, una visión de la realidad con una lente deformada, un inconformismo de eterno adolescente.
Tal vez sea precisamente este último punto el que termina por dar en el clavo de lo dicho en el comienzo de estas líneas. Ernesto Guevara de la Serna por ajustarse a ese inconformismo es visto como un referente por muchos que aún no han visto con claridad la realidad. Aquellos que siendo adolescentes teniendo mucho bueno para dar y hacer, aún no han logrado la maduración necesaria para encontrar caminos constructivos y equilibrados. Aquellos que, por su propia inestabilidad circunstancial, no tienen deseos de que nadie les proponga orden, estructuras establecidas y plazos.
Pero está claro que la identificación con Guevara tiene por base primordial la ignorancia de los múltiples abusos y asesinatos de los que fue capaz para imponer su ideología. Salvo que aún conociendo esta locura, se la justifique asumiendo que hay barbarie que es justa y barbarie que no lo es…
-> Alberto Mora