[2006] - La realidad podrá ser favorable, ventajosa, contraria, preocupante, pero no puede dejar de ser lo que es: una realidad.
Si bien es cierto que existen "embarazos no deseables" no menos cierto es que esos embarazos no debieran haberse producido. Y no por el uso de un método anticonceptivo -de dudosa eficacia- sino porque no debiera haberse producido la ocasión.
Que alguien considere normal que una niña de 13 o 15 años tenga "vida sexual" no está contemplando que a esa edad no cuenta con la madurez necesaria para afrontar todo lo que implica asumir responsablemente ese acto.
Idéntica situación se produce en el caso de un varón, aunque la sociedad en la que vivimos pueda considerar que es posible una diferencia. A esa edad puede haber capacidad reproductiva, pero normalmente no se da la madurez necesaria para afrontar la paternidad o la maternidad.
Por otra parte es viable considerar otra realidad: mujeres y hombres ya adultos que se comportan de forma inmadura. Suponen que es posible la vida sin compromisos, lo mismo que puede vivir un niño o un adolescente. La madurez se refleja en la búsqueda del momento oportuno, el análisis de las consecuencias y la decisión en sí.
A esta situación, fruto de un devenir superficial e inmaduro, es necesario incorporarle la responsabilidad de la medicina y la ciencia en general.
A pesar de que es de una evidencia indiscutible, hay hombres y mujeres que cuestionan la existencia de la vida desde la concepción. Da la impresión de que son incapaces de aceptar lo que la ciencia reconoce desde hace muchos años: la vida es un hecho científicamente comprobable.
Ahora bien, esta comprobación es accesible a todos. Pero existen hombres y mujeres inteligentes que, conociendo esto, lo niegan o manipulan por conveniencias económicas o políticas.
Los aspectos económicos están relacionados con la producción de un arsenal de métodos de control de la natalidad que se promueven de infinitas formas. Entre ellas justificando la "satisfacción sexual" cuando esta se instala, convenga o no convenga. Y esto implica garantizar la “efectividad” de los métodos evitando que la vida se haga visible.
Los ribetes políticos no son muy distintos: como es mucho más trabajoso -y más largo el plazo- eliminar la pobreza, es menester evitar que nazcan nuevos pobres.
Todos estos puntos confluyen desafortunadamente en la justificación de la inmadurez, incluso de personas adultas. Y dentro de las consecuencias de ese hecho existe el embarazo, visible o no.
Por este tiempo se discute en los medios, se opina y se sacan conclusiones obviando (a sabiendas o no) una mirada amplia de la temática del aborto y del embarazo adolescente. Pero nos corresponde a los adultos decentes y con sentido común ver la realidad completa.
Somos testigos de cómo funcionarios, abogados y legisladores parecen buscar el triunfo en una vida mutilada, despedazada, pero legalmente.
La vida no es sólo un tema de fe, para nosotros los católicos, sino una realidad científica que merece un abordaje integral. Si existe un problema, es necesario solucionarlo, no potenciarlo.