[2006] - El individualismo y la competitividad latente en nuestra sociedad y en nuestra familia, muchas veces lleva a cuestionarnos si debemos realizar acciones, para ser mejores padres, o adaptarnos a la tentadora propuesta actual de pensar sólo en hacer lo que a cada uno le parece correcto. Cada uno en la suya, sin enfrentar problemas ni compromisos familiares de largo plazo, sin molestarnos… ¡Todo bien!
Antes de empezar, me gustaría aclarar que en la Fundación Proyecto Padres he aprendido de las numerosas experiencias de personas que participan continuamente como consejeros, padres, madres y profesionales comprometidos con el proyecto, que ayudan a seguir trabajando para contar cada vez con más familias con mejores padres, lo que me ha ayudado a preparar esta opinión.
Todos tenemos clara conciencia, que a nuestros hijos les toca vivir un tiempo difícil para poder desarrollar una vida abierta y transparente basada en valores, como todos deseamos, debido a que ellos están conviviendo permanentemente con antivalores (alcohol, sexo, droga, vagancia, falsos líderes, desunión, T.V., cine, etc.) sin tener claro las consecuencias de mediano y largo plazo.
Estoy convencido, de que la única forma de crecer como padres es asumiendo los riesgos personales que sean necesarios para lograr los objetivos que nos proponemos, priorizando el respeto y consideración hacia el cónyuge e hijos.
La situación se puede complicar cuando los padres tuvieron la desgracia de no haber podido o no supieron solucionar sus diferencias o cuando alguno tiene la pérdida fatal de su cónyuge, pero esto tampoco debería ser un impedimento para que sus hijos puedan estar bien educados, bien formados y que puedan encontrar en sus padres el apoyo que tanto necesitan.
En estas líneas, voy a intentar compartir con ustedes una experiencia que realizamos con mi esposa con el objeto de seguir trabajando para demostrarles a nuestros hijos sobre la conveniencia de vivir unidos en familia y que ellos puedan ver con nuestro ejemplo el orden y esfuerzo necesario para lograrlo.
Empezamos el trabajo consensuando que, hagamos lo que hagamos, nuestros hijos tienen la libertad e inteligencia para desarrollar en su vida los dones que recibieron naturalmente, y que nosotros debemos con mucho amor educarlos y acompañarlos de cerca para que puedan lograrlo con éxito y así sean felices.
Vimos con claridad que a veces encontrábamos excusas válidas para justificar un alejamiento nuestro con nuestros hijos, pero vimos que, por más válidas y justificables que lo fueran seguían siendo excusas. Por amor tuvimos nuestros hijos y con amor deseamos realmente cada día ser mejores padres.
Estuvimos de acuerdo que ser mejores padres requiere de un trabajo en equipo entre el padre y la madre donde los dos elegimos ser líderes en la educación y formación de nuestros hijos, desarrollando acciones en función de los distintos roles recibidos naturalmente, sabiendo que nos podemos equivocar, pero también que podemos aprender de nuestros errores y hasta empezar de nuevo si fuera conveniente para el bien común de la familia.
El primer paso, al intentar el ejercicio para ser mejores padres, fue el de tener la convicción personal que la tarea de ser padre/madre es difícil y que la debíamos compartir, sabiendo que somos diferentes, pero que sencillamente nos queremos. Para esto cada uno nos tomamos un tiempo con un lápiz y papel para anotar las convicciones de cada uno sobre este tema y compartirlas con el otro.
Más tarde, definimos cuáles son los valores de nuestro matrimonio, los escribimos, los compartimos y hablamos sobre el bien que nos aportan siendo la base de nuestra familia. A continuación, definimos y consensuamos el rol de cada uno dentro de la familia y los tiempos de dedicación a nuestros hijos. Al principio nos pareció difícil, pero si no lo hacíamos nos pareció que podíamos entrar rápidamente en el terreno de lo confuso donde ninguno nos escuchemos y sin darnos cuenta nos podíamos ir alejando del sueño que nos habíamos propuesto cuando nos casamos.
Imaginando, que nos dirían nuestros hijos, si hiciéramos para cada uno de ellos lo que ellos necesitan que hagamos para que sean personas de bien y así logren la felicidad, nos dimos cuenta sobre lo mucho que tenemos que trabajar y nos focalizamos en esto para hacer un plan.
Inspirados en lo realizado hasta el momento, decidimos escribir nuestra Misión como padres. La compartimos y después comenzamos a ver con más claridad que podíamos lograr cosas que nunca imaginamos, que iban a ser posibles sólo si las planificábamos conjuntamente y le dábamos tiempo.
En cuanto a los tiempos de dedicación hicimos un plan, con acciones concretas a 1 año, donde lo importante fue definir que es lo que cada hijo necesitaba y que acciones podíamos hacer conjuntamente para cubrir sus necesidades.
Como conclusión, el contar con un esquema, empezando por los valores como base del matrimonio, continuando por los roles de cada uno, la misión y los objetivos a más de 1 año, nos llevó a realizar acciones, algunas de manera individual y otras en forma conjunta, cuyo resultado fue estar en paz interior y mejorar la relación entre todos los miembros de la familia.
Para finalizar, todo este trabajo lo hicimos inspirados en la gracia de Dios. Ambos creemos que es la única forma de encontrar la respuesta a cualquier duda o incógnita de la vida, en este caso en el matrimonio y la familia.
-> Fernando de Tezanos Pinto
Presidente del Consejo de Administración
Fundación Proyecto Padres