[2006] - Imaginar que alguien concientemente desee provocar daño o incomodidad a una persona con limitaciones físicas -por una discapacidad manifiesta o por efecto del paso de los años- es francamente difícil.
Seguramente si algo así ocurre uno podría adjudicárselo a un individuo malvado, verdaderamente merecedor del desprecio de la comunidad.
Pero ¿qué clase de personas son las que realizan cotidianamente múltiples humillaciones de distinto calibre al prójimo? ¿son acaso seres malos, provocativamente ventajeros, dignos representantes del mal en la tierra?
No, son gente que no considera al prójimo, tenga o no discapacidad, tenga o no muchos años, tenga o no impedimentos circunstanciales en su desplazamiento.
Son hombres y mujeres que están tan absorbidos por sus intereses que ni siquiera registran la existencia de otros a su alrededor, sus únicas preocupaciones son las que se ajustan a sus necesidades personales.
En esta consideración sobre algo extremadamente común es valioso también mencionar que quien así se comporta, puede incluso ser una persona que viva una realidad similar a quien puede perjudicar. Sin ir demasiado lejos, no es raro hallar vehículos identificados como pertenecientes a personas con discapacidad... que están mal estacionados.
Ahora bien, ¿el único problema es complicarle la vida a los discapacitados, a los ancianos, a las madres con niños en brazos? ¿Acaso no merece ser respetado, tenido en cuenta, valorado quien no vive esas realidades?
Entiendo que modificar estas actitudes -demasiado comunes y que tantas incomodidades genera en la comunidad- no es un tema sencillo. Particularmente sostengo que nadie se comporta distinto sea como peatón o como conductor.
Quien es respetuoso lo será caminado o manejando, quien es un arrebatado lo será caminando o manejando, quien no tolera demasiado la realidad del otro se comportará igual manejando o caminando. Lo que sucede es que es mucho más visible, mucho más evidente lo que provoca un vehículo que alguien caminando.
Si se piensa en términos de respeto es absolutamente imprescindible trabajar el propio comportamiento, al mismo tiempo de exigírselo a los demás.
-> Alberto Mora