[2006] - El Día del Padre es un acontecimiento en la mayoría de las familias. Mas allá de los hábitos particulares de cada una, en muchas el domingo dedicado al jefe de la familia amanece con los hijos transformados en "despertadores" -si son pequeños más todavía-, se desayuna luego de abrir algún obsequio y toda la familia tiene una sensación especial, ya que uno de sus fundadores tiene el centro de la atención.
Sucede que además de ser "su" día, es domingo. Y el domingo es una jornada que tiene –naturalmente- características familiares.
Si bien puede suceder que haya algún compromiso más o menos estable -visita a abuelos por ejemplo- el domingo tiene menos actividad que el sábado donde algunas compras, trabajo, arreglos o actividad deportiva, hacen que los integrantes del grupo no anden necesariamente juntos.
En cambio en el primer día de la semana (aunque no siempre uno recuerde este orden) se da una escenografía, un momento especial que permite el encuentro. Y si a esto se le suma la asistencia a una misa –lo que hacen muchos miles de familias en nuestro país y el mundo- el domingo no tiene comparación.
El domingo tiene su propia fisonomía y esto hace que muchos se depriman por la noche porque el lunes se avecina. Es la bisagra entre este día especial de la semana y una nueva jornada de obligaciones.
Frente a esta realidad repetida en muchos hogares surgen entre otros algunos bemoles:
-Aquellos que no son padres.
-Aquellos padres que no están junto a sus hijos por separación conyugal o por estar detenidos.
-Aquellos hijos que tienen un señor en su casa que no es su padre, sino "la pareja de mamá", mientras papá está en otra casa con sus otros hijos.
Estos casos citados tienen notables diferencias entre sí lo que permite vivencias y procesos igualmente disímiles.
Porque el no ser padre algunos lo llevan como un carga, un fracaso o incluso un alivio. Mientras que otros lo viven como una realidad que aún no se dio, pero que no descartan.
La separación conyugal –un drama en sí mismo- establece un impedimento lógico: falta el contacto diario entre hijos y padres. Esta situación, desafortunadamente muy frecuente hoy en día y que merecería otro comentario, impide mucho más que la celebración del día del padre. Imposibilita ese “latido” cotidiano que hace, a veces, innecesarias las palabras.
El caso de los padres –o los hijos- encarcelados es una realidad que muchos no contemplan como una tragedia cuando en verdad lo es. Las cárceles de Buenos Aires están superpobladas, viciadas de exceso y perversión, ausentes en su mayoría de un proyecto que contemple la reinserción social del detenido. Y esos detenidos llevan la dura carga del desarraigo familiar, entre muchos otros. Y sus familias debieron ser el ámbito propicio para hacerlos dignos hombres y mujeres de trabajo, pero desarticuladas en sus fundamentos básicos, fueron posiblemente involuntarias cunas del delito.
Finalmente está el cuadro de “los míos, los tuyos y los nuestros” que -aunque se busque una cercanía con la normalidad-, indudablemente inserta figuras extrañas que multiplican o desdibujan funciones.
Casi todas las situaciones mencionadas van gestando en una persona parámetros, conceptos, valores (o desvalores) que afectan el tejido social del país. Suponer que tener o no al padre tras las rejas, tenerlo cerca o en el seno de otra familia, o el no considerar como un llamado del corazón las ganas de ser padre, son solo situaciones individuales es no entender el problema.
Ya hace un tiempo que algunas personas e instituciones están interesadas en modificar el Día del Padre -el tercer domingo de Junio- para fijarlo en el 24 de Agosto, el día que el General José de San Martín y su esposa Remedios de Escalada tuvieron a su hija Mercedes.
Frente a esta noble idea que permitiría unir la figura del Padre de la Patria al padre de familia, podemos tener dos miradas antagónicas:
1) Sería un modo de no utilizar la fecha que los norteamericanos fijaron para honrar a los padres, basados en un hombre que enviudó y debió ocuparse solo de sus seis hijos. Esta iniciativa fue imitada por distintos países de Europa, América Latina, África y Asia. Si bien esto podría poner en primer plano a un reconocido prócer nacional y buen padre, haría que la celebración y saludo variara en el día de la semana.
2) Este hecho provocaría que en muchos casos las familias no se pudieran reunir para festejarlo, reservando el encuentro... para el domingo siguiente. El domingo -jornada por excelencia sinónimo de familia- perdería esa anual ocasión de agasajo y saludo.
La respetable iniciativa, que estuvo en el Congreso de la Nación y fue aprobada -con el corrimiento al 3º domingo de Agosto- no fue tratada lo que provocó su caducidad, aunque es posible volver a la carga con esa intención. Poner de relieve a esta figura cumbre de nuestro país, ejemplo de entrega y dedicación, y padre ocupado de la formación de su hija, no puede menos que valorarse.
Pero si esa fecha, 24 de Agosto, pasa al 3º domingo por cuestiones prácticas estaríamos más o menos como ahora.
La figura y los valores del general San Martín deben difundirse teniéndolo como buen ejemplo, pero el domingo de cada semana es una ocasión familiar que debe defenderse. Como merece defensa todo aquello que permita el normal desempeño de la paternidad -y la maternidad- en una sociedad que pretende imponer supuestas "nuevas formas" o una incierta postergación a una institución fundamental para la salud de un país.
-> Alberto Mora