[2006] - Justificar es hacer que algo sea admisible, no censurable o adecuado. Seguramente está emparentado con lo justo, la justicia. Partiendo de esa explicación elemental no es comprensible cómo cotidianamente muchos hacen lo incorrecto en la vida corriente de todos nuestros días de simples vecinos.
Vemos a diario en San Isidro cómo hay automovilistas que con excusas pueriles (y ofensivas al mismo tiempo) estacionan sobre sendas peatonales, obstruyendo rampas para discapacitados (inclusive se ven coches con el calco de discapacitados cometiendo esta infracción), en doble fila, y sobre las veredas impidiendo el paso de los peatones.
Las explicaciones que se suelen escuchar de estos irresponsables –cuando se dignan darlas- intentan "justificar" (hacer admisible, correcta) su ubicación con algún comentario ligero sobre una esposa o acompañante en la farmacia, kiosko o similar que "ya sale", o con un simpático "Si, si, ya me voy", y cosas así.
No está comprobado que, como algunos piensan, el conductor de un vehículo "se transforme", que sea fuera del vehículo un hombre o mujer correcto y respetuoso. La experiencia indica que quien considera al prójimo, lo hace siempre, o al menos casi siempre.
Si alguien estaciona obstruyendo una senda peatonal y una rampa, bajo un semáforo (como en la Av. Centenario y Belgrano, San Isidro, como ocurre a diario) seguramente cometerá faltas de respeto similares en otras circunstancias, en su trabajo, caminando, en su casa, con sus hijos. ¿Qué explicación científica habría que demostrara un “justificado” cambio de actitud al volante de un vehículo?
Otra situación "injustificable" de la vía pública es cómo los hombres han dejado de lado la mínima expresión de respeto hacia las mujeres a la hora de ceder el lugar para ascender a un colectivo.
Se observa que cotidianamente en filas de 10 o mas personas los hombres (de toda edad) no dejan pasar a las mujeres primero, como hace años era estrictamente lógico. Tal vez la excusa interna será que están cansados, que las señoras salieron a pasear y ellos a trabajar, que ¿Querían igualdad de derechos?... o cosas así, pero lo cierto es que se observa esto a diario. Al punto que parece que las mujeres también se están acostumbrando.
Y si hablamos de colectivos… podríamos hacer grandes –pero ya sabidos- comentarios por lo que solo podríamos mencionar dos hechos, uno emparentado con el párrafo anterior: muchos hombres tampoco ceden el asiento a las mujeres. Esto no sería raro, solo un manifestación más de la falta de cordialidad antes mencionada. Lo realmente curioso es cómo las mujeres muchas veces no se comportan solidariamente entre ellas: mujeres embarazadas, con hijos, mayores de edad, con dificultades diversas que no reciben asientos en un colectivo repleto de mujeres jóvenes, chicas, sin inconvenientes. Pareciera que la falta de respeto de los hombres es contagiosa.
Tal vez todo esto no es mas que el fruto de vivir demasiado pendiente de uno mismo, desatento a la realidad de quien está a un lado, demasiado absorbido por los propios problemas y ocupaciones.
Todo esto tiene arreglo: volver a pensar en la generosidad en la vida cotidiana, volver a estar dispuesto a ayudar antes de que nos lo pidan, volver a las buenas recetas de nuestros padres y abuelos, volver a sentirse bien por la tarea bien hecha, aunque nadie nos vea. Volver a sentirse gratificado porque le pudimos hacer un poco mejor el día a alguien.
-> Alberto Mora