[2005] - En la ciudad de Mendoza, era una noche de invierno y soplaba un viento muy fuerte. Un chico vendía diarios en un rincón, tratando de protegerse de frío. Realmente, no vendía mucho, lo que intentaba era no congelarse.
Vio a un policía, se le acercó y le preguntó "Señor, no conoce algún refugio donde pueda dormir esta noche? Siempre duermo en una caja de cartón que tengo en el callejón, pero es que esta noche hace mucho frío y me gustaría estar en un lugar protegido".
El policía lo miró y le dijo: "Bajá por esta calle, hasta una casa blanca, golpeá la puerta y cuando te abran solamente decí: "Mateo Veinticinco Cuarenta" y te dejaran pasar".
El chico obedeció. Llegó a la casa y golpeó la puerta. Le abrió una señora muy amable. El chico la miró y le dijo: "Mateo Veinticinco Cuarenta".
La señora le contesta: "Pasá hijito". Lo toma de la mano y lo sienta en una mecedora cerca de una vieja chimenea que estaba encendida. La señora sale de la habitación y el chico piensa por un momento: ¡La verdad es que no se quién es Mateo Veinticinco Cuarenta, pero la verdad que puede hacer que un chico como yo se caliente en una noche fría!.
Al rato, la señora regresa y le pregunta: "¿Querés comer algo?". El chico respondió: "Hace días que no como y no me vendría nada mal un poco de pan". La señora lo tomó de la mano, lo Ilevó a la cocina y lo sentó a una mesa llena de exquisitos platos de comida casera. El chico comió y comió hasta que ya no pudo más y entonces pensó: "La verdad es que no se quién es Mateo Veinticinco Cuarenta, pero seguro que consigue llenar un estomago hambriento!".
Al terminar, la señora tomó al chico de la mano y lo Ilevó al baño, donde lo esperaba una bañadera llena agua tibia y burbujas perfumadas. Mientras el chico se sumergía en ella, pensaba: "La verdad es que ahora menos que menos entiendo quién es Mateo Veinticinco Cuarenta, pero ya sé que puede conseguir que un chico sucio quede bien limpio. ¡Nunca me había dado un baño de verdad en toda mi vida!".
La mujer volvió a buscarlo, lo Ilevó a una habitación, le puso un pijama y lo acostó en una inmensa cama con una almohada comodísima. Lo tapó con un acolchado calentito, le dio un beso y le deseó que durmiera bien, apago la luz y salió.
El chico, bien abrigado en !a cama, veía por la ventana como caía la nieve y pensó: "La verdad es que Mateo Veinticinco Cuarenta puede hacer que un chico cansado pueda descansar".
A la mañana siguiente, la señora vino con ropa limpia para que se cambiara y lo Ilevó a la misma mesa de la noche anterior, llena de cosas ricas para el desayuno.
Después de comer, lo sentó en la misma mecedora de la noche anterior y tomó en sus manos una vieja Biblia. Se sentó frente a el, lo miró a los ojos y con una dulce voz le dijo "¿Sabés qué es Mateo Veinticinco Cuarenta?"
"No señora, contestó, anoche fue la primera vez en mi vida que oí hablar de él, cuando el policía me dijo que se lo dijera a usted".
La señora abrió la Biblia, en Mateo 25:40 y comenzó a explicarle acerca de Jesús. Ahí, frente a esa vieja chimenea, el chico amó con su corazón y su vida a Jesús. Y pensaba: "¡Mateo Veinticinco Cuarenta! Gracias a él me siento seguro y amado".
Nosotros, que ya conocemos la intensidad del Amor de Jesús por nosotros, sabemos que tenemos una misión de amor.
[Mateo 25:40: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo"]