Ante un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo abundan los mensajes en medios y redes sociales. “¡Viva la Patria!” se dice, pero ¿Vive la Patria?
Nada se dice sobre los sistemáticos ataques que recibe la Patria desde hace muchos años para socavar sus cimientos, sus elementos básicos.
Como señalan claramente un artículo de abril de 2022 de la periodista Claudia Peiró y varios informes de Notivida, la Argentina se está despoblando. Menos hijos, menos compromiso, menos Patria.
De acuerdo a estadísticas del ministerio de Salud de la Nación la tasa de fecundidad (el número de hijos por mujer) se ubicó en para el 2020 en 1,54, el valor más bajo de la historia argentina, con 533.299 nacidos vivos (un 14,7% menos respecto al año anterior) y un 31,4% en relación al 2014.
"Es la menor cifra de nacidos vivos de las últimas décadas. Se acentúa el declive de los nacimientos que comenzó en 2014″, dijo la Lic. Mónica del Río, que cada año analiza las estadísticas y llama la atención sobre lo que significan.
La tasa de natalidad (el número de nacimientos por cada 1.000 habitantes) también registra una caída constante desde 2014, ubicándose en 11,8 en 2020.
Será bueno para todos leer la nota de Peiró (CLICK ACÁ) y acceder al sitio web de Notivida para conocer más sobre algo que lo que la clase política en su conjunto debería estar preocupada, si realmente buscara la recuperación y el desarrollo del país.
El mal manejo de la economía con todas sus consecuencias en lo referido a las fuentes de trabajo, al costo laboral y a la producción, las eternas internas políticas que evidencian dóndetienen sus prioridades los políticos, entre otros temas, colabora con un cuadro de preocupación que expulsa a jóvenes del paísy desalienta el traer hijos al mundo, postergando más allá de lo razonable la llegada del primero.
Si a eso le sumamos el avance de las drogas que conspiran con todo digno proyecto de vida, la voraz promoción de la anticoncepción y del aborto (mueren 300 argentinos antes de nacer POR DÍA), y una constante ponderación de manifestaciones artísticas extranjeras (o extranjerizantes) con dañinos mensajes no es imaginable un futuro con un escenario mejor, aunque la economía pudiera ordenarse. Porque no pocas de estas cosas ocurren como consecuencia de un largo proceso destructivo emprendido por políticos desde el Estado, por múltiples formas de delincuencia, por los desconfiables medios de comunicación y los perversos negocios ideológicos que son el motor oculto del declive general.
Un país con una densidad poblacional bajísima, endeudado y con prioridades equivocadas, está expuesto e indefenso ante las imposiciones internacionales. Precisamente las que presionan para bajar la natalidad, obligar a la mujer a salir de su casa a trabajar desechando la maternidad y convenciendo a todos de que la felicidad está en los bienes materiales.
Considerando, además, que se cierne una clara amenaza sobre la vida de los ancianos y enfermos con los proyectos de eutanasia, la Argentina despoblada y atacada en sus cimientos, está lejos del horizonte venturoso que atrajo a millones de inmigrantes en el pasado, todo lo contrario.
La decadencia argentina lleva mucho más que sólo 20 años, cuando arribó el kirchnerismo al gobierno. Las particulares creencias políticas de cada uno podrían asegurar que lo peor es tal o cual episodio trágico, de los tantos que ocurrieron, pero lo cierto es que son alrededor de 100 años de un devenir siniestro que nos deja en este espantoso presente de pobreza y marginalidad, en varios sentidos.
¿Acaso está claro qué idea de Patria le insertan a los niños y jóvenes desde el adoctrinamiento del Estado, con tendenciosas publicaciones y docentes militantes? ¿Chicos y grandes entienden que el fútbol no tiene nada de sentido patriótico, que sólo es deporte y que carece de influencia en las cosas importantes?
La promesa de futuro que vieron aquellos inmigrantes necesitados pero dispuestos a esforzarse de sol a sol, sin excusas, por su familia y sus hijos se ha ido diluyendo al ritmo de los desgobiernos y las ambiciones externas. La Argentina está, en muchos sentidos, a la deriva y muy lejos de las motivaciones de los hombres de Mayo.
No obstante el nivel de decadencia general y a pesar de los medios de comunicación que no dejan de promover homosexualidad, vanalidad, egoísmo, relativisimo, consumismo y vacío, es posible todavía imitar a nuestros corajudos antepasados.
Difícil imaginar un futuro próximo confiable cuando la pelea por el poder a toda costa es lo único que moviliza a la clase política, cuando quien dijo a voz en cuello "blanco" hoy es capaz de negarlo y vociferar "negro", cuando gozan de todas las prebendas sin un atisbo de imitar la entrega y nobleza de nuestros verdaderos próceres, cuando la corrupción (abierta o solapada) es su forma de vida.
¿De qué sirve un inflamado mensaje revestido de patriotismo un 25 de mayo si se apoyan políticos que impulsan ataques a la identidad, a la familia, a la vida, a los sanos valores fundacionales del país?
Tenemos una gran tarea por delante y es posible que no veamos los frutos: No se puede bajar los brazos, hay que ejercer la decencia a toda costa en privado y en público, hay que abandonar el exceso de hablar de uno mismo, hay que llamar a las cosas por su nombre sin medias tintas, hay que confiar, hay que juntarse y trabajar de sol a sol (como hace el enemigo) y ser coherentes.
Todavía hay posibilidades de remontar el cambalache en el que estamos sumergidos, aunque no parezca. La Patria grande no tiene las raíces en la economía, sino en las virtudes de un pueblo. Son ellas las que empujan el carro de todo, las que dan razones para continuar, las que le dicen que no a la trampa -por pequeña que parezca-, las que apuntan a lo Alto, las que pueden permitirnos un futuro mejor, para todos.