El presidente Alberto Fernández (63), el mismo que impulsó la ley 27.610 para matar argentinos antes de nacer en cualquier momento del embarazo y atentó contra la profesión médica impidiendo que puedan actuar en favor de la vida de una mujer en situación vulnerable, dispuso un innecesario feriado nacional para este viernes 2 de Septiembre "para que, en paz y armonía, el pueblo argentino pueda expresarse en defensa de la vida".
La medida del primer mandatario surgió luego del extraño episodio de alguien que habría intentado asesinar a la vicepresidente de la Nación, Cristina Fernández (69) en la noche del jueves 1 ante la evidente incapacidad de la custodia personal. Un brasileño de 35 años de nombre Fernando Andrés Sabag Montiel apuntó con un arma a la funcionaria y habría gatillado aunque el proyectil no salió y fue detenido.
La disposición arbitraria de un feriado nacional por algo que no sucedió es una expresión más de la autoritaria manipulación de la fuerza del Estado. Si lo sucedido no es un montaje (algo que muchos aseguran) era preciso dirigirse a la población del país para informar oficialmente, para solidarizarse y anunciar un seguimiento preciso del caso.
Pero nada serio justificaba un feriado nacional con todas las pérdidas a la golpeada economía de millones de ciudadanos que eso provoca. Cirugías, turnos médicos, clases en todos los niveles, horas extras, facturación y mucho más se ve entorpecido o anulado.
Es claro que el feriado sólo se decretó para facilitar que los militantes kirchneristas sean amontonados en plazas en una desesperada acción proselitista apuntando a los próximos comicios. Un episodio que, afortunadamente, no tuvo sangre pero que viene como anillo al dedo para todo lo que se está haciendo para apuntalar a una alianza que se hunde en un fracaso estrepitoso. Como sucede en los naufragios, la desesperación saca a la luz lo que cada uno es realmente.
La vicepresidente no es la democracia. Cristina Fernández pudo ser asesinada pero ni la amenaza ni el eventual homicidio comprometen al sistema de gobierno.
Los cerca de 200.000 niños abortados, los millones de personas que viven en la pobreza y la marginalidad, los 130.000 muertos que dejó el desmanejo del Covid-19, la destrucción de las fuentes de trabajo y los muchos miles de jóvenes que huyen del país buscando un futuro, son las víctimas de este gobierno y sus socios.
Y eso no es algo que pudo pasar, sino un atentado real y diario contra la Argentina.