El 6 de Octubre de 2019 el diputado nacional y candidato a
gobernador de Buenos Aires Axel Kicillof, aseguró en una
entrevista que "con la pérdida de empleo, hay gente que se dedica a
vender droga porque se quedó sin laburo".
Inmediatamente el
Pbro. Osvaldo Del Piero, titular de la pastoral de las
adicciones, expresó lo que muchos saben: No hay relación directa entre el
estrato económico y la participación en el delito del negocio de la droga.
"No es que si baja o aumenta la pobreza habrá más gente que venda.
Hay otros factores culturales que influyen en este
tema”.
Kicillof, siendo diputado, fue
parte de los que intentaron con encendidos discursos la legalización del delito
del aborto en el Congreso y en 2020, ya en el cargo de
gobernador, autorizó la compra de la droga homicida Misoprostol
y adhirió al protocolo que facilita la eliminación de niños en
hospitales públicos.
Por estos días, la toma de tierras en el sur del
país expuso a la antropóloga Sabina Frederic con sus dichos de
que tal delito no era un tema de seguridad y, curiosamente, denunció a los
vecinos que se oponían a la avanzada ilegal. Tres días después, cambió de
postura y declaró “Son actos ilegales y nos
preocupan”.
Alberto Fernández, que en
2019 se anunciaba partidario de la unión de los argentinos, una
de las primeras medidas como gobernante fue implementar una medida
inconstitucional desde el ministerio de Salud para que se facilite el
delito de matar niños antes de nacer. Y no paró de anunciar que tiene
listo el proyecto de legalización del aborto para enviarlo al
Congreso.
Al igual que hacen habitualmente los políticos con cargo o sin
él, sólo es válido lo que se hace desde su espacio político y jamás aceptan
críticas, ni se avienen a reconocer fallas o errores de cálculo. Como lo señala
claramente el manual de procedimientos de los funcionarios argentinos:
Todo lo que funciona es "su" mérito y todo lo que está mal o no funciona
es responsabilidad de los ciudadanos o de la
oposición.
UN VIRUS QUE CONTAGIÓ AL 0,35% DE LA
POBLACIÓN MUNDIAL Y AL 1%VDE LOS ARGENTINOS
Ginés
González García –otro vehemente partidario del falso derecho a matar
niños- había desestimado que el Covid-19 pudiera llegar a la Argentina.
"No hay ninguna posibilidad de que exista coronavirus en
Argentina" dijo al comenzar el 2020. En Abril aseguró que estamos
“menos mal” que “cualquier otro
país” y “vamos por debajo de la simulación más
optimista”. En Julio el ministro confesó que pensaba que los casos
de coronavirus “iban a bajar como consecuencia de la
cuarentena” y en Septiembre mostró su preocupación ante el
desgaste de médicos y enfermeros, advirtiendo que si no hay "una
conducta distinta" en la población para prevenir los contagios,
habrá "un mal final".
Muchos tienen la
entendible sensación de que este gobierno está en ejercicio desde hace muchísimo
más tiempo del que realmente pasó. No es para menos. La pérdida
definitiva de empresas y comercios con su consecuente daño a la
economía personal y la sana dinámica del país, la oscilación en
las medidas en medio de constantes cálculos políticos
partidarios y la incertidumbre frente a lo que se
vendrá cuando la emergencia sanitaria quede en un segundo plano, hacen que todos
experimenten una lógica saturación y hartazgo de que se le asigne al coronavirus
que se contagió el 1% de los argentinos (el 2,1% de ellos
falleció) la responsabilidad de la tragedia.
Las declaraciones del
presidente acusando de irresponsable, de atentar contra el
futuro de la Argentina, a todo aquel que no adhiera a las medidas de su gobierno
no debe sorprender. Siempre hemos sido testigos de mandatarios que han
calificado de desestabilizadores a quienes les marcaban en público sus errores.
En ocasiones secretamente y otras veces de forma más evidente, todos los
que asumen el poder desean ser emperadores, sin debate, sin críticas,
sin consultas, salvo a los falsos opositores y a los
obsecuentes.
“Este es un país donde se mal
informa” expresó Fernández con su habitual
beligerancia verbal para señalar al periodismo que se atreve a poner en
evidencia sus incoherencias, sus desatinos, sus desequilibrios.
Y, como
si fuera necesario, Fernández ahora estimula para el fin de la
emergencia por el SARS-Cov2 un "banderazo" hecho por los
"argentinos de bien", como osó definir a los que son
de su tropa. Nuevamente dice que le preocupa el bienestar de los argentinos,
pero sólo piensa en los que votaron a la alianza que encabeza, por obra y gracia
de Cristina Fernández de Kirchner.
Y no se guardó
nuevamente su hipocresía al decir que "su" marcha va a ser de
“los argentinos que no queremos
muertos”.
UN PLAN DE SEGURIDAD EN EL CONURBANO
EN BUSCA DE LA IGUALDAD…
El viernes 4 de
SeptiembreAlberto Fernández encabezó el lanzamiento
de un plan de seguridad en que no se guardó la justificación de la delincuencia.
Según el presidente argentino la causa de que haya personas que delinquen es la
"desigualdad".
Para el abogado
Fernández –como lo aseguraba Kicillof en
2019- "muchas veces el que delinque lo hace porque
no encuentra un futuro o una alternativa mejor que el delito".
Muchos, inevitablemente, pensaron si sus socios políticos -que tanto dinero
acapararon y están enjuiciados o detenidos- cometieron los delitos porque no se
cruzaron con "una alternativa mejor".
Por los anuncios, surge que
Fernández utilizará para reducir la
"desigualdad" 10.000 nuevos policías,
2.200 nuevos móviles, 4.000 paradas de
colectivo, 12 nuevas cárceles y 3.957 nuevos
efectivos de las fuerzas federales, refacciones en comisarías, chalecos
antibalas, cámaras de seguridad, armamento y tecnología analítica
aplicada.
Este plan, que no resuelve los miles de puestos de trabajo que
se perdieron con las medidas ante el Covid19, implicará un gasto de casi
500 millones de dólares.
Los que sí deben estar
contentos por estos días son los 49.000 travestis que serán
incorporados en cargos en el Estado por el decreto de
Fernández. Por supuesto, le devolverán el favor en las próximas
elecciones y achicarán la fenomenal pérdida de votos que se ha sabido ganar en
algo más de 8 meses.