Lo virtual, por definición, tiene una existencia aparente, no es físico ni real.
Todos sabemos a qué se refiere algo si responde a una "realidad virtual", cuando la innovación tecnológica nos asombra con un desarrollo. Es que parece cierto, de verdad, pero no lo es.
Lo virtual es, apelando a los sinónimos, algo potencial, posible, tal vez probable, irreal, imaginado o supuesto.
Lo que se presenta como "biblioteca virtual" es un sistema informático con archivos de texto a los que se accede mediante un sitio web; el "sexo virtual", por su parte, es una forma de comunicación entre personas a través de un dispositivo conectado a Internet que propone la autosatisfacción impulsada por estímulos visuales y/o auditivos.
Lo curioso es cómo, ante el desconocimiento, muchos aceptan a pie juntillas palabras o frases sin pensar demasiado.
Por el confinamiento obligatorio ante los riesgos de contagio del SARS-Cov2, desde Marzo hemos recibido invitaciones o hemos sabido de acontecimientos de existencia aparente, es decir, "virtuales": congresos, seminarios, clases, manifestaciones, recitales, abrazos, misas, entrevistas, etc.
Antes de utilizar el término "virtual", es válido considerar el prefijo "tele", "a distancia", "remoto", "en línea" o, si conviene, NADA. Una entrevista puede ser en estudios, en exteriores, telefónica, en vivo o grabada. Si se utiliza un teléfono, una computadora portátil o un móvil de televisión, seguirá siendo una entrevista o, si se quiere, una "video entrevista".
Una misa celebrada en una parroquia por un sacerdote con la sola compañía de un asistente para la conexión de redes sociales, seguirá siendo una misa real (no de existencia aparente), pero transmitida por Internet.
Sucede lo mismo con un congreso, un seminario o un recital. El congreso tendrá sus expositores y su moderador (en sus domicilios), su horario y su dinámica establecidos. Los recursos propios de la plataforma utilizada permitirán las preguntas del público (si estuvieran todos en un auditorio serían escritas o dichas a un micrófono).
Por supuesto, no existen ni los "abrazos virtuales", ni las "procesiones virtuales" ni las "cenas virtuales". Enviar una imagen de un abrazo,… no es un abrazo. Un abrazo necesita brazos que arropen a una persona, una procesión las imágenes, los fieles y los sacerdotes; una cena el encuentro real con otras personas y el disfrute del ambiente y del momento.
Las cosas que trajo el confinamiento
El confinamiento obligatorio, la imposibilidad de trabajar, la aparición de los tapabocas, la conferencias en video, los permisos de circulación y cierta obsesión por la desinfección constituyen un combo novedoso y no pocas veces incómodo que nos trajo el coronavirus SARS-Cov2.
Contactarse mediante mensajes de Whatsapp o armar encuentros en video da la engañosa sensación de estar cerca (en especial de personas que están a muchos kilómetros). Por temas de trabajo cualquiera tolera la entorpecida comunicación en video y resuelve distintas cuestiones, pero NADA reemplaza el contacto real, cara a cara, cercano con un hermano, un hijo o un padre.
La constante dedicación de los medios de comunicación hacia el virus, las muchas horas de vigilia y computadora, y los comentarios referidos al tiempo en que recuperemos la libertad de circulación, terminan agotando a cualquiera.
La vida real es otra cosa y todos lo sabemos
Desde el 20 de Marzo vemos medidas desparejas en torno a quién y qué se puede hacer, sumado al constante afán de recorte de información para difundir sólo lo que conviene. Nada se dice de las 120 mujeres por semana que mueren en la Argentina desde hace años por cáncer de mama (que requiere detección temprana, mamógrafos y efectivo combate de los factores de riesgo como el tabaco), ni de las 18 personas por día que han dejado de fallecer por día en incidentes de tránsito, ni los más de 8.000 niños eliminados antes de nacer en hospitales porteños en 2019.
No busca este comentario despreciar las medidas que se han tomado ante el virus que es implacable con los adultos mayores con debilidades asociadas a su edad o enfermedades, y con personas inmunodeprimidas por distintos motivos.
A donde sí se orientan estas reflexiones es a relativizar la seriedad del confinamiento obligatorio para muchos que no están relacionados con personas ancianas o enfermas y que, con todos los recaudos de barreras e higiene, podrían seguir trabajando o estudiando.
La calificación de "esencial" se le asignó arbitrariamente a algunas actividades y se le privó a otras que, al menos, debieron ser evaluadas con más seriedad.
La actividad de los medios de comunicación se consideró "esencial" y podríamos coincidir cuando de llevar información a la comunidad se trata. Pero hemos visto programas de televisión en estudios con contenidos y personas no "esenciales" (abogados, bailarines, actores, psicólogos, etc.) compartiendo una mesa o un living, con relativo distanciamiento y sin los consabidos barbijos que la mayoría debe usar.
Se observa a diario a movileros con barbijo, pero no a los conductores del informativo. Si existen riesgos y hasta se insta a que todos lo usen, no debería haber excepciones, aunque se vea ridículo o parezca exagerado.
Reglas de goma que establecen que ir al supermercado está bien, pero ir a misa no. Caprichos que indican que jugar al tenis o al golf está mal, pero hacer fila durante una hora para pagar impuestos o comprar en la farmacia está bien. Antojos que llevan al presidente, al gobernador y al jefe de gobierno porteño a dar conferencias de prensa con periodistas sin usar el barbijo argumentando que "no se les entendería" lo que dicen.
Una de las tonteras que se viene escuchando con insistencia es que la cuarentena ha puesto en evidencia "lo bueno y lo malo de las personas", que el virus es el culpable de la crisis económica o que la emergencia sanitaria develó la existencia de los barrios pobres.
Salvo para quienes vivían alejados de la realidad (o prefirieron ignorarla), lo bueno y lo malo de las personas aparece todos los días, en cada esquina, y los miles de barrios de emergencia con su hacinamiento y falta de servicios existen desde hace 90 años para la mayoría de los ciudadanos. Quienes señalan que la cuarentena le dio visibilidad a la solidaridad, a las mezquindades humanas y a la indigna marginación social sólo pueden ser calificados como ignorantes de la realidad o abiertamente perversos.
Otra de las tonteras que hemos escuchado es que cuando el Gobierno Nacional disponga levantar las restricciones a la circulación, al trabajo y a la educación, todos viviremos una "nueva normalidad" y que el mundo que conocíamos ya no será igual, por la inclusión de previsiones sanitarias en la forma de vincularnos con amigos, en el trabajo, en el comercio.
La normalidad es la normalidad, como la familia es la familia desde que la humanidad existe sobre la Tierra, como mamá es mamá y papá es papá. La alta frecuencia con la que se produce un error, una falla, no hace que se convierta en acierto. Aunque uno repita hasta el cansancio que 2 x 3 es 5, el resultado seguirá siendo 6.
Lo normal, adecuado a previsiones que deberían estar incorporadas por todos desde hace mucho, es entender que hay virus y bacterias en el pasamanos del tren, el colectivo y el subte, en la mesa del bar, en el pupitre del colegio, en el picaporte del auto y de la casa, en las llaves y todo lo que uno toca a diario.
Lo normal es entender que existía (y existe) una vacunación por debajo de lo óptimo y que, por esa razón, casi 32.000 personas murieron en 2018 por neumonía e influenza.
El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, ha manifestado escoltado por el presidente Fernández y el jefe de gobierno porteño Rodríguez Larreta que la crisis económica es culpa del coronavirus, adjudicándole a esta circunstancia la totalidad de la responsabilidad por comercios, industrias y trabajadores que no puedan generar ingresos, no pueden cumplir con sus obligaciones con proveedores, ni pagar los sueldos ni el aguinaldo.
El virus SARS-Cov2 se transmite, como es sabido, por contacto directo entre ciertos fluidos de una persona contagiada y otra sana, o por contacto entre una superficie contaminada y una persona que no toma los recaudos necesarios para evitar que el virus ingrese a su cuerpo.
Aunque, vale aclararlo para todos, este camino de transmisión no es exclusivo del novedoso coronavirus. También es el elegido por la mononucleosis infecciosa, la hepatitis B, la parotiditis, la gingivitis, la meningitis, la gripe, los herpes, la varicela, las paperas, la candidiasis y la sífilis.
Por lo tanto, nuevas costumbres de higiene y mejor cobertura para las vacunas de probada eficacia contra ciertas afecciones, no harán que lo normal sea diferente, salvo que se esté usando este concepto para imponer la naturalización de anormalidades.
Alberto Mora