En tiempos en los que la ideología y la política impulsan una empecinada equiparación -una "paridad- entre mujeres y hombres en todos los campos, cualquiera que busque en fuentes confiables encontrará que la naturaleza establece una serie de diferencias que justifican una imprescindible complementariedad sin la cual... la humanidad se abría extinguido hace rato.
Desde los huesos, el sistema cardiovascular, las hormonas y los órganos se puede determinar que los hombres tienen lo suyo y las mujeres también y, entre ambos, se completa armónicamente un encuentro que nada tiene de cruento, forzado o cultural. La alteración de la naturaleza trae consecuencias, algunas de ellas graves.
Esta preparación que reservó la naturaleza para cada uno orienta, define, una parte de las actividades que realizan desde siempre hombres y mujeres. Fue el hombre en el principio el que tuvo fuerza para salir a cazar y resistencia para hacer largas caminatas. Fue la mujer la que tuvo la capacidad de concebir, cuidar, amamantar y su rol se definió naturalmente como la mejor para educar, alimentar y contener a los hijos.
El devenir de la historia aportó descubrimientos, organizaciones y desafíos diversos que no pudieron -ni pueden- alejarse de las condiciones originarias de mujeres y hombres. Insistir en que una imposición cultural caprichosa obligó a la mujer a concebir y estar en el hogar, y que empujó al hombre al mundo del trabajo afuera de la casa es, mínimanente, un acto de desconocimiento básico o de negación de la realidad.
La observación de que las mujeres ocupan menos lugares de trabajo fuera del hogar y que eso constituya alguna forma de discriminación, significa solapadamente despreciar el valor fundamental que tienen en el gobierno de la casa y en la educación de los hijos. Al mismo tiempo, la imperiosa necesidad de que la mujer trabaje fuera del hogar y que sea precisa la doble escolaridad para ocupar y controlar a los niños, muestra también la decadencia que no permite a muchos hombres tener ingresos suficientes para el sostenimiento familiar.
Diferencias óseas:
En el sistema esquelético humano -esa estructura interna que soporta el resto del cuerpo y protege a los órganos vitales-, si bien se encuentra la misma arquitectura fundamental entre hombres y mujeres, hay varias valiosas diferencias estructurales.
En general, los esqueletos masculinos son más grandes y más pesados que los femeninos. El húmero, el cúbito y el radio (los huesos principales del brazo), son más gruesos y más largos en los hombres. Las falanges (los huesos de los dedos), son también más grandes, por lo que la mayoría de los hombres tienen manos más grandes que las mujeres. Lo mismo ocurre con los miembros inferiores, que son soportados por los huesos fémur, peroné y tibia, todo es generalmente más largos en los hombres.
Los cráneos masculinos y femeninos también muestran diferencias significativas. La pequeña protuberancia en la parte posterior de la cabeza -conocida como protuberancia occipital externa- es generalmente más pronunciada en los hombres. El maxilar masculino es típicamente angular y de forma cuadrada en la zona de la barbilla, mientras que la mandíbula femenina tiende a ser más redondeadas y puntiagudas. Los cantos de la frente de los hombres son a menudo más importantes que los de las de las mujeres. Estas distinciones explican la diferencia básica entre las caras de los hombres y las caras de las mujeres.
La principal diferencia entre esqueletos femeninos y masculinos se encuentra en la pelvis. Sólo en la mujer se observan las características naturales que la preparan para parir.
La pelvis femenina es más pequeña, menos profunda y más ancha, y la cavidad tiene forma más circular. El cóccix (el último hueso de la columna vertebral) es más movible en esqueletos femeninos. El sacro (un hueso en forma de triángulo también al final de la columna y conectado a la pelvis), es más ancho y más plano en las mujeres. Todas estas distinciones contribuyen al proceso de parto, cuando la cabeza y los hombros del niño pasarán por esa cavidad.
Las diferencias en los esqueletos masculinos y femeninos se deben, en parte, a las hormonas que naturalmente intervienen en el desarrollo de los huesos. La testosterona es la principal influencia que moldea los huesos de los hombres, mientras que el estrógeno tiene un efecto mayor sobre el desarrollo óseo de las mujeres.
Desde la infancia, tanto los hombres como las mujeres tienen un cartílago óseo relativamente maleable, llamado placas epifisarias, que crecen y se convierten en firmes y sólidos cuando llegan a una cierta edad. Los altos niveles de estrógeno que hay durante la pubertad femenina causan un cierre más temprano de estos cartílagos particulares. En torno a la edad de 18 años, los huesos de las mujeres ya están establecidos, mientras que el desarrollo óseo masculino termina alrededor de los 21 años, dando tiempo a los hombres para ganar mayor masa ósea.
Diferencias genitales
Los órganos sexuales externos de la mujer constan de la vagina, que está rodeada por los labios mayores y los labios menores, que cumplen la función de protección de la uretra (por donde se elimina la orina) y el útero (donde crecerá naturalmente un bebé). Conectados con las Trompas de Falopio están los ovarios, encargados de producir óvulos.
La natural lubricación de la vagina facilita el acto sexual y será el canal utilizado tanto para deshacerse del tejido llamado endometrio no utilizado (cuando no hubo embarazo), como para el nacimiento de un bebé (si existió fecundación).
Por su parte, el hombre cuenta con los testículos (que producen espermatozoides) y el pene que transporta el esperma hasta la puerta del útero.
En el momento oportuno (fértil) de la mujer esos espermatozoides fecundarán un óvulo (la mujer produce sólo uno al mes) y de esa unión surgirá un nuevo ser humano.
La próstata, la vesícula seminal y las glándulas de Cowper se encuentran en el abdomen del hombre y conforman los órganos sexuales masculinos internos, específicamente diseñado para la reproducción.
El ensamble de los órganos sexuales femeninos y masculinos -salvo excepciones- no requiere de esfuerzos, técnicas o accesorios. La naturaleza ha permitido que, naturalmente, desde el origen de la humanidad en la Tierra hombres y mujeres de grupos étnicos, geografías y condiciones de lo más diversas, hayan logrado esta unión armónica y plena.
La postergación de la maternidad y el amantamiento no sólo dificulta las posibilidades de concebir, sino que, además, aumenta las posibilidades de enfermedades como el cáncer.
Diferencias morfológicas:
El cuerpo del hombre es, en promedio, un 8% más grande, un 10% más pesado y un 7% más alto que el de la mujer.
El varón es un 30% más fuerte que la mujer. Además, es más rápido y posee una mayor resistencia a la fatiga. La mujer tiene una talla entre 7 y 10 cm. menor, posee entre 4 y 6 Kg. más de grasa y pesa cerca de 10 Kg. menos. Los hombres tienen más masa muscular, extremidades más largas y un tren inferior (torso) más amplio, al tener sus hombros más distanciados.
Debido a todo esto, las mujeres tienen desventajas mecánicas para levantar más peso. En cambio, la elasticidad es hasta un 10% mayor en las mujeres, al igual que la movilidad articular.
Las mujeres tienen menos glóbulos rojos y, por lo tanto, su capacidad de transportar oxígeno es inferior. Su caja torácica es menor que la del hombre, y su tejido pulmonar inferior, con lo cual su capacidad ventilatoria también es inferior y debe aumentar su frecuencia respiratoria para alcanzar igual ventilación que en el varón. Además de los pulmones, el corazón masculino es de mayor tamaño y mueve más sangre, lo que se traduce en un mejor transporte de oxígeno a los músculos. Esto, unido a que el hombre posee también un mejor transporte de calcio al interior de las células, hace que el rendimiento del músculo masculino sea superior al femenino.
Diferencias hormonales:
La testosterona presente en las mujeres es alrededor de una décima que la que poseen los hombres, y debido a la influencia de esta hormona en el desarrollo de la fuerza y los músculos, las mujeres tienen menores posibilidades de desarrollar igual fuerza y tamaño muscular que los hombres, aún cuando se ejercitan de la misma forma.
Además las mujeres tienen más estrógeno, hormona femenina que interfiere en el crecimiento muscular e incrementa la grasa corporal. Por eso las chicas, debido a los estrógenos, terminan el crecimiento dos años antes que los chicos.
Los varones tienen la mitad de grasa que las mujeres, debido a su diferencia hormonal.
En los deportistas profesionales, el porcentaje de grasa en hombres es de un 4% y en las mujeres de un 9%, y téngase en cuenta que la grasa presenta una sobrecarga inútil, al contrario que el músculo, es incapaz de generar fuerza.
Es tan sabia la naturaleza que ante el consumo de esteroides anabólicos (con el objetivo de producir más masa muscular con menos esfuerzo) provoca serios problemas en los hombres: daño hepático y renal, alta presión, disminución del sistema inmunológico, calvicie, aumento del colesterol, deformación de los espermatozoides, disminución de la esperma, impotencia, reducción testicular, desarrollo de senos y enfermedades cardiovasculares.
Las mujeres que los consumen -además de afectar riñones, hígado y corazón- se masculinizan: se le reducen los senos y la grasa corporal, la piel se les seca, el clítoris se les agranda, la voz se les hace más grave, les crece el vello corporal y se les cae el cabello.
Diferencias de estructura muscular:
Genéticamente las mujeres tienen menor masa muscular en el tronco que los hombres, y son capaces de producir unos 2/3 de la fuerza de un hombre. Sin embargo, en la parte inferior del cuerpo las diferencias de fuerza son menos relevantes, e incluso en relación a la masa muscular de que disponen las mujeres, ésta es ligeramente superior en el sexo femenino.
En los hombres el tamaño muscular suele ser siempre superior y su físico es más musculoso por poseer más masa muscular.
Pero las mujeres pueden ganar fuerza al mismo ritmo que los hombres, en relación al tejido muscular del que disponen.
Diferencias cardiovasculares:
Fundamentalmente son factores orgánicos los que determinan las diferencias cardiovasculares: las mujeres tienen las vísceras de menor tamaño que los varones.
La mujer tiene menor desarrollo de la caja torácica y un corazón más pequeño, menor cantidad de sangre y volumen sistólico (cantidad de sangre que expulsa el corazón cada vez que se contrae para igual demanda de oxígeno). Su frecuencia cardíaca (pulsación del corazón por minuto), por consiguiente, va a ser mayor.
El menor tamaño del corazón se debe a varios factores: su menor superficie corporal y masa magra, la repercusión de las hormonas sexuales (estrógenos) sobre el crecimiento del corazón y la diferente respuesta de la tensión arterial durante el ejercicio.
Las mujeres presentan menor concentración de hemoglobina en sangre (15% menos) y del número de glóbulos rojos, lo que equivale a una menor capacidad de transporte del oxígeno sanguíneo.