La corrupción es el proceso de fuerte deterioro que registra una estructura fundamental. Sucede con el aire, con el agua, con los cuerpos y con las virtudes.
Por eso asombra saber de tantos hombres y mujeres santos que, a pesar de estar muertos desde hace siglos, se presentan "incorruptos", es decir, que sus cuerpos no se han descompuesto rompiendo la lógica acción de la naturaleza.
Aunque la frase dice "Del polvo vienes y en polvo te convertirás", a hombres y mujeres fieles a Dios se les ha permitido romper, milagrosamente, las reglas de la física y la química. La lista es larga pero con sólo mencionar a Santa Bernardita Soubirous, San Juan Bosco, Santa Catalina Labouré, Santa Catalina de Siena, Santa Clara de Asís, San Francisco Javier, San Juan María Vianney, San Luis Orione, San Pío X, San Pío de Pietrelcina o Santa Rita de Casia, entre tantos otros, cualquiera comprende que se trata de algo que la ciencia humana no puede explicar.
Con la corrupción en cuestiones políticas las cosas son exactamente al revés. Lo natural es que las personas que son verdaderamente honestas sigan siéndolo a pesar de las circunstancias. No es "el entorno" o "el paso del tiempo" lo que corrompe (como sucede con los cuerpos o los alimentos), sino que, en ocasiones, descubrimos que "lo que parecía" virtuoso,… no lo era realmente.
El famoso refrán que asegura que "la ocasión hace al ladrón" es falsa. El ladrón ya estaba hecho antes de la ocasión, y fue ese el momento en que se manifestó aunque jamás sea descubierto.
Muchos aseguran que la prolongada permanencia en el poder provoca vicios y corrupción, aunque esta explicación -tan ciegamente aceptada- no se ajustaría a quienes tienen un comercio, una empresa o una alta responsabilidad en un ámbito privado. ¿Es que, acaso, sólo se corrompen los hombres y mujeres en la política, pero no en otros campos? ¿Por qué?
¿Por qué la argumentación de que el paso del tiempo impulsa las malas acciones, vicios y trampas en política, no se aplica en un matrimonio, en una carrera profesional como ingeniero, médico o productor agropecuario?
Son las virtudes (o los sanos "valores") los que hacen la diferencia SIEMPRE. Se aprende a ser buena gente en la familia en la que cada uno creció. Ahí se entendió de qué se trata decir la verdad, respetar a los mayores, devolver lo prestado, trabajar, cuidar el cuerpo, levantarse en los momentos adversos, obedecer las reglas, proteger al desvalido, discutir con explicaciones, reconocer los errores y amar a la patria, entre otras cosas.
El deterioro social que se vive en la Argentina no comenzó hace 15 o 20 años, ni siquiera hace 80, aunque nos parezca que cuando éramos chicos todo era mejor en algún sentido.
Poco a poco, los buenos valores fueron dados como entendidos y sabidos, y muchos pensaron que no era necesario ocuparse de ellos porque seguirían estando ahí, conocidos por todos. Al mismo tiempo, la invasión cultural nos fue metiendo en lo cotidiano formas y costumbres ajenas, contaminando nuestros orígenes y estructuras y desarmando los anticuerpos para reaccionar eficazmente.
Adormecidos por vivir el día a día sin ver el panorama, se nos fue colando la idea de que el cambio era bueno, sólo por ser algo nuevo. La capacidad de reacción a los ataques a la familia, a las estructuras básicas, a la sabiduría de nuestros mayores, a la fe, le fue dando cimiento al sinnúmero de despropósitos que ocurren en la actualidad.
Ya no llama la atención que, en muchas escuelas, los chicos que tienen padres bien casados y en primeras nupcias, sin medios hermanos, sean la excepción. Tampoco a muchos los sorprende que los novios tengan intimidad como si estuvieran casados y menos que armen un concubinato a hurtadillas, pudiendo formalizar y celebrar a los cuatro vientos.
El rechazo claro a la ventaja mal habida, el entusiasmo por poder ir a trabajar, el compromiso por hacer las cosas bien aunque nadie te vea o te lo reconozca, la decisión de disfrutar con la familia a pesar de una trasnochada, el interés en esforzarse en el país sin buscar sólo el progreso individual en el extranjero, son algunas manifestaciones que son posibles cuando aún hay "cimientos".
No basta sólo con "hacer las cosas bien" o "no hacerle mal a nadie". El país grande que fue la Argentina se hizo con gente que no se contentó con hacer bien su trabajo o no hacer daño a otro, sino con hombres y mujeres que se propusieron mejorar la realidad de los otros, aunque el reconocimiento público jamás llegara, aunque no se ganaran fortunas.
La tremenda decadencia que nos ofrece la clase política argentina, que un día reclama constitucionalidad y otro traiciona la Ley Fundamental, que vive eternamente en campaña electoral, que es incapaz de actos de verdadera entrega patriótica, que se empecina en buscar su propio beneficio (y el de sus ocasionales adherentes), que arrastra hasta el cansancio los errores de no atender inteligentemente las prioridades, no estimula a la sociedad a confiar realmente en su capacidad de verdadera superación.
La Argentina estuvo, hace ya muchísimos años, entre los países más prósperos y con más posibilidades de ser una auténtica potencia. Y fue la clase política la que, sistemáticamente, destruyó aquel horizonte.
Cada gobierno llega echando culpas al pasado, a la realidad internacional o a la oposición por no poder "avanzar" en sus proyectos. Fracaso tras fracaso en lo económico y una constante pendiente suicida en la falta de sostenimiento de valores fundamentales, favoreciendo la mentira, la discrecionalidad, la ventaja a toco precio sólo apunta a la destrucción de las riquezas (que no son materiales) de la Nación.
Es inmoral apoyar partidos políticos o candidatos que centren sus acciones en lo puramente económico y desatiendan el respeto por las virtudes. Es inconcebible que un ciudadano decente piense que puede acarrear algo bueno para la Argentina votar por candidatos que han promovido o promueven el derecho a matar niños antes de nacer o que adhieren a que pueda ser un acto de "piedad" liquidar a un anciano o un enfermo mediante la eutanasia.
Los problemas del país no están originados en la economía, por lo que tampoco es focalizando en planes económicos como se superarán la pobreza, el hambre y la indignidad de la muerte evitable en tantos rincones de la Patria.
El voto en los comicios -y cada acción ciudadana- debe estar orientado a combatir la corrupción de las virtudes, de los valores, de nuestra cultura, de nuestros orígenes.
La vida humana y la sana familia no son temas secundarios para la gente de bien. Son los únicos temas en donde se juega absolutamente TODO.
-> Alberto Mora