Hay quienes suponen que casarse ya no está "de moda", que no se usa. Otros repiten como loros que "paraamar no hacen falta papeles".
La realidad es que casarse es la natural consecuencia de un montón de acciones previas. El noviazgo -más corto o más largo- es la circunstancia, elegida voluntariamente, para descubrir si "esa" persona es "la" persona con la quiero fundar una familia.
No es un tema simple. Si se viene de una familia como las que hoy, lamentablemente abundan, con padres que tienen hijos de uniones anteriores (o posteriores), si la experiencia de familia ha sido traumática, si a uno lo rodean uniones de hecho por múltiples motivos, es casi natural que se sienta temor a sentirse herido por un fracaso o que se desprecie -por desconocimiento- la importancia de gritarle a mundo (y firmarlo a la vista de todos) que este hombre o esta mujer es a quien quiero cuidar, a quien quiero agasajar, a quien deseo ver cada día del resto de mi vida, todas las mañanas, a quien le puedo confiar todo lo que me pasa y se que me va a comprender.
El matrimonio no es una "suerte" que a unos les toca buena y a otros mala. El matrimonio es consecuencia de una preparación de dos, de la integridad de dos, de la convicción de dos, de la fortaleza de dos. Y para que "dure" muchos años y la vejez nos encuentre juntos y podamos disfrutar de cada rato que compartamos hace falta ir paso a paso, desde el noviazgo en adelante.
El matrimonio, y su natural consecuencia la familia, no son un "concepto" impuesto por el catolicismo o una conveniencia de la sociedad capitalista, como a algunos se los ha escuchado asegurar. El matrimonio, o sea la unión estable entre un hombre y una mujer, es lo que dicta la sabia naturaleza en Buenos Aires, en la selva amazónica, en Alemania o en Mozambique. Es la naturaleza la que manda con sus excepciones culturales a esa unión que será el marco ideal para que nazcan hijos. Y será ahí donde se aprenderá a ser hombre y mujer en sociedad.
Conozco gente que engaña a su esposa con otras mujeres. Conozco mujeres que se guardan dinero para comprarse cosas a escondidas. Conozco hombres y mujeres que hablan mal de sus conyuges casi a diario con conocidos, compañeros de trabajo y amigos. Conozco gente convencida de que el amor "tiene fecha de vencimiento", siempre.
A esta situación generalizada, donde la mayoría de los chicos de un grado son hijos de padres separados no se llegó de la noche a la mañana. También fue un gota a gota de relaciones superficiales, de egoismos, de utilización del otro, de vaciamiento, de expresiones "culturales", de la tele, del rechazo a la idiosincrasia, del ritmo de vida, de vidas con demasiado vacío existencial, de demasiado enfoque psicológico pensando en "mi" bienestar...
Como sea, quien fracasa en formar una familia estable sólo tiene la mitad de la responsabilidad y conviene seguir promoviendo que el amor real, profundo, generoso, paciente, fuerte, existe. Y que aunque parezca lo contrario, sigue siendo la búsqueda de la mayoría de los hombres y mujeres de todo el mundo.
Tal vez se tengan más presentes y sean celebrados los aniversarios de bodas de los 25 y de los 50 años. Pero hay otros –en realidad cada uno- que tienen un enorme valor y deben ser festejados y promovidos.
Y no estoy hablando de las conocidas bodas de papel, de algodón o cosas parecidas, tan difundidas y tan poco trascendentes.
Hace unos años encontré con esta lista en el boletín parroquial de la Catedral de San Isidro, que une cada año a, precisamente, un valor, una virtud.