[2005] - El lector desprevenido podría pensar que quien escribe se transformó en vegetariano y ahora sólo come rúcula y brotes de soja, o que repentinamente se puso en contra de la física -la que dice que en el vacío una pluma y una piedra no están distantes-, o que estuvo haciendo orden en el placard y se dio cuenta de que no tiene lugar para poner más ropa de invierno...
Pero no se trata de eso sino de otra cosa. El vacío no existe en las relaciones y las actitudes de las personas de todos los días.
El lugar que no ocupan los gestos amables y generosos, lo ocupa el egoísmo. El espacio de las noticias alentadoras en los medios, lo invaden las tragedias. El lugar del diálogo familiar, se lo ofecemos al televisor o a la computadora. El rincón de la constancia lo gobierna la indolencia. El lugar de las gracias, lo invade la soberbia. La caja de los proyectos realizables, está llena de fantasías impracticables. El lugar de los políticos honestos, se lo dejamos a los advenedizos amantes del poder y la figuración. El estante de los hábitos constructivos, está casi lleno de costumbres que prometemos modificar algún día. El lugar de la formación en valores positivos, lo abarrotamos de propuestas de éxito y competitividad.
Y así podríamos seguir casi indefinidamente. Creo que solemos escucharnos -y escuchar a otros- diciendo que hay cosas que están mal, que debiera haber, por ejemplo, gente capaz en determinada función en el club, en el consorcio, en la comisión, etc... pero evadimos la responsabilidad que nos toca en hacer que ese lugar sea ocupado correctamente.
Acabamos de concluir un acto eleccionario -el 23 de Octubre- y los resultados finales indican que un porcentaje muy alto no votó, votó en blanco o anuló su voto. Y, como está establecido, ese porcentaje no se contabiliza. Sólo conforman los guarismos finales los votos positivos, correctos.
Quiere decir que aquellos que pertenecen a la importantísima tropa de los que (supongo) no están de acuerdo con lo que se ofrecía -casi el 40% del padrón- dejaron un espacio vacío, que ocuparon otros.
En realidad habría que hacer el cálculo de los porcentajes de cada agrupación política contando ese 40% de gente que no votó a ningún candidato.
Pero, principalmente, habrá que ver qué hace cada uno de nosotros cada día, en casa, en el trabajo, en las entidades de las que participa, para no dejarle sus lugares a otro que, inevitablemente, los va a ocupar... si lo dejamos.