Si a cada paso nos encontramos con un desubicado, un inmoral, un necio, un incoherente... buena medida sería eliminarlos de la faz de la tierra.
Aunque este primer párrafo pudiera parecer extremo –o extremista-, no es otra cosa (aunque sea sólo en las palabras) lo que de modo cotidiano hallamos en los medios de comunicación, en la política, en el trabajo, en calle.
El reclamo de tolerancia suele ser esgrimido precisamente... por intolerantes vestidos de individuos que quieren imponer su particular visión de la realidad, asumiendo que el mundo ha venido equivocándose desde que existe.
Así es que nos encontramos con personas que quieren tener libertad, pero a costa de cercenar la ajena. Veamos algunos ejemplos:
Gente que estaciona en cualquier lado en ejercicio de “su libertad”.
Gente que (caminando, en bicicleta o moto) cruza por cualquier lado y en cualquier dirección.
Gente que ocupa las veredas con los productos de su comercio, más allá de lo permitido por ordenanzas.
Gente que saca fotos o filma en una celebración de primera Comunión cuando se pidió que no se hiciera.
Gente que reclama derechos cercenando los derechos de otros (cortando la calle, por ejemplo).
Gente que fuma en lugares prohibidos o inapropiados.
Gente que arroja papeles en medios de transporte o deja botellas paraditas en la vereda o un pórtico.
A estas expresiones cotidianas de "libertad" habría que sumarle las que sin implicar limitación al prójimo, si hacen público el "qué me importa el otro" o el desconocimiento del mentado "buen gusto", como:
Hurgarse la nariz con descaro en el auto o en la calle
Rascarse o acomodarse partes íntimas mientras se conversa en una esquina
Ir al baño y no lavarse las manos
Sentarse a comer y no lavarse las manos
No mantener ordenada la habitación, el negocio o el lugar de trabajo.
Etc., etc. y más etc.
Esta breve enumeración no invalida otras manifestaciones de "seres libres", que también son hallados en otros ámbitos, como los medios de comunicación.
En este "mágico" mundo de vanidades, palabras, imágenes y gestos nos encontramos con señores y señoras que:
Se ríen de la desgracia ajena.
En aras de su libertad expresan "su opinión", aún cuando eso constituya burla o desprecio por culturas, creencias y valores.
Desconocen (por supina ignorancia) muchas de las mínimas normas de generosidad en el trato.
Dicen no querer ser ejemplo de nada y –les guste o no- lo son.
Insultan de múltiples formas y dicen obscenidades amparados por productores, directores y gerentes de esos medios.
Etc., etc...., y más etc.
Es sabido que el particular mundo de la política también transita con especial dedicación la intolerancia en todas sus formas. En lo que debería ser el ámbito de las ideas y el Bien Común, hombres y cada vez más mujeres, nos obsequian sus convicciones haciendo que:
Lo que era defendido en otro tiempo por ellos, ahora es... despreciable...
Lo que ahora se defiende es propio de las circunstancias...
Defender la vida en todas sus formas y momentos sea intolerante, pero permitir el aborto y los productos farmacéuticos que lo favorecen no,
Los que no sostienen lo que corresponde (para ellos y ellas) son parte del pasado, de intereses mezquinos o no comprenden la realidad de los hechos...
Los que sostienen lo que ellos sostienen (al menos en parte) nos permiten el sano ejercicio de la democracia...
Los periodistas que preguntan "incómodo" sean esquivados
Los opositores deban cuidarse y hacer "buena letra"... o atenerse a las consecuencias
La familia pueda ser presentada como una realidad "mutable" y todo deba adecuarse a las excepciones,
Los amigos, colaboradores y favorecedores sean amparados a toda costa. Salvo que "las circunstancias" permitan cercanías más poderosas y convenientes...
Aparecer en "la foto" sea una muestra de fidelidad...
Todos estos ejemplos –hay mas- se refieren sin dudas a la intolerancia, puesta de manifiesto por personas concretas, tangibles, conocidas, de todos los días.
¿Es que los intolerantes son los otros siempre? Puede ser.
Pero hay que pensar
si cuando uno trata de justificar a un amigo o familiar en sus desaciertos no está siendo injusto,
si cuando uno se justifica a sí mismo -porque otros hacen macanas mucho más grandes-, no está siendo parte de la misma tropa,
si uno exige a otros lo que es incapaz de afrontar,
si la cerrazón de orejas y corazón a la Verdad cuando se nos presenta abiertamente ante los ojos, no es una forma de intolerancia,
si cuando uno abandona gestos de cordialidad en la familia, con los amigos y en la calle, no está fabricando un medio ambiente propicio para el crecimiento de la intolerancia.