Un feriado es, etimológicamente hablando, un "día de fiesta". Pero con el uso las palabras van incorporando significados, en ocasiones, alejados de su verdadero sentido.
La reacción desmedida de una parte de la clase política y de algunas organizaciones por la disposición oficial de trasladar el día no laborable en torno del 24 de Marzo, invita a la reflexión sobre qué significa un feriado.
El día en que se recuerda la muerte del Gral. San Martín (17 de Agosto) o del Gral. Manuel Belgrano (20 de Junio), por ejemplo, se han ido desvalorizando desde hace muchos años vaciando de valiosas oportunidades a fechas sensibles de nuestra historia grande.
Hacer "trasladable" el feriado con el argumento de fabricar tres días corridos de receso laboral (mal llamado "fin de semana largo") no ha traído, según dicen, los beneficios que se esperaba en términos de facturación turística.
Pero algo más serio se fue perdiendo desde hace décadas: El acto escolar realizado en feriado y en el día mismo de la recordación era una ocasión de encuentro familiar.
Muchos recordarán lo especial que era ir al acto en la escuela con la ropa habitual, pero más pulcros y sin útiles, acompañados por los padres y tal vez los abuelos, también vestidos con sus mejores galas -y su escarapela- para una fecha importante.
Sentir que la familia estaba ahí, que papá y los abuelos podían ver la escuela que nos cobijaba a diario, que nos podían ver actuar, llevar la bandera o simplemente escuchar atentos lo que ocurría, convertía la jornada en algo para recordar. Un auténtico "día de fiesta".
Y, como si fuera poco, como nadie trabajaba ni tenía otras ocupaciones, había oportunidad de encontrarse con familiares que, tal vez, no se veían seguido.
Sobre la agitada reacción por el feriado por el aniversario del golpe militar del '76, valga reflexionar si lo que le da "dignidad" es... que no se trabaje. Lo dudo. Si una fecha tiene valor, lo tendrá independientemente de si es martes o sábado, si se trabaja o no, si llueve o nieva.
Ojalá sucediera que cada una de las fechas establecidas como feriado fueran reales oportunidades para construir una sociedad mejor, sobre la base de nobles ejemplos, abnegadas existencias y altos valores. Que no sean aburridas costumbres con discursitos de ocasión que uno espera que concluyan rápido para pasar a otra cosa, o un recurso mediático para volver a debatir por enésima vez las mismas consignas como si no hubieran pasado los años y los análisis.
Más que buscar fechas para no trabajar, la Argentina (ciudadanos todos y funcionarios sin distinción) precisa impregnarse diariamente del espíritu de entrega, dedicación y desinterés personal que tuvieron hombres y mujeres que se elige destacar en el calendario anual.
¿Qué pensarían nuestros auténticos próceres de esta inclinación tan difundida a buscar casi cualquier excusa para no trabajar, no estudiar, no esforzarse?
¿Qué significa "honrarlos"? ¿Sólo poner un ramo de flores al pie de un busto una vez al año?
Luego de la oleada de "revisionistas" que se empeñaron (y aún se empeñan con pingües ingresos) en presentar los defectos de nuestros próceres, y del periodismo que prefiere bajar línea sobre las fallas y cuestiona las virtudes de nuestros héroes más recientes, nos conviene prestar atención a los modelos que les ofrecemos a los niños y jóvenes.
Es realmente triste ver cómo muchos jóvenes viven adormecidos en un objetivo consumista, vacuo, finito, sin grandes objetivos, que no se plantean lo que millones nos proponíamos en el pasado: cambiar el mundo con las propias manos.
Si las metas son pequeñas, algo rastreras, es imposible imaginar grandes cambios en nuestro país. Si lo que nos moviliza es ver cuál es el próximo feriado o cómo derrochar el siguiente feriado al terminar la tediosa semana de trabajo o estudio, el tiempo se nos va de las manos... y todo sigue igual.
Afortunadamente son muchos los que, a pesar de todo, se esfuerzan en estudiar, en trabajar, en lograr avanzar, en construirse un futuro, aunque no siempre esos objetivos tengan la entrega, templanza y convicción de un René Favaloro, por ejemplo, que desechó la comodidad y la seguridad en otros horizontes, por darle a su país todo lo que podía.
-> Alberto Mora