A cada paso podés ver cómo el prójimo es una incomodidad.
No es mala onda. Pero esa cantinela de que hay que ser inclusivo, tolerante, que hay que comprometerse con el necesitado (¿viste que el prójimo siempre es alguien que necesita, no?), no es para todo el mundo.
Es difícil vivir ocupándote de tus cosas, de tu carrera, de tu trabajo, de tus amigos, y además tener que pensar en el prójimo, alguien que no se quién es y que tampoco sabe quién soy yo.
Para no complicarse, sin dudas, lo mejor es ignorarlo. Seguro que alguien habrá por ahí que se ocupe de ayudarlo porque se siente obligado o porque le gusta hacerlo.
Yo no soy egoísta. Si un amigo mío o alguien de casa anda en problemas algo hago.
El otro incómodo, el molesto, el que no conozco -y tampoco me interesa conocer-, el que tiene una vida distinta de la mía, el que hasta habla distinto, el que me puede venir con planteos raros o que me puede venir a juzgar lo que hago o cómo lo hago, no es mi tema.
Pero seguro que debe haber gente buena que tiene tiempo y ganas de ayudar en fundaciones, que se dedica a ayudar al prójimo.
Yo resolví no verlo, hacer como que no está, convertirlo en invisible. Pero no le hago daño. En realidad yo no le hago mal a nadie, eso para mí es importante. Ya bastante mal hay en el mundo.
Firma: YO (Un buen tipo, aunque un poco ocupado con sus cosas)
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Difícil imaginar que alguien, descarnadamente, exhiba su “ombliguismo” como lo muestra esta carta –ficticia- que describe a muchos que conocemos.
El prejuicio de que prójimo es un indigente, por ejemplo, lo lleva a pensar que, seguramente, habrá alguien que se ocupe de ayudarlo. Él, tal vez, si lo agarran con la guardia baja, gastará unos pesos para una rifa, pero no le pidan otra cosa como mirar de verdad a los ojos a un pobre.
Pero está claro para muchos que prójimo no es sólo alguien con las necesidades básicas insatisfechas (pavada de eufemismo que incorporamos).
Prójimo es cualquiera,... menos yo.
Mi mamá, mis hermanos y mis tíos,
el peatón que no conozco y necesita la vereda donde estaciono el auto,
el que se va a sentar en esa butaca que estoy pisando ahora,
el vecino que no invité a mi ruidosa fiesta de cumpleaños,
los que caminan por esta senda donde mi mascota hace “sus cosas”,
los conductores que circulan por el único carril que dejé libre al estacionar en doble fila,
la señora que parece estar cansada y necesita “mi” asiento en el colectivo,
la comunidad que transita por la misma calle donde yo arrojo basura,
etc.
Y por supuesto también son prójimo:
Los que viven en ese barrio pobre cerca de casa,
los chicos que van al apoyo escolar,
los enfermos que necesitan medicación que no pueden comprar,
los hombres, mujeres y jóvenes que están presos,
los adictos a distintas sustancias,
los hombres y mujeres mayores que viven sólos en el barrio,
y muchos más.
Como se sabe, no hacer algo malo... suele ser bastante parecido a no algo bueno. Y nada en el mundo será mejor de esa forma.