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Ahora sí
   
Bueno, listo.

Ya celebramos con abundancia de celeste y blanco, ya bailamos, aplaudimos y nos abrazamos con el deseo de vivir en un país mejor, más digno, más inclusivo, más próspero.

Ya escuchamos el himno nacional en variadas versiones, ya vimos la Casa de Tucumán por dentro y por fuera, ya aplaudimos un multitudinario desfile y un colorido espectáculo de bandas militares.

Ahora, con la rara sensación que nos queda a todos después de una larga fiesta y de un rato de sueño que pareció no alcanzar, nos ocuparemos de llevar a la práctica esos nobles sentimientos que nos inflaron el pecho y hasta nos arrancaron más de un lagrimón.

Hoy con 200 años encima seguimos siendo jóvenes y, a pesar de los duros cachetazos que nos dio una parte de la realidad en los últimos 100, nos pondremos a hacer lo que hace falta. Despacito si no se puede ir rápido, pero sin pausa, sin excusas, sin patear la pelota afuera para hacer tiempo.

Ahora, dejaremos de echarle la culpa a otro de lo que no hacemos bien y evitaremos alzar la cresta como gallitos envalentonados buscando errores ajenos cuando nos señalan algo que nosotros hicimos mal.

Desde hoy, caminaremos lo que sea necesario hasta encontrar un lugar autorizado para dejar el auto, desechando estacionar "por un ratito" junto a un cordón pintado de amarillo, una rampa para discapacitados o en una violenta doble fila.

Ahora que queremos formar parte de un país justo e inclusivo, cederemos el paso con hidalguía y respetaremos a cualquiera en el tren o el colectivo y le ofreceremos el asiento a quien veamos que lo necesita más que nosotros.

Desde el primer día del tercer centenario ya estamos en condiciones de usar incansablemente las palabras mágicas: Permiso, Perdón y Muchas Gracias.

Hoy mismo será el día en que evitaremos insultar o decir groserías todo el tiempo sin pensar, haciendo un esfuerzo por cancelar el genérico "B..." para dirigirnos a un amigo o compañero de trabajo. También será el momento ideal para pensar qué podemos decir para fabricarle un día mejor a otro, conocido o desconocido.

Ahora, con este sentimiento auténticamente nacional que nos dejó el 9 de Julio, vamos a empezar a sentir como nuestra responsabilidad los millones de argentinos que viven en la pobreza. Y por eso, no vamos a mirar para otro lado diciendo que es el Estado el que tiene que ocuparse y seremos nosotros los que pondremos bienes, dinero, conocimientos o habilidades para ayudarlos a salir del pozo.

Desde ahora, luego de tanta música y danza argentina, de tanto símbolo patrio, buscaremos qué palabra en nuestro idioma puede reemplazar esas extranjeras que invadieron nuestras frases. Tal vez un "De acuerdo", "Está bien" o un "Bueno", podrían ir ocupando el lugar del omnipresente "Ok". Por algún lugar empezaremos.

Ahora, que vimos cómo un grupo de hombres en el pasado pensaron, se endeudaron y hasta murieron por un país que todavía no era tal, nosotros vamos a jugarnos todo para rescatar y vivir esos valores cada día. Y para eso empezaremos buscando información sobre economías regionales, libros y propuestas culturales o turísticas, que nos muestren la Argentina real. Ya se sabe que es difícil valorar lo que no se conoce.

Por eso, como ya conocemos bastante (tal vez demasiado) de hechos, lugares y personas de otros países, vamos a aumentar nuestra cultura general mirando nuestras cosas.

Y como ahora entendemos que la argentinidad no es algo que deba aflorar sólo con un encuentro deportivo, sino que debe ser una forma de vivir privilegiando los valores y las cosas que muchos extrañan cuando están lejos, vamos a elegir siempre que podamos productos y comercios nacionales.

Hoy mismo, vamos a empezar a comprometernos a fondo con el barrio, con la provincia, con el país, y no vamos a dejar que otros tomen las decisiones que debemos tomar nosotros. Si algo es un abuso hacia la dignidad o integridad de un compatriota, nos vamos a quejar. Si algo es una injusticia, no nos vamos a quedar quietos. Si alguien tiene hambre, vamos a sentirlo con él.

Ya con 200 años y pico de independientes sabemos que cada acción nuestra está siendo vista por alguien. Que nuestros hijos, nuestros sobrinos, nuestros vecinos, nuestros alumnos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros amigos nos ven y somos un ejemplo a seguir. Si el ejemplo es bueno o malo es algo que merecemos comprender.

Ahora sabemos que la Patria no sólo es lo que heredamos de nuestros próceres y de muchos desconocidos que hicieron grandes cosas por nosotros. También es lo que nos han prestado nuestros hijos y nietos.

En este primer día del tercer centenario de la independencia algo debe cambiar en la Argentina. Y para que eso ocurra somos nosotros los que llevar a la práctica diaria lo que deseamos que suceda a lo grande.

¡Viva la Patria!

Alberto Mora

 
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