Si bien no es un hecho nuevo, resulta llamativo cómo la publicidad televisiva, además de no pocos contenidos de ficción y periodísticos abundan en distintas formas de agresión para comunicar lo que a cada uno le es propio. Somos testigos de cómo el lenguaje utilizado, por ejemplo, es cada vez más burdo llegando, incluso, a la grosería abierta y desenfadada.
Hace pocos días en una señal de cable extranjera dedicada a proyectar películas promocionaba un ciclo de filmes argentinos y la locución hizo referencia a que perdérselo era quedar como un "b..."
El mismo término que algunos buscan relativizar con argumentos etimológicos y hasta vestir de inocente y nada ofensivo, forma parte del título de una película producida por Patagonik Film Group y distribuida por Disney que, sin empacho alguno, comentaristas y conductores de programas no sólo utilizan sino que, además, analizaron buscando quedar a tono con la mediocridad y, posiblemente, con directivos televisivos.
El término "B..." aunque algún conocido escritor porteño lo haya presentado como liberado de connotaciones despectivas, ubicándolo en una expresión de complicidad amistosa de uso amplio y no siempre insultante, sigue siendo bajo, vulgar, y nadie que busque comunicarse correctamente en ámbitos que merezcan trato respetuoso, lo utilizaría.
Sin embargo, una empresa de servicios de Internet -en ausencia de auténtica creatividad- optó por utilizar la forma verbal del famoso "B..." para montar una campaña promocional. Sea que lo haya propuesto una agencia de publicidad o que haya surgido del área específica de la misma empresa, el recurso es, al menos,... berreta.
Vale mencionar -aunque no se digan groserías- los comerciales en los que el recurso es el egoísmo. Mostrar que un producto es tan rico, por ejemplo, que conviene no compartirlo, no está promoviendo algo sano para la sociedad en su conjunto y, en especial, para los chicos.
Pero ojalá "B..." fuera la cumbre de las procacidades en uso generalizado en medios de comunicación. La frase que todos sabemos que no puede tener otro significado más que el evidente, el de tratar como prostituta a la madre de un amigo o un deportista habilidoso, es usado ante los micrófonos sin que, en apariencia, nadie se ponga colorado.
Aunque no queramos, la lista de innecesarios insultos que escuchamos al sintonizar emisoras de radio y televisión de alta audiencia es cada vez mayor, tal vez, al mismo tiempo en que baja la calidad de la producción de contenidos, orientada últimamente al escándalo y al análisis superficial y prejuicioso de casi todo.
Los comentarios de lectores en diarios en línea también están revestidos de agresión, prejuicio y desconocimiento sin que los moderadores de los medios se ocupen seriamente de impedirlo. La triste "lógica" es permitir la expresión del lector y no encauzarlo a una participación respetuosa, posiblemente porque eso implica recursos humanos de calidad.
El humor, o lo que se presenta como tal, también abunda en agresión, siempre innecesaria y desmedida. Los buenos humoristas que supieron hacer reír a miles de televidentes y oyentes sabían cómo provocar risas sin caer constantemente en la descalificación o la agresión, como hoy ocurre.
Curiosamente, en la vida cotidiana, fuera de los medios de comunicación, también mucha gente cuando busca hacer "una gracia" con un compañero de trabajo, un vecino, un amigo, recurre a alguna forma de agresión: sea por el equipo de fútbol del otro, por su aspecto físico, por alguna afición real o asignándole vicios que no tiene. Esta forma de "humor" con descalificación se vanaturalizando con los chicos también y es como algunos ni siquiera se dan cuenta de que ejercen alguna forma de agresión.
Valga decir que el recurso argumental de la agresión en televisión, principalmente, no es algo que suceda con las producciones locales. Las comedias estadounidenses, en general, se basan en la descalificación brutal, en el prejuicio barato y diferentesformas de agresión. La risa, la carcajada, la sonrisa, el disfrute del otro, como se sabe, puede lograrse con altura, con creatividad, con ingenio, como lo hace Les Luthiers (desde hace 50 años).
La agresión es el hilo conductor de varias producciones televisivas que promueven, precisamente, la discusión vehemente y empecinada entre posturas encontradas sin ánimo alguno de conciliación: lo “importante” es mantener la atención del espectador a toda costa. Al día siguiente, con otro tema tal vez, la dinámica será la misma. Se trata de un recurso que hace más de 20 años era una excepción y hasta era criticado, pero hoy hay quienes consideran casi insoslayable el escándalo, la pelea, si se quiere lograr algo del opinable y voluble rating.
Difícil llegar a pocas conclusiones frente a este tema, pero haré un intento:
Naturalizar la agresión es dejar de escandalizarse. Vale rechazarla siempre, a riesgo de parecer un bicho raro.
Agresión es agresión. pequeña, imperceptible o secundaria. Acostumbrarse a detectarla en nuestro entorno tiene un doble efecto: permite rechazarla y nos lleva a observar nuestras propias acciones para no cometerla.
Pensar las palabras que se usan, sin descuidar ninguna, puede ayudar desechar las que conllevan descalificación, insulto o agresión gratuita.
Evitar los insultos cotidianos (esos que conocemos todos) y, deliberadamente, cambiarlos por otras palabras. El “B…” y otros términos no los usaríamos en una cena elegante o en una entrevista de trabajo. Imaginemos que estamos en situaciones que merecen respeto y tal vez no se nos escapen…
Quien insulta, bastardea, relativiza, agrede a otro, lo hace porque no lo valora suficientemente. Entonces, hay que trabajar más la valoración del prójimo.
Trascendieron algunos casos en los que un programa dejó de tener ciertos contenidos nocivos, porque los televidentes enviaron cartas de rechazo a los anunciantes que lo respaldaban diciendo que no comprarían más sus productos. Hoy además de cartas, hay mails y redes sociales. Aunque hace falta ciudadanos atentos y activos que no quieran que la sociedad vaya cada día más bajo…