Disparos, sorpresa... y soledad
Uno de los hechos del día, y del que seguramente se seguirá hablando, nos presenta la imprudencia suprema de un abogado que dispara en la calle y mata a un hombre que caminaba por el microcentro porteño.
La locura de sacar un arma, disparar varias veces en un lugar con abundante tránsito y peatones, ya es incomprensible. La aparente ligazón del agresor con el caso del triple crimen de Gral. Rodríguez sorprende más aún.
Pero lo que también debe sorprender -y preocupar- es ver las imágenes en video que muestran cómo sucedieron los hechos, cómo de todas las personas que estaban caminando por una vereda, una cae desplomada por los disparos y NADIE atina a acercarse inmediatamente.
Fue, por supuesto, una situación sorpresiva en la que el sonido de los disparos fue evidente, pero al menos dos personas pasan al lado del pobre hombre que está muriendo sin detenerse, sin inclinarse, sin solicitar ayuda alguna con desesperaración.
Un hecho delictivo -aparentemente-, un desquiciado que supone que disparar por la espalda a supuestos agresores puede ser "legítima defensa", una muerte inesperada de un inocente en plena ciudad de Buenos Aires, y varios hombres adormecidos de reacciones humanitarias.
Se lo mire por donde se lo mire, un episodio triste, lamentable, doloroso. Como el relato estremecedor de Horacio Quiroga en "El hombre muerto" alguien se ve sorprendido caminando por donde tal vez lo hizo muchas veces, y cae como plomo al piso.
Trata de levantar la cabeza un poco y no entiende, todo se desvanece, sus fuerzas se van demasiado rápido. No sabe que pasa y hasta debe esperar que alguien se acerque a ayudarlo a levantarse de tan torpe tropezón.
Pero nada sucedió y todo -inexplicablemente- terminó para él.